Tienen ustedes la oportunidad de regocijarse tras la pasada gala de los Oscar, pues la película que ha resultado la gran triunfadora de la noche es madridista. A algunos les costará verlo en un principio, pues se trata de una película extraña (por no decir rara de cojones), pero, pese a sus rarezas, sus guionistas y directores, los Daniels, han dejado un rastro de migajas de pan que nos llevan a alcanzar la inevitable certeza de que estamos ante una película tan blanca como nuestro escudo.
Vaya por delante que se trata de una película que va a espantar sin ningún tipo de pudor a gran parte del público veterano. Daniel Kwan y Daniel Scheinert venían con el único pero suficiente precedente de su película previa a esta: Swiss Army Man, un film que comienza con un náufrago y un cadáver al que utiliza como balsa valiéndose de las ventosidades del mismo como elemento propulsor para salir de la isla en la que se encontraba. “No hace falta decir nada más”, que diría cierto exentrenador de la casa blanca, para saber que cuando uno se pone delante de la pantalla para ver una película de los Daniels, tiene que dejar de lado todos sus prejuicios sobre el género surrealista si uno quiere disfrutar de la experiencia. Sin más dilación ni explicación, pasemos al madridismo de esta película.
La primera dosis de madridismo de Todo a la vez en todas partes la encontramos en su puesta en escena en una primera toma de contacto con el personaje principal (Evelyn Wang) a través de una simple pero a la vez compleja escena familiar en la que el espectador ya puede ir compartiendo el agobio de la protagonista por la cantidad de problemas a los que se tiene que enfrentar casi simultáneamente: divorcio con su marido, visita de su anciano e intolerante padre al que su nieta le quiere presentar a su novia, presentación de los papeles de su fraudulenta declaración de la renta —en esto se parece más al Barça— arreglos y problemas de los clientes de la lavandería que regenta y la fiesta que está organizando en esta para esa misma tarde. Si no fuera porque para los madridistas enfrentarnos a una similar cantidad de polémicas, artículos sesgados y malintencionados y debates absurdos no es más que nuestra rutina diaria, nos costaría no mordernos las uñas con la tensión que sufre la pobre Evelyn en estas primeras escenas.
Tienen ustedes la oportunidad de regocijarse tras la pasada gala de los Oscar, pues la película que ha resultado la gran triunfadora de la noche es madridista
Todo a la vez en todas partes es también una película que, como el Real Madrid, destaca por su gran versatilidad, y presenta una facilidad pasmosa para cambiar de género sin que el propio film se resienta lo más mínimo. No sólo es una comedia de ciencia ficción que plantea la existencia de infinitos multiversos, sino que también permuta momentos dramáticos con otros de un humor quizá demasiado histriónico y absurdo, mientras te enlaza con escenas de cierto género a camino entre el thriller y el terror para, a continuación, cambiar de marcha, pisar el acelerador y plantarte una escena de acción que parece escrita por un guionista indio pero dirigida por un cineasta japonés.
Es tan surrealista y complicado de asimilar como que cierto equipo de la capital española que parecía muerto minutos antes, de repente meta 3 goles en escasos 15 minutos cuando parecía fuera de la eliminatoria o que remonte en dos minutos una semifinal de Champions ante el equipo más temido de Europa cuando apenas si le quedaba el descuento. Un equipo que seguramente venía de perder contra el Elche o el Leganés tres días antes. Los Daniels habrán escrito una película surrealista a más no poder, pero aún quedan bastante lejos de ese “LOL” que representa cada temporada el universo Real Madrid y que pasarán siglos antes de que alguien, en alguno de esos lejanos y extraños multiversos que plantea el film, consiga desentrañarlo y explicarlo de manera razonada, coherente y satisfactoria.
Pero si Todo a la vez en todas partes es una película tan absurda y surrealista, ¿cómo diantres ha conseguido triunfar de una manera tan rotunda hasta el punto de conseguir tantos premios de prestigio? La respuesta es la misma que si nos preguntamos cómo consiguió el Real Madrid ganar la decimocuarta y se divide en dos vertientes: fe y talento. Para sacar adelante una película como esta hay que tener mucho talento delante y detrás de las cámaras y creer en ella como unos condenados. De la misma forma que Courtois iba salvando con sus paradas al club blanco en cada momento de dificultad de los nuestros, los Daniels consiguen salvar cada escena, por inverosímil que sea, dándole el enfoque necesario para que, pese a lo absurdo de lo que se esté visionando, la película no se les vaya de las manos, dentro de lo que mucho que se les tiene que ir. Lo mismo se puede decir de unos actores que, al leer el guion, podrían haber pensado que esta era una película para poner el piloto automático, pero que, por el contrario, deciden darlo todo en un all-in que les ha devuelto a los focos.
Todo a la vez en todas partes es también una película que, como el Real Madrid, destaca por su gran versatilidad, y presenta una facilidad pasmosa para cambiar de género sin que el propio film se resienta lo más mínimo
Porque al igual que sucedía con los jugadores veteranos del Madrid, a los que muchos daban ya por muertos, semirretirados o incapaces de llegar al nivel que les encumbró años atrás, actores como Jamie Lee Curtis, Ke Huy Quan (Tapón en la segunda peli de Indiana Jones) o la propia Michelle Yeoh, llevaban años lejos de papeles que les permitieran brillar hasta que los directores norteamericanos les brindaron esta oportunidad con la que han podido resarcirse y volver a pisar las alfombras rojas de la misma manera que nuestros Kroos, Modric, Case o Benzema demostraron el año pasado que aún no habían escrito su última palabra en letras de oro en la máxima competición europea. Por otro lado, si el Madrid tuvo en Vinicius al jugador revelación de Europa gracias a su explosión definitiva como estrella mundial, en Todo a la vez en todas partes, ese papel se le atribuye a una Stephanie Hsu que interpreta más que solventemente al personaje más complicado de esta historia, la “multiversal” hija adolescente de Evelyn, con un descaro carioca similar al de nuestro extremo izquierdo.
Pero si hay una similitud clara entre actor y jugador, es la que se reside entre los protagonistas del film y de la temporada pasada. Michelle Yeoh y Karim Benzema, indiscutibles dueños de sus respectivos campos de batalla, no pueden jugar y actuar de una forma más parecida. Si Karim, que en toda su carrera se ha caracterizado por ser algo más que un 9 (un 9 y medio para muchos) y que el año pasado lo demostró siendo ese jugador que, además de marcar y asistir como el que más, seguía realizando ese trabajo de asociación, de desatasco en la salida de balón y de caída hacia el flanco izquierdo en la creación y ocupación de espacios por el que siempre ha llamado la atención, en la actriz malaya, flamante ganadora del Oscar a mejor actriz, hemos encontrado la representación cinematográfica del delantero francés.
Michelle Yeoh, que durante toda su carrera ha estado especializada en el cine de acción, destacando por su gran capacidad física y facilidad para las acrobacias en este tipo de escenas, en las que ni siquiera utiliza dobles; ha aprovechado a sus 59 años su papel en esta película para demostrar una gran variedad de registros hasta ahora casi desconocidos exprimiendo al máximo cada escena para sacar lo mejor de sí, yendo claramente de menos a más a lo largo de la película: una gran emotividad en las escenas dramáticas con su marido y su hija, cierto patetismo y torpeza en las escenas más cómicas (si su impericia inherente no te saca la carcajada, al menos te deja la sonrisa en la cara) y sobre todo, una humanidad con la que va llenando la película y haciéndola suya, del mismo modo que Karim hizo suyo el Madrid de las remontadas de la pasada Champions.
La última gran semejanza entre el club de Concha Espina y la película es la que ya se está empezando a percibir en las redes: el odio que está empezando a brotar entre los detractores que ya claman al cielo al ver cómo esta película se ha llevado a las manos el preciado metal. Permanezcan ustedes atentos, pues a no más tardar empezarán a leer y escuchar a su alrededor que cada premio recibido por Todo a la vez en todas partes es inmerecido, que este año había más nivel en los Razzies que en los Oscars, que sus rivales eran películas gordas y viejas y puede que alguno argumente incluso que eran sólo siete partidos de nada y eso lo gana cualquier película. Muchos no estarán de acuerdo con el palmarés de esta película como muchos siguen musitando enfurruñados que el equipo blanco no fue el mejor equipo de Europa el año pasado, pero como ocurre con las Champions League, desgraciada y afortunadamente los Oscars no se merecen, se ganan.
PD: Desde aquí me permito humildemente sugerir al Real Madrid que incorpore a su departamento de comunicación al equipo de marketing de Todo a la vez en todas partes. Si esos pedazo de genios (no he encontrado mejor forma de describirlos, dispénsenme) han conseguido convencer a todo Hollywood y medio mundo no ya de que esta fuera la película del año, sino de que era imperativo que arrasara en los premios de la forma en la que lo ha hecho, ¿qué no serán capaces de hacer con la imagen del mejor club de la historia?
Getty Images.
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