Anda el patio revolucionado a cuenta del gol de Mbappé que dejó a la Roja castigada sin postre, qué desfachatez. Ya se sabe, lo habitual: desgarramiento de vestiduras, ay, uy, escándalo, están matando el fútbol, cómo pudiste hacerme esto a mí, yo que te hubiese querido hasta el fin, y el resto de la letanía con que la prensa matria eleva sus oraciones frente al altar erigido al júrgol de verdad de la buena. O sea, al que practican el Barcelona y ese equipo que ha amanecido Luis Enrique para que se vayan fogueando los nuevos Messi que produce la Masía cada cuarto de hora, y que gira en el tráfico de la cosa del júrgol bajo el nombre de la Roja. A mí me aburre tan grave asunto, he de confesar. Se conoce que a resultas de ese gol fatídico hemos perdido la final de un torneo que al parecer existe y eso, y tenemos al país mustio y compungido, vaya plan.
Y lo entiendo, ojo. Qué importa que la norma sea clara y lleve en vigor la intemerata de tiempo, según leo a mi amigo Alberto Cosín, que en estas cosas es autoridad. Lo mollar aquí es que permitió a Francia, a la sazón rival de la Roja, ganar, y además con un gol de ese oscuro objeto del deseo madridista (dicho sea lo de oscuro sin el menor ánimo racista, que los adjetivos los carga el diablo para que se entretengan los monos). Intolerable. Reconozco que mi desapego a la Roja no me impidió ayer espiarla un ratito por el ojo de la cerradura con la secreta esperanza de ver aparecer a mi hijo post-adolescente, que -aunque no juegue al fútbol- tiene la edad y la falta de nombre que exige Luis Enrique como conditio sine qua non para ser seleccionado. Pero quia, no hubo suerte. Eso sí, mientras estaba mirando con un ojo entornado y el otro guiñado en plan peep-show, me dio tiempo a ver el gol imperial de Benzema, o sea un porno restallante de duende y de magia, nada menos.
Y es que Benzema es como un torero ilusionista que saca de la chistera los naturales desmayados, y los despliega convertidos en revolera -la muleta, el capote- que apenas nace ya desaparece, y nos deja el alma sobrecogida para siempre por ese instante de encantamiento, rendida, saciada y sometida -como el morlaco, como el rival- ante la autoridad incontestable de la belleza absoluta. Benzema riega el césped con sus pies de bailarín, y éste reverdece y crece a su paso, y estira el cuello para no perder detalle, como el aficionado en la grada. Benzema detiene la carrera con unos puntos suspensivos, y así atrapa el tiempo y se lo cambia de mano como un trilero de nuestras emociones, y cuando todo parece haberse parado y empezamos a preguntarnos dónde está la bolita, nos sacude la explosión vertiginosa del gol inefable, gallardo, majestuoso, al tiempo que el rival descubre, corrido y apabullado, que la bolita está -lo ha estado desde el principio- en su portería.
Así que, sí, a mí me hastían las fastidiosas discusiones sobre el gol de Mbappé y su interpretación a la luz del reglamento. Me exasperan esos análisis de las jugadas hechos con lupa, con las gafas de cerca montadas sobre el puente de la nariz, y con la altura de miras del honrado contable cuya única preocupación es cuadrar el balance. Me irrita -ya lo he dicho otras veces- esa obsesión forense, ese diseccionar una jugada con bisturí hasta sacarle todas sus tripas y dejarlas esparcidas sobre la fría mesa de mármol. El fútbol es el terreno anchuroso de las emociones puras, de la alegría infantil e incontenible, y a veces -pocas, para los madridistas- de las decepciones, pero nunca, jamás, el de la ciencia ni el de la hermenéutica. No nos priven, a fuerza de sesudos análisis, del derecho a volver a encontrarnos con el niño que fuimos, con sus emociones simples, limpias, no sujetas a término, modo o condición. Dejen disfrutar sin pliegues ni dobleces ni segundas derivadas a los niños que somos y que, al contemplar a once señores bastante feos y tatuados saltar al campo, no ven sino a dioses, a sus dioses. No nos despojen de nuestros sueños de niño, del último reducto de inocencia que aún no nos ha robado la vida, esa ladrona cruel.
Y sobre todo, no lo hagan cuando uno de esos dioses lleve el nombre de Benzema cosido a la espalda. Cómo podría uno perder el tiempo en ocupaciones tan prosaicas como analizar la legalidad del gol de Mbappé cuando tiene delante la poesía fecunda, desbordante, de este deus ex machina que tan a menudo transmuta la tragedia en éxtasis de un plumazo genial. Y si además lo hace pintando de pasmo la cara de Luis Enrique y sus luisenriquitos, pues tampoco vamos a pedir disculpas, digo yo.
Los lloros por el gol no anulado a Mbappé son en realidad el grito anticipado de “Así, así, así gana el Madrid”. Están calentando.
John Falstaff se prodiga poco en la Galerna. Ya me vale. Porque cuando aparece es como si , de repente, resonaran las mejores composiciones de Bach a mi alrededor.
Desde luego, cada artículo de John es una Champions más en la vitrina de La Galerna.
Muchas gracias, Floquet y playaconmedusas, pero no alimenten tanto mi vanidad, que es una señora glotona y con tendencia a la obesidad. Piropos tan exagerados como los suyos le producen una digestión pesada, y se pone aún más insoportable que de costumbre.
El artículo es una maravilla, y el comentario es una genialidad. Alabar a Falstaff mencionando a Bach es una provocación espectacular: creo que sir John considera a Johann Sebastian uno de los tipos más aburridos de la historia (diría que prefiere a Debussy, que debe de ser el suplente de Giroud en la selección francesa; con eso está dicho todo).
Aprovecho el micrófono para señalar una mácula en el espléndido texto falstaffiano: ¿cómo se le ocurre a usted menospreciar las derivadas segundas, hombre de Dios? La segunda derivada nos indica hacia qué lado caen la convexidad y la concavidad, y nos da una idea de la curvatura. Un servidor se declara muy partidario de las curvaturas, las concavidades y las convexidades, y en su nombre impugna la alusión despectiva a esas segundas derivadas.
Para concluir, me permito coincidir con Floquet: prodíguese más, sir John, que no nos importa escuchar una y otra vez la pasión según san Mateo. O la suite bergamasque.
Hombre, don Federico, uno también es muy partidario de ciertas curvaturas, convexidades y concavidades, faltaría más. Pero para tenerlas en lo que valen le basta y le sobra con el sentido de la vista y, en el mejor de los casos, del tacto. No sé yo qué añaden las matemáticas a tan noble afición, como no sea emascularla al dejarla reducida a números.
Y en cuanto a Bach, no me sea usted provocador. Sabe perfectamente que aprecio su genio musical, con toda probabilidad el mayor que ha existido; otra cosa es que la perfección tienda a aburrirme y que la seriedad luterana me atraiga lo mismo que unas declaraciones de Piqué, pongo por caso. Yo soy más de la humana divinidad de Mozart, que tanto se parece a Modric, y del genio desbordante de vida de ese Cristiano Ronaldo avant la lettre que fue Beethoven, qué le vamos a hacer. Y a veces también de Debussy, sí, que de tanto aburrirse observando el cogote de Deschamps en el banquillo francés, le da por evadirse creando unas atmósferas y ensoñaciones que también tienen su punto, para qué lo vamos a negar.
A Luis Enrique hay que reconocerle un merito que para mi no tenían los anteriores seleccionadores.
Los partidos de la selección eran insufribles y yo particularmente no veía ninguno, un castigo cada vez que había un paron y tocaba ver a la selección, eso unido a no poder ver al Madrid castigo doble.
Ahora no me pierdo ninguno y los sigo con sumo interés incluso nervios... por supuesto que desando que pierdan.
El otro dia que gozada, después del primer gol y los saltitos ridiculos que se pega el seleccionador de turno cada vez que marca la selección, luego Karim y mas tarde Kylian pusieron las cosas en su sitio, como debe ser, dos "madridistas" amargando al amargado.
No me pierdo los próximos contra Grecia y Suecia!
Genial
La seleccion española ha dejado de serlo. Ya no es siquiera la roja. Ahora es la seleccipn de Luis Enrique. El es el amado lider y bien se ha preocupado de serlo: primero echó a su sustituto, no vaya ser que le hiciera sombra y luego se rodea de jovenzuelos y elimina a Ramos, que por supuesto, estaría siempre por encima del seleccionador.
En el pais de los ciegos, Luis Enrique es el rey. Y sabe mas que todos de futbol. Si hubiese dicho esta frase Mohuriño...
Gran comentario, sí señor.
Pido perdón a Falstaff, al que felicito, por supuesto, por el artículo. Pero aprovecho el comentario para preguntar si alguien me puede decir quién es Francisco Sánchez Palomares en la foto de la entrevista a Valdano, quien ha aprovechado, según mi opinión, para blanquear sus comentarios.
Quizás la relación del citado y la foto es que suya es la autoría de la misma. Desde luego , no hay imagen que atestigüe lo sucedido. No me parece mal que La Galerna deje lugar a cierto misterio.
Sobre la entrevista, es evidente la buena relación que hay entre el entrevistado y don Jesús. Básicamente infiero dos objetivos, blanquear la imagen de JV e ir preparando el camino a Raúl , quien de momento , aunque no dudo de su valía y de lo que ayuda a los canteranos a crecer, no está obteniendo los mejores resultados posibles en cuanto a marcador.
Si la relación entre Florentino y Raúl fuera tan buena, que no lo sé, como la que hay entre JV y JB, no tendría ninguna duda de que veríamos a no tardar mucho a Raúl entrenando al primer equipo. Ya me gustaría.
Don Paco ya nos lo aclaró en esa maravilla de RR.SS que es Twitter. Él fue quien hizo la instantánea, y por lo cual se llevó cierto disgusto su señora madre al no verlo juntos al resto del elenco.
Vamos a ver si nos ponemos de acuerdo con nosotros mismos. Mbappe hace nada era la ilusión de todos los días. Vamos , que el cupón completo de la once costaba 200 millones y era el sueño del madridismo pagarlo y llevarlo a casa.
Ahora viene el premio gordo pagando la propina y no lo queremos.Se nos atraganta esperar dos meses.
El Barcelona mientras haciéndose el tonto y riéndose de nosotros .Un equipo de chavales sacados del todo a cien que va a dar guerra una década y nosotros nos ponemos estupendos.
En un par de años con estos consejos nos vemos compitiendo contra portaviones con un tirachinas .