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Zidane y la noche de Reyes

Zidane y la noche de Reyes

Escrito por: Fer de la Cierva5 enero, 2023
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Existen dos Navidades: la de los niños y la de los demás.

En la infancia todo es más emocionante e intenso, el tiempo queda suspendido en días que son tan eternos como nosotros mismos y vivimos en el asombro constante de la novedad y el descubrimiento. En sus fronteras la muerte no es más que una curiosidad mitológica y tiene cabida la magia: reyes de oriente que, a lomos de camellos supersónicos, se personan en el salón de tu casa para dejar múltiples dádivas; un señor de edad provecta, barbudo y entrado en carnes que se cuela por las chimeneas de todo el globo terráqueo para cumplir la misma misión altruista; incluso existe un siniestro ratón fetichista que te recompensa con nocturnidad y alevosía por los dientes que dejas debajo de tu almohada. Todo ello forma parte de tu realidad y tiene sentido hasta que se rompe el hechizo de la inocencia. Entonces nuestro mundo se reduce dramáticamente, el tiempo se acelera exponencialmente, empezamos a ser conscientes de nuestra mortalidad y lo que es peor: con el transcurrir de los años vamos perdiendo progresivamente la capacidad de sorprendernos. En el mejor de los casos, durante la Navidad nos invade un sutil sentimiento de melancolía por la inocencia y el pasado que no volverán; en el peor, somos aplastados por el insoportable peso de la ausencia de los que ya no están. Sólo nos queda conformarnos con ese sucedáneo vital que es vivirla a través de los ojos de los niños que amamos (hijos, nietos, sobrinos, etc.). Queen lo expresó inmejorablemente en aquel conmovedor canto de cisne de Freddie Mercury: You can't turn back the clock, you can't turn back the tide / Ain't that a shame? / I'd like to go back one time on a roller coaster ride / When life was just a game / No use sitting and thinkin' on what you did / When you can lay back and enjoy it through your kids.

Por eso jamás olvidaré la Noche de Reyes de 2003 en la que volví a creer en la magia.

Zidane y la noche de Reyes

En mi primer artículo en La Galerna afirmé que me resulta muy difícil escribir sobre aquello y aquellos que amo. Y en estos precisos momentos me estoy dando cuenta de que no hay personaje público sobre el que me cueste más escribir que Zinedine Zidane (la conclusión lógica es evidente, ¿no?). Como madridista hay varios futbolistas por los que he sentido debilidad: Laudrup, Roberto Carlos, Ronaldo Nazario, Özil, Marcelo, Modric, Casemiro… sin embargo, ídolos sólo he tenido uno (pese a mi melomanía y cinefilia, nunca he sido dado a la idolatría). En mi corazón Zidane está por encima de todos, nadie se le puede comparar. Sumando su contribución como jugador y entrenador, en mi opinión (amorosamente sesgada), es la figura más importante de la historia del Real Madrid junto con Di Stéfano, Santiago Bernabéu y Florentino Pérez. No es ya sólo que sea una leyenda del club que amo, es que adoro todo en él: su elegancia suprema, su forma de ser y de estar, su naturalidad, su falta absoluta de esnobismo e impostura, su calva, su cara, su temperamento, su forma de expresarse, su estrella y su sonrisa infinita. Personas que quiero y que ya no están me contaron historias de La Saeta, Gento y Puskas; yo tengo claro que en mi vejez (si llego) le contaré a mis nietos (si los tengo) que yo vi a Zidane desarmarlos a todos con su elegancia tanto fuera como dentro del campo. Mi madre, apasionada detractora del fútbol, decía que era muy hermoso ver a Zidane correr con el balón, como un cisne ejecutando una hipnótica danza en un lago verde. En la historia del fútbol, quizás, algunos jugaron mejor (no muchos). Nadie jugó más bonito.

En la historia del fútbol, quizás, algunos jugaron mejor (no muchos). Nadie jugó más bonito

Aunque me tienta, no estimo pertinente hacer ahora un alegato en favor del Zidane entrenador. Como decía Enrique Bunbury en una canción nunca se convence del todo a nadie de nada. Pero sí quiero hacer constar una de las grandes contradicciones lógicas de muchos aficionados y periodistas deportivos. Uno de los tópicos más delirantes que existen sobre su labor en los banquillos es que no sabe de táctica. La RAE, en su cuarta acepción, define táctica como “método o sistema para ejecutar o conseguir algo”. Sólo en un mundo prejuicioso y analítico hasta el ridículo como el fútbol se puede llegar a afirmar que la persona que más ha ganado, que ha ganado lo que no ha ganado nadie, no tiene ni idea de métodos o sistemas para ganar.

En las Navidades de 2003 yo era un atribulado adolescente de 19 años (19 años después, en cierto sentido, sigo siéndolo) que pasaba por una dolorosa ruptura sentimental y que, por diferentes circunstancias personales, se sentía enfadado y perdido; la magia ya había quedado atrás hace mucho, había sido reemplazada por el veneno del desencanto. Mis ilusiones habían sido enterradas bajo absurdas pulsiones rebeldes. Había perdido la capacidad de experimentar alegría y las fechas navideñas eran gasolina para el fuego de mi descontento. No obstante, sin esperarlo, aquel gélido 5 de enero recuperé la sonrisa.

Zidane Real Madrid

No es necesario que realice una extensa crónica del partido ni una descripción pormenorizada de las mejores jugadas de aquel inolvidable Real Madrid-Valencia. Independientemente del resultado (4-1 a nuestro favor) y de los goles de bellísima factura, lo que se ha impreso en mi memoria sentimental es la incredulidad alucinógena y el éxtasis producido por la contemplación de la belleza en grado sumo. Recuerdo con claridad que gran parte del encuentro lo viví de pie, emborrachándome de felicidad con cada gesto técnico del francés. El Bernabéu se convirtió en el teatro de lo imposible y Zidane nos sumió a todos en un sueño del que ni siquiera combativos futbolistas como Albelda, Baraja o Ayala pudieron despertar. Durante aquella hora y media mi angustia adolescente se disipó y me reencontré con la magia y, por tanto, con mi inocencia. Me reencontré, en definitiva, con mi Navidad de la infancia.

Por eso jamás olvidaré la Noche de Reyes de 2003 en la que, por primera y última vez en mi vida, volví a ser niño.

Dicen que una vez un periodista le preguntó a John Ford qué era el cine y el legendario director respondió: “¿Usted ha visto caminar a Henry Fonda? Pues eso es el cine”.

¿Habéis visto sonreír a Zidane? Pues eso es el Real Madrid.

Sonrisa Zidane

Getty Images.

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Soy un murcianico que ama incondicionalmente al Real Madrid. La psicología clínica es mi oficio y el deporte mi gran evasión. Me apasionan la música, el cine y la literatura. Pienso que sólo la libertad es más importante que la vida. Mi patria son las personas que quiero y que me quieren.

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Lamine Yamal es muy joven.

Enormemente joven.

¿Y?

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En el hecho de que @AthosDumasE llame a la que muchos llaman "Selección Nacional" la "selección de la @rfef" encontraréis pistas de por qué no la apoya.

La explicación completa, aquí

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Tal día como hoy, pero de 1962, Amancio rubricaba su contrato como jugador del Real Madrid.

@albertocosin no estaba allí, pero te va a hacer sentir que tú sí estabas.

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