He visto este vídeo de Heineken y Clarence Seedorf y he experimentado, aparte de la sonrisa que despiertan la ingeniosa campaña y la naturalidad con la que el holandés se desenvuelve ante las cámaras, un cariño retrospectivo por el holandés que me ha sorprendido. Suelen condicionar más el recuerdo de los aficionados las últimas remembranzas que las primeras (que le pregunten a Casillas y su legión de haters por sus últimos años), y a mí me pasaba con Seedorf que mis sentimientos estaban contaminados por los meses previos a su salida del club. Seedorf se fue del Madrid porque Lorenzo sanz necesitaba liquidez para pagar las nóminas (algo admitido por el propio expresidente), pero también porque su propio vedettismo había conducido a Sanz a la necesidad de desmantelar un equipo echado a perder por un aburguesamiento sobrevenido: la famosa quinta del Ferrari, que tuvo en Seedorf un destacado exponente.
Sin embargo, el recuperar su imagen a través de la campaña me ha hecho comprender que en realidad Seedorf, pese a que no estuvo muchos años en el club, pertenece a la élite exclusiva de mis jugadores predilectos. Estuvo en la primera Liga de Capello (que es como estar en Acorralado en lugar de en Rambo) y fue también, por supuesto, crucial en la conquista de la que, con permiso de Lisboa, es la más importante de las Copas de Europa de la era moderna del Real Madrid, entre otras razones porque inauguró dicha era. Y he rememorado su inenarrable gol al Atleti desde su casa. La mayor parte de los goles desde el centro del campo se producen tras describir el balón una elevada parábola con caída suave. Esto fue un pepinazo desde la altura de los banquillos que todavía estudia la Nasa. Seedorf fue realmente grande.
Fue tan grande, ahora que lo pienso, que logró superar esa fase de vedettismo para volver a ganarse el respeto de todos, incluido el más importante: el suyo propio. Lástima que esa redención se produjera cuando el surinamés andaba ya lejos del Madrid. Tres Champions con tres equipos distintos le avalan, aunque para muchos, claro, entre los que me incluyo, Clarence Seedorf será siempre y por encima de todo el pulmón de la Séptima.
También cuentan que fue zarandeado por Hierro en el vestuario por su indolencia en un partido. Que tiempos aquellos, en los que el capitán agarraba por el pecho al que estaba vagueando sin pudor y lo ponía en su sitio. Seguimos teniendo jugadores rácanos en el esfuerzo, lo que no tenemos ya son capitanes que los espabilen a guantadas y a veces hacen mucha falta.
¡Como me gustaba Seedorf y qué pobres éramos en esa época que tuvimos que venderlo para poder pagar los gastos corrientes!
Y luego ejjjque Floper nos va a llevar a la ruína, ejjjque no jugamos a nada. ¡A mamar, coño, a mamar!
Jajaja, desde luego que Hierro los tenía muy bien puestos y me creo a pies juntillas lo del rapapolvo. Hay ahora cierto central en casa que no le llega a los talones, pero que se cree su reencarnación. En cuanto a Seedorf, era desconcertante, capaz de lo mejor, pero también de lo peor.