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Resiliencia

Resiliencia

Escrito por: Antonio Valderrama7 diciembre, 2016
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La Wikipedia dice que la resiliencia es “la capacidad de los seres humanos para superar períodos de dolor emocional y situaciones adversas”. El Instituto Español de Resiliencia distingue diversos tipos de resiliencia: la ingeniera, entendida como la capacidad de un material de absorber energía antes de comenzar a deformarse plásticamente; la traumatológica, consistente en la capacidad del tejido óseo de crecer en el sentido correcto tras una fractura y la neurocientífica, que es la capacidad para afrontar y superar una situación adversa y robustecerse por el camino. Todas derivan del verbo latino resilire, cuyo sentido es el de comprimirse y rebotar, a la manera de los muelles. Es decir, como los juncos: poder ser doblados hasta más allá del punto de torsión, sin romperse.

Se dice en la web de este Instituto que la resiliencia llamada “organizativa” es nada menos que una “capacidad colectiva y articulada que permite estar preparado para aprovechar conflictos, debilidades y amenazas como fuente de oportunidad y desarrollo, aprendiendo del proceso de cambio y saliendo fortalecido de la experiencia. Es transformar una adversidad en una oportunidad”, lo que recuerda a aquello que se puso tan de moda en los Facebook de los cuñados cuando empezó la crisis de “crisis, en chino, significa oportunidad”. Remata el IER: “Las personas y empresas resilientes son aquellas que, siendo vulnerables a los impactos de las crisis y los cambios, son capaces de resistir, superar y utilizar esas experiencias para mantener o enriquecer sus objetivos y llevar a cabo estrategias y proyectos para su logro.” Atendiendo a todo lo expuesto, no cabe más que concluir una cosa: el Madrid de Zidane es la resiliencia más pura que puede encontrarse actualmente en el mundo; la más fina, la menos adulterada, la mejor, la que está sin cortar y todos quieren, pero ninguno puede ni tan siquiera imitar. La blue meth de Walter White en términos de resiliencia.

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El Madrid es resiliente desde su fundación, quizá porque una de sus primeras sedes fue el cuartucho de una tienda de repuestos y de material de construcción. Esas cosas marcan. Se llevan en los genes. El Madrid de Zidane ha perfeccionado el arte de la supervivencia, seguramente porque el madridista, como el homo sapiens, está programado para resistir, para seguir manoteando en mitad de un naufragio y para tirar lienzos de murallas a cabezazos. Y porque cree en sí mismo.

Últimamente se está esparciendo la especie de que Zidane, en realidad, no es responsable de nada. La idea de la autogestión ya está siendo deslizada con la alevosía habitual por los mentideros acostumbrados, como si un equipo de la alta competición pudiera perder sólo dos partidos en un año sólo porque sus jugadores queden para comer una vez al mes. Cuando un periodista o un opinador dice que un equipo se autogestiona está exponiendo tres cosas: primero, que él sabe más que los demás, es decir, que tiene información exclusiva y privilegiada sobre lo que ocurre en e el vestuario; segundo, que a su juicio el entrenador es un monigote cuya presencia al frente del equipo humano es absolutamente fútil y prescindible. Y tercero, que los jugadores poseen conocimientos tácticos y una sabiduría profundísima que alcanza la esencia misma del juego, de cuya erudición, por alguna extraña razón, no habían sido capaces de dar muestra hasta ahora. Quien habla de autogestión también está dejando caer otra cosa: que las sinergias emocionales dentro de un colectivo humano responden a movimientos cósmicos aleatorios. O sea, que con Benítez la misma plantilla pareciese un bloque de pisos de Alepo Este y que con Zidane súbitamente la conexión anímica entre los jugadores se activase no tiene relación alguna con lo que el propio Zidane haya podido hacer a lo largo de 11 meses.

El Madrid de Zidane ha jugado bien, mal y regular, pero la realidad objetiva es que ha ganado mucho y perdido muy poco. Ha derrotado a todo tipo de equipos y vencido en todo tipo de campos y situaciones: parece hecho de teflón, o del material con el que hacen los chalecos kevlar. Las balas pasan por su lado y las que le impactan en el cuerpo, resbalan, incapaces de hacerle verdadero daño. La resiliencia, además de ser una virtud, digamos, antropológica, también es una cualidad que se trabaja: el Madrid de Zidane es un calco espiritual de su capitán, un tipo capaz de lanzarse desde un avión sin paracaídas convencido religiosamente de que aterrizará sobre la copa de un árbol. Quizá el mérito de Zidane consista, en primer lugar y sobre todo lo demás, en creer, él también a ciegas, en la gente con la que se encuentra cada día al llegar a Valdebebas.

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Madridista de infantería. Practico el anarcomadridismo en mis horas de esparcimiento. Soy el central al que siempre mandan a rematar melones en los descuentos. En Twitter podrán encontrarme como @fantantonio

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Se pasó ocho años @antoniohualde despotricando de Bale porque no hablaba español. Ahora le parece que Bellingham en cambio bien... aunque tampoco habla español.

Sin embargo, creo que le entiendo, aunque no comparta su texto.

Estamos ante un escenario -en fútbol y baloncesto- que puede hacer de 2024 el mejor año deportivo de nuestras vidas.
Concentración, humildad y ¡a por ello!
¡VAMOS REAL!

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