Con ocasión del 30 aniversario de Juan Gómez "Juanito", os ofrecemos lo que nos han dicho sobre él unos cuantos excompañeros, periodistas e ilustres madridistas.
Míchel (excompañero en el Real Madrid): "Recuerdo eterno"
En una fecha como hoy, albergo sensaciones contradictorias. Por una parte, cada vez que me acuerdo de él me vienen a la cabeza vivencias agradables. Son muchos momentos vividos juntos y muchas enseñanzas recibidas de él. Por otra parte, me invade una sensación amarga por no poder tenerle a mi lado cada día para estar continuamente expresando esa gratitud, y contándole cómo le recordamos. Daría tantísimo por que él pudiera recabar en vida tantos halagos y tanta admiración como justamente ha recogido su memoria en estos treinta años... Es el recuerdo eterno de un excelente futbolista, y de un amigo y compañero que no solo demostraba serlo en el campo, sino también con su permanente ayuda fuera de él, con su inmensa generosidad, una generosidad que resultaba especialmente patente con los jóvenes, a quienes no se cansaba de mostrarnos el camino. Le mando un abrazo enorme allá donde esté. Seguro que lo recibe
.
Tomás Guasch: Pasa la vida, los futbolistas, los triunfos, pero al final está Juanito presidiéndonos.
Juanito debe estar dando saltos. La icónica foto suya de Raúl Cancio festejando un gol en el Bernabéu presidía ayer el acto de homenaje en el 30º aniversario de su fallecimiento. Un encuentro de amigos en Fuengirola donde se proyectó el documental “Juanito” de Magnétika Films en un Palacio de la Paz al completo, con la presencia de compañeros suyos como Paco Pineda, Salguero, Gallego, Poli Rincón, Boquerón Esteban o Roberto López Ufarte (que se plantó en Fuengirola desde San Sebastián en coche) en un ambiente de recuerdo al mito.
Fuengirola no le ha olvidado ni le olvidará nunca. A los 35, a los 50 y a los 100 años de su fallecimiento habrá gente recordando a la persona más importante de la ciudad y uno de los jugadores más significativos de la historia nuestro fútbol.
Estuvieron también los hijos y la familia en este acto organizado por el Ayuntamiento y la Peña Madridista de Fuengirola, que preside Antonio Carrasco, un tipo magnífico que nos guió por recuerdos extraordinarios desde los inicios de Juanito en Málaga hasta el final, cuando acabó en Los Boliches jugando cinco partidos dos años después de haberse retirado.
Estamos ante un mito que solo la fatalidad evitó que le viéramos en el último rol de su vida deportiva: entrenar al Real Madrid. Todo el mundo tiene claro que antes o después Juanito se habría sentado en el banquillo del Bernabéu.
Las imágenes de sus momentos triunfales, y de los menos triunfales, han conformado la vida de un tipo irrepetible que ayer recibió un merecido homenaje en su tierra.
Va pasando la vida, van pasando los futbolistas, los equipos, los triunfos, pero al final de todo está Juanito presidiéndonos.
David Summers (Hombres G): “La gente lo adoraba”
Juanito era muy amigo de mi padre. La admiración entre ellos era mutua. A Juan le divertían mucho las películas de su amigo Manuel. Y a mí padre —a pesar de que “su” Madrid era sobre todo el de los 70, el de Zoco, Amancio o Gento— también le encantaba Juanito como futbolista, pese a ser algo posterior. Tengo recuerdos algo vagos, porque ha pasado muchísimo tiempo. Pero sí me parece estar viendo a Juanito en casa, donde venía a veces para comer o cenar. Conmigo era muy cariñoso y simpático, realmente encantador. Era un pedazo de pan. Le recuerdo ahí en el salón de casa de mí padre, viendo los cuadros que este había pintado, o los dibujados por mi abuelo. ¿De qué hablaban? Podrías pensar, siendo como eran ambos tan apasionados del Madrid, que hablaban sobre todo de fútbol. Pero ambos eran también dos grandes entusiastas de la belleza de la mujer, y tengo la sensación de que muchas veces la conversación discurría más bien por esos derroteros. Con el paso del tiempo, seguía encontrándomelo por ahí. Lo recuerdo en el estreno de una película donde también estábamos nosotros, los Hombres G. La última vez que le vi nos lo encontramos en la estación de tren de Málaga, sí no recuerdo mal, estando yo de gira con mi grupo. Fue como siempre adorable conmigo. Me preguntó por mi padre. Muy poco tiempo después tuvo lugar el maldito accidente. Nos quedamos todos hechos polvo, recordando lo feliz que estaba aquella ultima vez que le habíamos visto, hacía muy pocos días. Se habla mucho de su carácter, pero hay que tener en cuenta las características del fútbol de la época, que era más temperamental, más visceral. Hablamos de los ochenta, con los ultras agarrados a la malla. El contexto era distinto. En todo caso, aquellos arranques, lo de Matthaus por ejemplo, fueron cosas episódicas de las que luego se arrepintió. Se calentaba rápido, pero fueron momentos puntuales. Sigue siendo uno de los jugadores más queridos de la Historia del Real Madrid. Personalmente, nunca dejaré de levantarme en el minuto 7 para cantar “Illa, Illa, Illa, Juanito Maravilla”.
Joe Llorente Gento (Exjugador del Real Madrid de baloncesto, medallista de plata en Los Angeles): "La dualidad mística de un madridista apasionado"
Cuantas veces me encontré con Juanito mostró una afabilidad suma, un carácter amable fronterizo al afecto, aun y cuando nunca tuvimos un contacto continuo ni estable. Ello no fue obstáculo para que se interesara por nuestro equipo de baloncesto y mi familia, mostrando su madridismo profundo en ambos y en otros sentidos. Su conocimiento de nuestra marcha en la temporada mostraba un seguimiento del pormenor. En otro momento, ya cercana su hora del adiós me dijo, ¡qué lástima que ahora que dejo de ser futbolista llegue tu hermano Paco, con los buenos balones al espacio que le hubiera colocado! Por supuesto, yo le devolvía palabras semejantes en relación a su equipo, y obtenía respuestas llenas de sentido común, compañerismo, de fe en la victoria, de anteposición de la trayectoria del club a las voluntades particulares.
De cuanto en cuanto, coincidíamos ambos equipos en el hotel Calderón de Barcelona, creo que el primero del gran proyecto de la cadena. Nunca dejaron de venir a saludarnos aficionados y peñistas de las muchas que hay en Cataluña. Y nunca vi a nadie tan generoso con ellos, tan dispuesto a emplear su tiempo libre en agradecer a quienes apoyan al Real Madrid en tierra deportivamente extraña —hostil, en determinadas circunstancias—. Juanito pasaba horas con ellos, firmando autógrafos, posando para fotografiarse, charlando para refrigerar la garganta, café y agua de por medio.
Para su propio pesar, que en cierto momento me expresó, Juan no fue un madridista modélico, aunque nunca lo hubo tan apasionado. Su carácter dual, inevitable en apariencia, al menos para compensar su amor por sus colores, le alejaba de los cánones del club, que reprochó sus conductas reprobables en público y en forma monetaria. En sus arrepentimientos, el siete inolvidable alcanzaba cumbres próximas a la mística madridista, el reflejo de una contrición sincera y desgarradora cuyo desenlace producía el efecto contrario, paradójico, de concitar aún muchos más afectos que reproches: era imposible no quererlo más en su desgarro. Como aquella noche ante los micrófonos de José María García, cuando rompió a llorar desconsolado tras una de sus trastadas, mientras lanzaba una pregunta de difícil respuesta: “¿Y qué les digo yo mañana a los niños de mi escuela?” Escuchando su desesperanza, apenas sin reparar en ellas, a este cronista también se le escaparon lágrimas de comprensión.
Luis Alberto de Cuenca (Premio Nacional de Poesía, ExSecretario de Estado de Cultura): “Un elegido de los dioses”
A pocos personas se les habrá atribuido mejor el término “maravilla”. Es uno de los grandes iconos del fútbol español. El dúo que formaba con Santillana nos brindó muchísimas alegrías a los madridistas. Decían los romanos que la muerte prematura era señal de los elegidos por los dioses, y lo de Juanito no cabe duda de que refrenda este aserto, porque fue sin el menor género de dudas un elegido. Los romanos, precisamente, glosaban en libros las grandes hazañas de sus héroes. Es una pena que Juanito llegara tarde a aquellos recuentos épicos, porque merecía sin duda un capítulo en alguno de esos libros. Tenía un carácter algo agreste que no hacía sino reflejar su enorme corazón.
Tomás González Martín (ABC): “Un líder incomprendido” Treinta años sin Juanito y parece que fue ayer. Treinta años sin Juan, el líder de un equipo con dos cabezas, Stielike y él. Se llevaron muy mal precisamente porque representaban dos liderazgos muy distintos, pero cuando saltaban al campo olvidaban todo y llevaban al Real Madrid adelante. Era duro verles salir del vestuario juntos a saltar al campo y no hablarse, pero dentro de la caseta ya habían dado los consejos a sus compañeros. Viví muchos momentos con Juan Gómez. Le dio mucha rabia cuando José Luis Núñez le atacó porque decía que dejaba las mujeres embarazadas por las esquinas. Aquel ataque despiadado, que el histriónico Núñez perdió en los tribunales, hizo a Juan más fuerte y con más carácter del que ya tenía.
Juanito era un jefe. Cuando el equipo no tenía ideas, cogía el balón y arriesgaba y regateaba desde el centro del campo. Y cuando perdía la pelota el Bernabéu le silbaba, pero él nunca se asustaba y repetía y repetía los regates hasta que le salían. Muchos no habrían intentado más ser el líder del equipo ante los pitidos, pero Juan no se arredraba e insistía para llevar el balón hacia arriba. Lo hizo siempre. Su regate y su pasión por el Real Madrid la hicieron un grande. Eran borbotones de sangre en el campo. Dejó marca en el madridismo. Compartí veladas con él en los años buenos y en los menos buenos. Con el paso del tiempo pienso que fue un incomprendido. Pocos entendieron su manera de ver el Real Madrid. Lo daba todo por él, y por eso a veces se pasaba de los límites. Ojalá pudiéramos decir eso de muchísimos jugadores en el siglo XXI. Fue un gran delantero con una personalidad desbordante que también aplicaba en su vida ajena al deporte. Se le echa de menos 30 años después.
Paco Buyo (Compañero en el Real Madrid): "Generosidad infinita"
Coincidí dos años con Juan en el Madrid. Era un hombre tremendamente pasional, con un corazón que se le salía del pecho. Era muy, muy divertido, y de una cosa podías estar seguro: nunca jamás pasaba desapercibido.
Como se ha dicho en muchas ocasiones, era uno de los grandes instigadores de aquellas remontadas europeas. Todo lo que se ha contado es cierto. En la víspera de aquellos grandes partidos, recorría las habitaciones de todos despertándonos, dando voces y portazos, al grito de "¡Somos el Madrid y mañana los reventamos!"
Aunque se marchó del Madrid a los dos años de mi llegada, venía con frecuencia por la capital y seguíamos viéndonos. Y jugué, esta vez contra él, cuando se fue al Málaga a acabar su carrera. Nunca olvidaré la anécdota. Era una de las últimas jornadas de aquella Liga. Jugábamos en La Rosaleda con Juan enfrente. El partido fue bonito y reñido, y cuando quedaban pocos minutos para el final el marcador era de empate a dos. Era un buen resultado para ambos. A ellos les permitía casi asegurar la permanencia y a nosotros nos lo ponía fácil para ganar el campeonato en casa la jornada siguiente, ante el Espanyol, como así sería. Viendo que el resultado era bueno para ambos, en los últimos instantes Juan empezó a decir a todos que ya nos podíamos permitir aflojar un poco. "Tranquilo, Paco", me decía. En el último suspiro, se produjo una falta a favor del Málaga en la frontal. La chutó Matosas, un argentino que tenía el Málaga por entonces, y el balón salió fuera lamiendo el palo. No veas la bronca que le iba pegando Juanito por todo el campo por haber estado a punto de marcar.
Su generosidad era abrumadora. Era capaz de quitarse el abrigo y dárselo a un vagabundo para que no pasara frío. Lo hizo varias veces. Era absolutamente único.
Gordillo (Compañero en el Real Madrid): "Puro corazón"
En la gestación de mi segunda etapa en el Betis hay una anécdota relacionada con Juanito. Juan entrenaba al Mérida, pero todo indicaba que el Burgos, donde él se formó, ascendería a Primera y él lo entrenaría. Él quería que yo me fuera del Madrid a jugar en su Burgos. Yo le dije: “Juan, si mi Betis me llama yo me voy al Betis, lo mismo esté en Segunda, Tercera o lo que sea. Pero si el Betis no me quiere y el Burgos asciende, cuenta conmigo”. Juan vino a Madrid a vernos jugar contra el Torino, y por desgracia ya sabemos lo que pasó en su viaje de vuelta a Mérida.
El día de su muerte fue uno de los más duros de mi vida. Yo me fui a entrenar conociendo ya la noticia. Ricardo (Gallego) llamó a casa. Coge mi mujer. “Es Ricardo”. Imagínate.
Era puro corazón. Tenía un pronto que se activaba enseguida pero duraba también poquísimo. Eran seis, siete segundos. Después venía y te daba un beso. Por culpa de ese pronto tuvo que irse del Madrid, por aquello de Matthaus, pero luego fíjate cómo quedó con él, pidiéndole perdón con reportaje del Marca incluido, regalándole un capote… Hay que recordar que Juanito reacciona así porque lo que sucede antes es una entrada absolutamente criminal del propio Matthaus sobre Chendo.
Era muy pasional, muy cariñoso, pero con un pronto tremendo. Como era como mi hermano, le conocía bien, y sabía cuándo se le podía hablar y cuándo no. “Hoy mejor dejadle en paz, que le conozco y hoy está revirao”. Aunque la verdad es que conmigo nunca estuvo así.
Juanma Rodríguez (esRadio entre otros medios): "Juanito era madridista del modo en que hay que serlo"
Fui extremadamente juanistista desde mi más tierna juventud. Recuerdo que tenía una de esas carpetas con separador, y la llenaba de fotos del de Fuengirola por todas partes, por delante, por detrás, por fuera, en las separaciones. Un compañero de clase llegó a preguntarme si me gustaban las mujeres. Sí, le respondí, pero ¿qué le voy a hacer si estoy obsesionado con Juanito? Hablaba de él a todas horas.
Empatizaba con él. Me parecía que entendía el madridismo precisa y exactamente como hay que entenderlo. Sin ambages, sin medias tintas o equidistancias. Del Madrid se es o no es, sencillamente, y él lo era. A mí me parece que, en asunto de madridismo, o estás o no estás. Y él estaba, vaya si estaba. El único ejemplo posterior mínimamente parecido que se me ocurre es Guti, y ni siquiera. Desde el punto de vista estrictamente futbolístico, era también el tipo de jugador que siempre me ha gustado. Muy técnico, muy veloz y con un carácter de mil demonios.
Guardo como un tesoro el día en que le conocí. Un amigo de la urbanización de la Sierra, Paulino, era representante de material deportivo, y conocía a Juan a resultas de la tienda de ropa deportiva que tenía en la capital, una tienda que estaba muy bien, por cierto, no sé por qué no le fue mejor. A Paulino yo le daba la monserga con Juanito día y noche. Yo aún ni siquiera estudiaba periodismo, y si lo hacía sería muy al comienzo de la carrera. Una tarde de verano —sería julio o agosto—, me llama Paulino y me dice: "Vente a mi casa que te quiero presentar un amigo". Imagínate cuando llegó allí y me encuentro a Juan Gómez jugando al mus. Estuvo encantador.
No volví a verlo hasta varios años después, ya estando en uno de mis primeros trabajos como redactor, en la revista de Unión Fenosa, hazte cargo. Le llamé y, aunque no nos habíamos vuelto a ver en todo ese tiempo, me reconoció enseguida. "Hombre, Juanma, cuánto tiempo. ¿Qué quieres? ¿Una entrevista? Por supuesto. Mira, vente el viernes al Hotel Monte Real, que es donde nos concentramos". Y para allá que me fui, a entrevistar a Juanito para la revista de Unión Fenosa.
Conservo la foto como la instantánea que capta uno de los mejores momentos de mi vida. Recuerdo estar ahí hablando con él y pensando: "Juanito está aquí hablando solo conmigo". Era un pensamiento increíble, enormemente poderoso. Es la foto que guardo con más cariño de toda mi trayectoria profesional.
Cuando murió, el vacío que sentí fue enorme. Es como cuando murió Cary Grant, lo sentí como si fuese alguien de la familia, y eso que nunca tuve el gusto de conocerlo. Pero a Juan es que además lo conocí, lo pude tratar. Lo que más siento, sin embargo, es precisamente no haber tenido un mayor trato con él mientras estuvo con nosotros.
Luis Miguel Beneyto (Exjugador y Directivo del Real Madrid entre 1978 y 1985): "Supermadridista"
Cuando Luis de Carlos llegó a la presidencia del club en 1978, Juanito ya estaba allí, y seguiría allí cuando nos fuimos. Tratarle fue algo inmensamente especial. Era muy temperamental, muy visceral. Todos le recordamos dando saltos de alegría en su retirada del campo, consumada la remontada ante el Borussia.
La primera palabra que viene a mi mente si pienso en Juan es SUPERMADRIDISTA. Y la segunda es GENEROSO. La mejor prueba de lo segundo es que firmó su renovación en blanco.
Borja Sémper (Escritor, colaborador de Onda cero y expresidente del PP de Guipuzcoa): "¿Un jugador de los de antes?"
No, no era un jugador "de los de antes". como se dice a veces. Juanito no es el fútbol de antes. Juanito es el fútbol de siempre, o el que debería ser el de siempre. Porque el fútbol no es nada si no es verdad y pasión y sentimiento. Juanito tenía todo eso. Por eso no es de otra época. Es el jugador del fútbol de siempre. Hala Madrid.
Jesús Alcaide (Real Madrid TV): "Qué grande eras, qué grande eres"
Ya no eras el ídolo de masas, la columna sobre la que se sostenía tu Real Madrid. La Quinta del Buitre había tirado la puerta abajo con su empujón de modernidad. La Quinta de los Machos, con Hugo, Maceda y Gordillo, te había estrechado los minutos de titularidad y protagonismo. La primera línea atacante que muchos chavales de los últimos 70 y primeros 80 recordaban, Juanito, Santillana y… pongan a Cunningham, Jensen , Isidro, Ito y algunos más como acompañantes del que parecía dúo eterno, se batía en retirada pero no se rendía. Asumía su condición de secundaria de lujo ante la nueva ola, pero seguía ayudando y sirviendo honorables servicios a la causa blanca. Ya en más ocasiones desde el banquillo que como protagonista desde el minuto 1.
Y llegó aquella noche de diciembre del 85. Sólo había que remontar un 5-1 a uno de los gigantes del entonces dominador fútbol alemán, el Borussia Moenchengladbach del que años después sería entrenador de la Séptima, hipo Heynckes. El destino que escribe recto con renglones torcidos. Ese día tu compañero Santillana fue titular. Y tú también pero no como elemento desequilibrante en ataque, sino como centrocampista organizador de pie fino y ayuda laboriosa. La alineación de Molowny, plagada de delanteros, rememoraba aquellos equipos de la primera época del fútbol , en los que se ponía algún defensa porque alguien tenía que estar cerca del portero. Michel , Gallego y tú en la zona de creación. Y arriba, Butragueño, Santillana y Valdano, madridistas de diferentes generaciones empeñados en hacer lo que siempre hace el Madrid. Lo imposible. Faltando 15 minutos, aún a dos goles de distancia del milagro, salió otro delantero, Cholo, por San Jose. Y se ganó por 4-0, por supuesto .
Yo estaba allí y te vi ejercer de centrocampista total, repartiendo pases como un prestidigitador. No marcaste. Valdano y Santillana, dobles goleadores, aparecen en los libros, pero nada puede oscurecer el recuerdo del seísmo que puso a prueba los cimientos del Bernabéu, cuando ya con la proeza firmada, y tras una actuación memorable, abandonaste el rectángulo para ser sustituido por Martin Vázquez. Tus saltos de alegría, los de un niño cuando los Reyes le han dejado a los pies de la cama su regalo más deseado, los de un madridista acérrimo, saboreando los 90 minuti molto longo, o longuen, que eran alemanes, constituyen una de las imágenes más potentes del extenso imaginario madridista. Eran saltos enloquecidos, desatados, de frenesí interminable. Cada una de tus pisadas retumbaba al compás de 90.000 gargantas que te seguían el paso con la fiebre del ganador, del asistente a un milagro cotidiano. Cómo sonaba el Bernabéu, cada vez que te acercabas al cielo con cada uno de tus brincos. Yo lo sentí. Todo tembló.
Cuántos goles marcaste, cuántas hazañas firmaste para que cada minuto siete se recuerde en el santuario que illa illa illa, eras una maravilla. Pero mi gran recuerdo es el de aquella noche en la que, ya ejerciendo aparentemente un papel secundario, ganaste el Oscar de la posteridad con tu infantil y desbordante locura. Qué grande eras, qué grande eres, don Juan Gómez, Juanito .
Itxu Díaz (La Galerna entre otros medios): “Espejo en el que mirarse”
Por edad y afición, mi 7 fue Butragueño. Pero de él aprendí pronto que el 7 era, es y será siempre Juanito. En el gesto inolvidable en que Juanito sube a hombros al Buitre después de su golazo al Cádiz está resumido el espíritu del madridismo. Aquel cambio generacional fue impronta y forjó para el devenir el carácter del equipo y la comunión total de la afición. Y fue obra de Juanito, del que aprendimos lo que sabemos sobre la lucha y el arte de ser parte de la gran familia madridista. Tuvimos la suerte de tener como ídolos a tipos como Butragueño, Míchel, Sanchís o Martín Vázquez, que nos enseñaron que la primera norma del éxito es regalarlo y agradecerlo a los mayores, en homenaje a su gesta precedente y a su padrinazgo. Y ahí, como maestro y referente, como espejo al que mirarse en la victoria y en el fracaso, late por siempre para todas las generaciones venideras Juan Gómez, Juanito, el Real Madrid.Barney (La Galerna): "Extremo puro"
Juanito era extremo. En todos los sentidos. Extremo en el juego y extremo en su capacidad de amar y ser amado. Extremo cuando se trataba de defender al Real Madrid ante quien se interpusiera, ya fuera un rival en el campo, un árbitro o un sicario parapetado tras un micrófono. Extremo para contagiarnos su espíritu, su brega o su alegría, como en la mítica salida del terreno de juego tras la remontada al Moenchengladbach. Yo me sentía Santillana mientras remataba con el alma, pero en ese momento era Juanito dando botes por el salón de casa, a pesar de que el partido lo siguiera por la radio. Juanito tenía una habilidad innata para jugar pegado a la raya de banda, pero en ese juego de extremos, de bordear la línea, alguna vez la superó. Prokov, Belgrado, Stielike, Matthaus… Un corazón de extremo puro (más bien cambiando el “de” por “en”) lo animaba al arrepentimiento casi instantáneo, porque quizás nunca un diminutivo representó a alguien tan grande, alguien que se nos marchó demasiado pronto.
Israel García Montejo: "El capitán eterno"
Me acuerdo de aquella noche, la última de Juan Gómez “Juanito” en el Santiago Bernabéu. Jugaba el Real Madrid contra el Torino en la Copa de la UEFA y Juanito no estaba sobre el césped, sino en la grada, viendo a su Madrid como un aficionado más. Fue un partido intenso, sin duda alguna, del gusto de Juan Gómez, acostumbrado a la guerra de guerrillas y el combate sin cuartel.
A Juan, la carretera, en su viaje de regreso a Mérida donde dirigía al equipo de la ciudad, se le convirtió en una trampa insalvable. La conmoción fue absoluta. Había muerto Juanito y, a cambio, nacía una leyenda. Mal negocio siempre en el corto plazo.
La grada, que ha había adoptado al siete como alguien de los suyos, lo convirtió en un icono desde el mismo momento en el que las emisoras de radio y las televisiones empezaron a dar la noticia de su muerte. El ‘Illa, illa, illa, Juanito maravilla’ que el Bernabéu corea en el minuto siete de cada partido forma parte del ADN del madridismo.
En un club con la historia del Madrid y por el que han pasado futbolistas de la talla de Di Stéfano, Gento, Puskas, Pirri, Cristiano Ronaldo, Casillas, Sergio Ramos, Amancio, Hugo Sánchez, Michel, Velázquez… el único con un cántico personalizado y fijo en todos los partidos del Bernabéu es Juanito. Con eso se dice todo.
Si el fútbol es el único deporte universal, lo es por su capacidad por levantar pasiones, y si alguien sabía mostrar y transmitir esa pasión del césped a la grada ese era Juan. Y el aficionado, que sin duda sabe reconocer a uno de los suyos, lo convirtió en su eterno capitán.
Antonio Vázquez (La galerna): "Juanito es el Real Madrid"
Pensar en Juanito me retrotrae a una fría noche de 1985, cuando culminaba una de esas remontadas que fueron edificando el concepto de miedo escénico del Bernabéu. El Borussia Monchengladbach caía arrollado 4-0 y Molowny decidió sustituir en las postrimerías del choque al 7, probablemente para que se llevara un merecido homenaje de un madridismo que le adoraba y aún le adora y le añora. El delantero salió del campo brincando, lanzando puñetazos al aire y berreando, poseído por un espíritu de extrema euforia como el que se vivía en la grada. Me gusta recordar al mito así, casi levitando, presa de un ardor que rayaba en lo guerrero y exhibiendo una incontenible felicidad. Justo como se sentía cada madridista en el estadio o al otro lado del televisor.
Era muy pequeño entonces como para recordar aquel momento. De hecho, es muy probable que a la hora del partido ya llevara un rato durmiendo. Afortunadamente, he visto la reposición varias veces (¡gracias, RMTV!). Sé muy bien lo que va a ocurrir, pero como en una gran película de cine clásico que conozco al dedillo, me resulta imposible levantarme hasta que llega la conclusión, hasta ese final feliz del minuto 90, cuando se produjo la imagen más icónica de una leyenda del madridismo. Juanito representa todo lo que creo que debe ser el Madrid, lo que se implantó en la era Bernabéu-Di Stéfano. La calidad se presupone, el esfuerzo es innegociable y la voluntad debe ser granítica. Porque el Madrid no se rinde bajo ninguna circunstancia. Y sí, también me enorgullece esa defensa de sus compañeros que le llevó a traspasar todas las líneas del reglamento. Exigir perfección es garantizar el fracaso, así que lo que demando es que quien esté sobre el campo se sacrifique por el Madrid con todo lo que tenga. Y eso lo hizo Juanito en cada uno de sus minutos vistiendo la elástica del trece veces campeón de Europa.
En los 120 años de historia del Madrid han sido cientos de jugadores los que han defendido su camiseta. Muchos de ellos han contribuido a su grandeza deportiva, pero solo un puñado de elegidos han incrementado su mística, la inmensa leyenda de ese escudo. Y Juanito no fue solo jugador del Real Madrid; Juanito es el Real Madrid.
Francisco Javier Sánchez Palomares: "El reducto de fe al que nos aferramos los descreídos"
Juanito forma parte de la mitología de varias generaciones, es el reducto de fe al que nos aferramos los descreídos. Durante muchos años formó con Santillana el Lennon-McCartney del madridismo.
Yo tuve la suerte de conocerlo, si bien de una manera efímera, la ideal para recordar el fogonazo de brillantez que me produjo sin tiempo para vislumbrar el decaimiento del resplandor. Se acababa de marchar del Madrid y nos comentaron que acudiría a un local para celebrar una suerte de despedida con más jugadores. Partí raudo con mi padre a la puerta del establecimiento para cazar un autógrafo y un instante con él. Varias horas después, por allí no aparecía nadie.
Entonces, en un Mercedes blanco llegó, como cantaba Kiko Veneno. Tal vez no fuera blanco y fuera beige o de un color similar fácilmente confundible en la noche. Era un Mercedes antiguo, con empaque, de los bonitos, no esos mazacotes de plástico que la marca alemana fabricaba en la segunda mitad de los ochenta.
Juanito bajó acompañado de varias personas, pero solo resplandecía él. Tal vez porque solo tenía ojos para el 7, o porque era un tipo especial. Seguramente una combinación de ambas. Yo era un niño de nueve años vestido con el traje de la primera comunión, americana y pantalones color ruido blanco, como una televisión de las antiguas no sintonizada. Un espanto. Portaba uno de los regalos de la reciente comunión, el libro de El Hobbit. Mi padre le preguntó si podía firmarme un autógrafo porque yo no podía hablar. Fue educado, cariñoso, simpático. “A mi amigo Paco con afecto Juan” fue su dedicatoria. Por el local no apareció ningún jugador más, no fue necesario.
Jesús Bengoechea (Editor de La Galerna): “Todos somos únicos, pero Juanito lo es más”
Juanito es un símbolo de madridismo y otro de humanidad descarnada. Es símbolo de madridismo porque transmitía como ningún otro lo absolutamente inaceptable del hecho de perder, y en eso conectaba (conecta) de un modo único con el aficionado, ese que se queda sin cenar porque ha palmado el Madrid y en la vigilia posterior se pregunta si esos cabrones estarán tan jodidos como yo. Con Juanito no. Con Juanito no te lo preguntabas.
Era inevitable verse, pues, representado por aquel pequeño y eléctrico manojo de nervios que dominaba los partidos desde el regate y el denuedo. Era como tú en su tolerancia cero a la derrota, pero también era como tú en su desbordante falibilidad. Cometía errores y se flagelaba por ellos delante de ti, sin pudor, chocantemente, con un sentido de culpa medieval que solo te movía a desear abrazarle con todas tus fuerzas. Si uno mira su palmarés, aun siendo muy importante, palidece al lado del de otros grandes mitos del madridismo. Pero hay un trofeo que no ganó nadie más, y es el de su propia unicidad, el de su propia intransferibilidad. Todos somos únicos, pero unos son más únicos que otros. Juan Gómez “Juanito” jugaba como le daba la gana y te hacía suyo, veías al partido desde sus ojos. Fue por tanto pionero de la realidad virtual. Había un metaverso en su entrecejo decidido, en su afán indesmayable.
30 años y su encanto abrumador, enajenado, permanece inalterable. Que Dios le bendiga.
Yo recuerdo aquel día llegar al instituto y un buen amigo mío, muy madridista estaba con cara de haber llorado o llorando. Me enteré en ese momento y pasa cómo han dicho muchos, como si algún familiar se te hubiera muerto. Es familia, es escudo del madrid, es orgullo.
En muchos viajes que he hecho he visto estadios y tiendas oficiales de otros equipos, y tienen sus camisetas retro, históricas, no entiendo por qué el club o Adidas no hacen una serie de las de zanussi de los 80 (y también de otras) que me parece una de las más bonitas de la historia, y más con la simbología que podría representar el 7
Buenos días
Se me saltan las lágrimas al recordarle. Uno de los más grandes de nuestro club.
Mis primeros recuerdos de infancia son de él y Santillana. Y sin duda a él debo mi madridismo.
Me parece curioso que siendo nuestro club el mejor y más grande del munto, y habiendo pasado por aquí los mejores jugadores mundiales, sea él, el más recordado y querido.
No fue el más grande goleador, ni el que más clase tenía, pero para prueba de la huella que dejó en nuestro equipo, todos los mínutos 7 de cada partido, pasa algo único que no ocurre en ningún otro estaddio del planeta.
Toda una afición gritando ¡¡¡Illa, illa, illa, Juanito maravilla'''
Es leyenda.
Yo tenía 14 años cuando murió Juanito y recuerdo perfectamente la consternación de todos los madridistas. Veníamos de enterrar a Fernando Martin pocos años antes de la misma manera y fue un palo muy duro.
Yo me sigo dejando el alma en recuerdo a él cada minuto 7, pero lamentablemente somos 4 gatos. Espero que con el nuevo estadio multimedia el Club lo fomente. Nos lo merecemos todos.
Sí, Juanito es el Real Madrid. La pasión por el Real Madrid hecha persona. Un tipo con mucho pronto, pero con un gran corazón. Un tío noble y alegre que también tenía derecho a pillar unos rebotes considerables. En cuanto a su calidad futbolística, condicionada por su personalidad, era un FUTBOLISTA que al madridista le hacía disfrutar por sus regates y pases. Velocidad, habilidad, pillería y técnica exquisita.En general, pundonoroso y de los quecontagiaban a los compañeros con hechos y palabras.
Aquella imagen , al ser sustituido en el minuto 90 ya con la eliminatoria favorable tras la extraordinaria remontada al Borussia M., ha quedado grabada para siempre entre los momentos más destacados del imaginario colectivo madridista.
En la muerte hay que demostrar respeto por el fallecido, por cada uno de ellos , madridistas o no. La de Juan Gómez me dolió mucho, al igual que la de otros iconos como son Fernando Martín y Drazan Petrovic.
En un hipotético y ficticio caso en que me obligaran a elegir el jugador de fútbol de toda la historia con el que más me identifico, ya sabéis quien es.
Y no puedo olvidar, ni quiero, la falta de respeto, de ética y , en definitiva, de humanismo de la que adoleció el submundo culer. A su muerte, escuché y leí verdaderas barbaridades surgidas en medios de comunicación e instalaciones azulgranas. Mofas y otras acciones deleznables. Valors, dicen...