Modric, MacGyver y el camarote de los Marx

El análisis de las portadas de los periódicos deportivos de hoy

Hay para todos hoy en las portadas deportivas. La Navidad obliga a que el premio venga repartido y que así cada cual pueda elegir su espejo y su destino, su anhelo y su homenaje. Nos van a permitir que nosotros escojamos a Luka Modric, no solo porque se nos aparezca en esta mañana de domingo como MacGyver en la portada de Marca, sino porque se nos sigue apareciendo como MacGyver en casi cada partido que juega para el deleite y la virtud, perfectamente vestido para la ocasión de gala que supone jugar en el centro del campo del Real Madrid y perfectamente ataviado para resolver, con apenas dos piernas, un balón y una mente prodigiosa, todos aquellos problemas de fluidez que puedan interponerse entre el Madrid y la victoria, entre el Madrid y el Madrid.

Cuenta Marca que está cerca la renovación del croata a sus 35 años, y nosotros solo podemos celebrar la justicia -también poética, sobre todo poética- de esta noticia. No es que se merezca Modric renovar por todo aquello que ha dado, sino que se lo merece por todo aquello que sigue dando, la mayoría de las veces mucho, algunas veces poco y todas las veces excelso en baile, en diseño, en giro y toque, en espacio y tiempo. No son un problema los 35 años cuando se sabe tanto del tiempo como Modric. Ahora solo queda cuidarlo tan bien como él nos cuida a nosotros. Ahora solo queda seguir disfrutándolo tan bien como él disfruta marcando la pauta, moviendo la batuta, haciendo sonar la orquesta, porque se habrán fijado ustedes en que si Modric dirige bien, el Madrid suena bien. Así que "libiamo ne' lieti calici", amigos, que Luka Modric nos sirve el mejor licor.

Si en la portada de Marca, Luka se señala el escudo del Madrid porque él es ya parte importante de la historia de ese escudo, en la de As se trata desde abajo la noticia de su renovación y se le concede casi toda la importancia a otro rubio. Es Marcos Llorente el protagonista ahora, que aparece con su perrito para dar cuenta de sus andanzas en este año 2020 que casi termina. No podemos y sobre todo no queremos desearle nada malo a Llorente, aunque estamos seguros de que comprenderá que tampoco deseemos que gane ningún título con el Atleti, si bien no nos duelen prendas, y hasta nos alegramos, de reconocer su eclosión como uno de los jugadores más en forma de esta Liga. Los genes de la saga Gento dan para mucho, aunque lamentablemente no fueron suficiente para que Marcos diera en el Madrid lo que está dando ahora en el Atlético. No crean que no lo lamentamos.

Hasta aquí, todo bien. Hasta llegar a Barcelona, hemos visto portadas sobrias, serenas, navideñas incluso. Es ahora cuando todo se desmadra, amics. Es ahora cuando Mundo Deportivo y Sport nos invitan a una de esas fiestas de oficina en las que se empieza a mezclar vino con orujo y se acaba con la corbata en la cabeza, abrazando al jefe, cantando por Raphael y no queriendo volver a trabajar al día siguiente por la vergüenza de lo dicho y hecho la noche anterior. Como los recuerdos de esas fiestas, las portadas vienen a retazos, apenas sin hilo conductor más que la fiesta misma, sin mayor coherencia que la locura progresiva del no saber a dónde se va ni qué vino es este que me han puesto en el vaso de plástico.

Desde los bajos de Sport nos mira Laporta como queriendo venir a la fiesta. No se le ven las manos, pero en una de ellas lleva serpentinas y en la otra una botella de buen cava agitado para que salte el tapón y lleguen el escándalo y la espuma a todos los invitados. Desde los altos, aparece Eric García, que a estas alturas ha sido fichado por el Barcelona unas trescientas veces; las mismas que Depay, cuyo fichaje ahora parece congelarse a la vez que Pochettino envía un burofax a Messi para ficharlo el año que viene, PSG mediante.

Es el camarote de los hermanos Marx, es una barraca de feria, es un collage de arte pop lo que nos ofrecen las portadas culés. No podemos menos que agradecer este delirio, este desenfreno, este no conocer más propósito que el de huir hacia adelante con una eterna sonrisa ebria y desencajada. Danzad, danzad, benditos.