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Xavi Hernández: la princesa y el guisante

Xavi Hernández: la princesa y el guisante

Escrito por: Francisco Javier Sánchez Palomares13 noviembre, 2023
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Quién no ha oído hablar de ese cuento infantil que versa sobre un príncipe catalán de nombre Joan y de apellido Laporta que vivía con sus padres, de apellidos Gaspart y Núñez, en un pisito de la zona noble de la ciudad. Nadie entendió nunca la incongruencia de sus apellidos, pero eso no imposibilitó que fuesen una familia burguesa más. Hacía tiempo que el heredero culé buscaba el amor, una pareja con la que compartir hechos y cohechos, alguien que le comprendiese y transigiera con sus hábitos, pero, sobre todo, alguien culé, muy muy culé. Sus progenitores no permitirían otra cosa.

Una noche lluviosa, Jan —así le llamaban los amigos— estaba viendo Netflix mientras comía anacardos crudos y de repente sonó el telefonillo. «Será el cartero comercial», pensó su alteza, «mas es raro, son las nueve de la noche».

—¿Quién es? —preguntó el príncipe tras descolgar el portero automático.

—Soy una joven y bella princesa de un reino de oriente medio, me ha sorprendido la tormenta vestida de lagarterana y se me han empapado hasta las enaguas, ¿podría usted darme cobijo?

Xavi mojado por la lluvia

—Suba, es la escalera del fondo, en el tercer piso.

—¿Quién perturba nuestro descanso a estas horas, hijo mío? —inquirió molesto padre Gaspart.

—Una joven princesa, papá. El inopinado chaparrón le ha pillado a la intemperie y vestida de lagarterana.

—Qué poco previsora es la gente —masculló madre Núñez.

—Adelante, mossa, pase, pase. Voy a prepararle ropajes secos y un baño caliente, no vaya a coger una pulmonía.

—Ay, apuesto príncipe, le agradezco de corazón que me dé hospedaje en sus aposentos.

—¿Cuál es su nombre? —quiso saber Laporta sin poder evitar que se le escapase una sonrisa como la que le brota cuando ve una palanca—. Yo me llamo Joan, pero todos me llaman Jan.

—Soy la princesa Xavi Hernández, pero todos me llaman Jardiner, y algunos Javi.

—¿Y qué hace vestida de lagarterana en una noche tan tormentosa por el noreste peninsular?

—Tengo afición por los disfraces, incluso me he vestido en alguna ocasión de cetrera catarí. No me gusta la realidad, prefiero inventarme historias.

El Xavi del ocho

La princesa tomó un baño, vistiose con prendas secas, cenó una sopa de ajo que preparó Jan y aceptó la invitación de la familia para pernoctar en la vivienda. El príncipe se deshacía en atenciones hacia la heredera y a los padres no se les pasó por alto el brillo de su mirada.

—Quiere yacer con ella, le gusta más que el fuet cuando está blandito, la mira como me mirabas tú a mí en los tiempos de la Transición, cuando volvió Tarradellas —le susurró madre Núñez a padre Gaspart mientras escuchaban el parte—. Dile algo, Joan.

—Es que… me da un poco de… —balbuceó Gaspart.

—Pusilánime, acomplejado, siempre has sido igual. Cuando decidimos pagar a Negreira también te acobardaste al principio: que si nos pueden pillar, que se nos iba a caer el pelo… Nunca cambiarás. Déjame a mí —resolvió Núñez.

Núñez y Gaspart

—Laporta, hijo, sabemos que tienes una edad y es normal que notes la picazón en presencia de tan bella zagala, pero ya sabes la condición indispensable que debe cumplir para poder pertenecer a la familia.

—Sí, mamá —respondió Jan con hartazgo—, que sea culé, muy muy culé, me lo has dicho mil veces.

Laporta se enfurruñó y corrió a encerrarse en su cuarto a ver Pesadilla en la cocina. «Así quiero ser yo de mayor, como Chicote», soñaba Jan.

—Esposo, vence tus miedos y ve a hablar con tu hijo, que tienes más mano izquierda que yo.

—Ah, no, no, yo de izquierda nada, yo, apolítico de derechas, como mi padre —trató de escaquearse Gaspart.

—¡Tira pa la habitación a hablar con Jan, mindundi! —exigió Núñez.

El padre agachó la cabeza, dejó de comer rovellons y acató las órdenes de su esposa.

—Jan, hijo, ya sé que tu madre es rara, qué me vas a contar, llevó con ella casi más años de los que hemos estado comprando el estamento arbitral, pero en esto tiene razón, no podemos meter en la familia a alguien que no sea culé, muy muy culé.

Gaspart y Laporta

—Pero es que a lo mejor es solo del Valencia, pero muy antimadridista. O del Sevilla. Pero no culé, muy muy culé. Y no quiero perderla por tamaña nimiedad.

—Ser antimadridista es requisito indispensable para nuestros colaboradores, ahí tienes los ejemplos de Medina, de Hernández, de Itu, de Undiano, pero para asimilarla como familiar ha de ser necesariamente culé, muy muy culé.

Laporta se resignó, sabía que sus padres tenían razón. El ADN Barça era esencial.

—Está bien, papá, la someteremos a las pruebas.

Llevaron a la princesa Xavi a Madrid y la sentaron en la terraza de El Brillante con un bocata de calamares y un tercio de Mahou. La princesa se pasó el almuerzo sobeteando el bocadillo sin comérselo, guarreando, desmenuzándolo y escondiendo los pedazos bajo servilletas de papel. Apenas se mojó los labios con la cerveza, ni un buchito se bebió.

—Has comido mal, Xavi —reprendió madre Núñez a la candidata.

—No he comido mal, lo único que ha ocurrido es que no me he tragado nada, pero he tenido la posesión del bocadillo todo el rato. Además, me daba el sol de cara y así no hay quien coma ni beba.

Núñez, Gaspart y Laporta se miraron con una sonrisa de complicidad. Pinta bien, pensaron.

Primera prueba superada. Hora de la siguiente. Fueron al tradicional concurso de macramé de la Asociación de la Prensa Deportiva de Barcelona. Los periodistas no se opusieron a la inscripción de Xavi, pero mostraron sus dudas, y así lo expresaron, habida cuenta de la poca experiencia de Jardiner con tan compleja técnica de tejido. La princesa participó en la prueba elaborando una funda para cortacésped, el resultado fue espantoso, un amasijo de hilos enredados carente de forma.

La culpa es de la prensa catalana, es tóxica. Si no me criticaran tanto habría tejido mejor. Voy a hablar con mi padre, que ya sabéis que es rey, para que se quite de en medio a alguno de estos periodistas. ¿Quién se creen que son?

Xavi Hernández

Un soplo de gozo inundó el tórax de Laporta. Gaspart apretó los puñitos. Núñez, café en mano, parafraseó al Señor Lobo en Pulp Fiction para pedir un poco de calma.

—Tranquilos, muchachos, aún queda la prueba definitiva.

—¿La del colchón? —preguntaron preocupados, temerosos debido a la dificultad extrema que entrañaba.

—La del colchón.

Al día siguiente, mientras desayunaban butifarras con vino negro, una inquisidora Núñez preguntó a la princesa Jardiner:

—¿Qué tal has dormido, princesa?

—Pues si le digo la verdad, no he pegado ojo, sentía algo duro y no he parado de dar vueltas toda la noche, seguro que algún indeseable colocó bajó el colchón una brizna de céspet más larga de lo normal. Intolerable.

Xavi Hernández culé

—¡Es culé, muy muy culé!

Núñez sonrió con la alegría de un inspector de Hacienda que acabade recibir un jugoso soborno, Gaspart se tiró de cabeza al Llobregat en calzoncillos al grito de ¡visca Barça! y Laporta le confesó a la princesa Hernández que quería vivir para siempre con ella en un jardín vertical del Paseo de la Habana.

Laporta abraza a Xavi

 

Getty Images.

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4 comentarios en: Xavi Hernández: la princesa y el guisante

  1. Me he reído mucho con esta versión psicalíptica del cuento tradicional. No logro comprender cómo ha podido superar la férrea censura de La Galerna. ¡No se les cuela no un guisante! Dios guarde a Xavi muchos años al frente de la Xavineta para regocijo, jocunda y jolgorio del pueblo madridista. Amén.

  2. Lo de Hernández, Javier es el risión. Mientras esté el dirigiendo al Negreilona , la Champions les quedará muy lejos. Eso sí, en Liga y Copa del Rey , hasta con mi suegra al frente del equipo les harían ganar títulos. Tanto pasteleo es aversivo.

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