No es oportunista publicar ahora este artículo sobre Zidane. Podría haberlo escrito hace cinco meses o hace veinte años. Podría haber sido publicado cuando ganamos la Undécima o cuando ganamos la Decimotercera, cuando ganamos una de tantas Supercopas o cuando nos llevamos la pasada Liga sin tener un goleador puro, uno de los mayores logros de Zidane junto a las Champions. Otras tantas ocasiones para escribirlo surgieron cuando, como jugador, ganó Mundiales y Eurocopas o cualquiera de sus muchos premios individuales.
No; no es oportunista hacerlo ahora que ha vuelto a sacar al equipo a flote, como primeros de grupo en Europa y con todas las opciones en Liga, después de pasar por una situación complicada en ambas competiciones. Esta es tan solo una cara más del héroe que Zidane lleva mostrándonos durante los últimos veinticinco años, ya sea como jugador o como entrenador.
Tomo prestado el título de este artículo del conocido e influyente ensayo de Joseph Campbell, El héroe de las mil caras. En él, diseccionó con maestría las estructuras comunes que comparten todos los viajes del héroe. Campbell descubrió un patrón común en las epopeyas heroicas y se dio cuenta de que ese viaje circular, ese periplo heroico, se repetía cíclicamente a través del tiempo y recorría todas las tradiciones y culturas. En la historia universal de las grandes gestas, desde Homero hasta Tolkien, desde Eneas o Ulises hasta Luke Skywalker, los héroes han recorrido siempre el mismo camino circular.
Campbell cifró este recorrido en una serie de etapas. En primer lugar, el héroe siente una llamada a la aventura por la cual sale del mundo ordinario para adentrarse en lo desconocido. A menudo, los héroes tienen un mentor de quien aprenden ciertos poderes antes de enfrentarse al guardián del umbral. Nuestro héroe prosigue su viaje, acomete una serie de batallas y está a punto de morir en varias ocasiones. Finalmente, logra escapar del vientre de la ballena, ese lugar oscuro y tenebroso del que parecía imposible huir, para derrotar al enemigo en una batalla final y regresar triunfalmente a casa.
Esta secuencia de etapas en el viaje del héroe se ha repetido en cientos de gestas a lo largo de la historia. Lo único que ha cambiado en ellas es el rostro del protagonista. De ahí que se trate, en realidad, del mismo héroe con mil caras diferentes.
En la mitología del fútbol, Zidane ha recorrido ese camino circular del héroe tantas veces en los últimos veinticinco años que representa mejor que nadie a ese héroe de las mil caras, aunque en su caso siempre sea la misma. Desde que recibió la llamada a la aventura del fútbol en las calles de Marsella, y los poderes de su mentor, Francescoli, exquisito pelotero uruguayo, Zidane se ha enfrentado a innumerables cancerberos o guardianes del umbral, ha estado a punto de desaparecer en mil batallas, pero siempre ha sabido escapar del vientre de la ballena en el momento oportuno, para derrotar al enemigo en la última batalla y volver triunfal al hogar.
Durante estas últimas semanas, Zidane lo ha vuelto a hacer; ha vuelto a representar una vez más el viaje circular del héroe. Ha partido hacia lo desconocido, ha estado a punto de desaparecer en el vientre de la ballena y ha vuelto con el triunfo a casa. Y es que en la cara de Zidane caben los mil héroes de Joseph Campbell.
Fotografías: Getty Images.
Modo ironía: le ha faltado la etapa de tener una flor en el trasero.
El héroe puede ganar batallas incluso años después de estar presente físicamente. El héroe no es prodigioso nunca en el presente, es real y tiene siempre una batalla pendiente con muchos enemigos visibles e invisibles.
El héroe histórico es siempre fruto de la distorsión.No puede desprenderse nunca de ella. Para los otros puede haber sido un tirano en vida y para los suyos ser convertido en un guiñapo por culpa de la manipulación.
La realidad no engaña en el mundo actual, para eso está la opinión. Hoy Zidane rompe todos los moldes deportivos, oratorios,estéticos y artísticos.
Cuantas más batallas gane más se desgañitarán. Siempre los mediocres intentan conseguir la fama derribando a los íntegros.
Zidane es una estatua griega con traje de ejecutivo del Corte Inglés o con una modesta camiseta de un legendario escudo.
Al tiempo le dejará una sonrisa y una flor. Nadie puede entender lo que pasa por esa cabeza despoblada que conecta telepáticamente con su otra en el césped, una conexión que nada tiene que ver con Godoy ni con Pepe Botella.
Goya les hubiese dejado a los dos en el Museo del Prado que ni pintados.
Conformémonos con esta nueva invasión francesa que podrían enarbolar tantas noches de triunfo con una bandera del Real Madrid en la Plaza del Dos de Mayo, para que el mundo del fútbol no perezca de aburrimiento.
Echo en falta a ciertos galernautas multinicks vertiendo bilis....
Están jodíos y al acecho. Como un indio tras un matorral.