Regreso a O'Donnell: Capítulo 14
Madrid, año 2020
—Emilio, avisa a Zidane, es el único que puede salvarnos de este desastre, ha de utilizar su poder secreto —comunica por teléfono Arbeloa a Butragueño con voz severa.
—Pero Álvaro, ¿el asunto no puede esperar un par de horas? He venido a Valdebebas con Padrós, Puskas y Doncic a jugar una pachanga. Acabamos de terminar, estamos en el vestuario cambiándonos e hidratándonos y ahora tenemos reservada mesa en una marisquería. Llevamos meses planeándolo.
—No, Emilio, no puede esperar. Se trata de un Código Rojo, el peor escenario posible.
Arbeloa explica los pormenores al Buitre, que se altera de veras y deja escapar un «¡cáspita!». Acto seguido, Butragueño marca el número de teléfono de Zidane:
—Zizou, te necesitamos. Ahora. Código Rojo.
Padrós, Puskas y Doncic escuchan estupefactos las llamadas de teléfono de Butragueño y le preguntan qué ocurre, qué es el Código Rojo y por qué Zidane es el único que puede resolverlo. Hasta ahora no tenían conocimiento de que el francés perteneciese a O’Donnell 43. Butragueño comienza a explicarles
—Chicos, el Código Rojo es un protocolo que se aplica cuando el jefe está en peligro. Bartomeu está rabioso después de que en la anterior misión le detuviese la policía cuando descubrimos el chiringuito de las ITVs fraudulentas. Se encuentra en prisión, pero desde dentro ha movido los hilos y sus esbirros han secuestrado a Florentino Pérez. Pero no solo eso, también han robado la portería espacio-temporal de O’Donnell 43. Y no sabemos dónde retienen al presidente ni dónde esconden la portería, que obviamente no podemos utilizar para revertir esta situación. La tormenta perfecta.
El trío de agentes de la organización no sale de su estupefacción. Puskas trinca una botella de vodka que estaba allí por casualidad y le echa un buen trago. Para tranquilizarse. Padrós lleva rezando desde que vio la cara desencajada de Butragueño. Doncic siente una alteración en su madridismo y se prepara para la lucha, si quieren guerra, la tendrán, piensa para sí.
—Y Zidane ¿por qué es tan importante? —pregunta Puskas mientras tapa la botella con el corcho.
—A Zidane, de joven, cuando aún jugaba en el Girondins de Burdeos, le cayó un servilletero radiactivo en la coronilla que le produjo una dispersión iónica centrífuga capilar —comienza a explicar el Buitre—, pero le dotó de la capacidad para leer el pensamiento de los demás. Esto lo descubrió después, claro, porque al principio no entendía qué le ocurría. Por su mente se sucedían escenas a gran velocidad, no era capaz de comprender lo que escuchaba debido, entre otros motivos, al efecto Doppler y, por supuesto, era incapaz de utilizar su nueva aptitud. Hasta que a finales del año 2000 acudió a una cena en Montecarlo donde coincidió con Florentino Pérez. Zidane descifró lo que estaba pensando el presidente del Real Madrid y cuando el máximo mandatario blanco le deslizó aquella servilleta en la que le preguntaba: «¿Quieres jugar en el Real Madrid», Zizou ya había contestado «Oui» unos minutos antes. Algunos dicen que en realidad respondió: «Oui, ja (risa)», pero no podemos afirmarlo, aventurar tal cosa supondría jugar a ser adivinos del pasado.
—¡Flipa, chaval! —exclama Doncic.
—Desde ese momento —continúa Butragueño—, Zidane aprendió a controlar su poder y a guardar su secreto. Por ejemplo, en la final de Champions del 2002 contra el Leverkusen, leyó en la mente de Roberto Carlos la trayectoria exacta del pase que iba a darle, de modo que pudo adoptar la única postura que la física permitía para realizar aquella inolvidable volea que sirvió para ganar la Novena. Pero existe un problema.
—¿Cuál? —inquiere Padrós.
—Toda acción tiene su reacción —prosigue Emilio—. Cada vez que Zidane utiliza su poder secreto, tiempo después, sobreviene un problema al Real Madrid. Cuentan que la presidencia de Calderón se produjo por este motivo. Además, según un estudio de la Universidad de Santa Cruz de Mudela, el poder es finito. No me refiero a que sea delgado, sino que algún día se terminará, por lo que hay que reservarlo para situaciones límite.
En ese momento, Zidane entra al vestuario donde se encuentran charlando nuestros protagonistas.
—Buenos días, amigos —saluda Zidane—. Emilio, se trata del presi, ¿verdad?
—Sí, Zizou. Y también de la portería, la han robado.
—Dios mío, esto es la pesadilla que se muerde la cola —observa el francés, que tiende a variar dichos tradicionales—. Está bien, hay que localizar a Messi, él sabrá lo que ocurre, seguro. Tiene pinchados los teléfonos de Bartomeu desde hace años. El problema va a ser llegar hasta Leo, siempre ha tenido buena escolta, pero desde el asunto del burofax, se ha blindado.
—Eso no es problema —interviene Padrós—. Aún guardamos el camión con el que se transportó la portería de la antigua Ciudad Deportiva hasta el Bernabéu el día que se cayó en la semifinal contra el Borussia. Yo personalmente me ocupé de mejorarlo: potencié el motor, instalé nuevas defensas, etc. Lo utilizaremos. Conduciré yo y Zidane me acompañará en la cabina, que está blindada. En la caja trasera irán Puskas y Doncic lanzando balones medicinales para derribar a los hombres que custodien a Messi.
Puskas y Doncic hacen acopio de balones medicinales y los cargan en el camión. Ellos se montan a la caja de un salto. Zidane y Padrós suben a la cabina y ponen rumbo al cuartel general de Messi. Padrós gusta de pisar el acelerador y en tan solo tres horas llegan de Madrid a Barcelona. Leo tiene apostado un ejército en la puerta de casa, pero el camión se acerca a toda velocidad. Puskas pega zurdazos a los balones medicinales que impactan en los guardaespaldas del argentino. Luka Doncic los lanza con la mano, con su clásico step back, y va dejando grogui a quien se encuentra. El camión enviste la puerta y se cuela en el recibidor de Messi. Allí hallan a Leo haciendo vudú a un muñeco de Bartomeu. Antes de que Cuccittini pueda reaccionar, Zidane le lee el cerebro y averigua lo que busca.
—Chicos, Florentino está retenido en un estudio clandestino que el artista Miquel Barceló tiene en el Raval. Le están torturando, obligándole a ver sus obras sin descanso —explica Zidane al resto.
—¡Cuánta crueldad! —exclama Padrós.
—¿Y la portería? —pregunta Doncic.
—La portería la tienen en el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona, cubierta con un tapete de ganchillo —informa Zinedine.
—Doncic, Puskas —ordena Padrós—, vosotros que sois fuertes, colocaos en la chaqueta una acreditación de mantenimiento del museo, entrad al mismo como si nada y retirad la portería. Si os preguntan, decís que la lleváis a que la restauren. Aquello está lleno de espantajerías y nadie se va a sorprender de nada. Zidane, tú ven conmigo en taxi al estudio de Barceló.
Pusas y Luka parten raudos a realizar su misión. La llevan a cabo sin problema alguno. Cargan la portería en el camión y esperan.
Padrós y Zidane llegan al antro donde está secuestrado Florentino. La puerta está abierta porque Barceló acaba de salir a comprar un Phoskitos y Barón Brandy, único alimento y bebida que toma. El presidente se encuentra en una silla atado de pies y manos, amordazado y obligado a observar cuadros de Barceló. Proceden a desatarle, pero en ese momento, entra el pintor balear por la puerta. Padrós saca del bolsillo una reproducción de la Fragua de Vulcano de Velázquez y se la muestra a Barceló como se enseña un crucifijo a un vampiro y el artista se licúa en el acto, como el malo de Terminator 2. Florentino agradece a Zidane y Padrós el rescate, esboza una sonrisa y apostilla:
—Esto demuestra que el Barça, a diferencia del Real Madrid, no es más que un bluf.
Continuará...
"Regreso a O'Donnell", todos los viernes en La Galerna.
ÍNDICE de Regreso a O'Donnell:
Capítulo 1: El reclutamiento
Capítulo 2: El Real Madrid al fondo de un bazar chino
Capítulo 3: Fernando Hierro ficha por el Atlético de Madrid
Capítulo 4: Kubala no debe fichar por el Real Madrid
Capítulo 5: Alfredo Di Stéfano en peligro
Capítulo 6: Ante Tomic renueva con el Real Madrid
Capítulo 7: La resistencia frente a los alemanes
Capítulo 8: Nicolas Cage o el efecto mariposa
Capítulo 9:Xavi Hernández y el cortacésped monstruoso
Capítulo 10: Cristiano Ronaldo envía un burofax al Real Madrid
Capítulo 11: Bartomeu, agente infiltrado
Capítulo 12: Florentino Pérez en el paseo de la fama
Capítulo 13:Florentino atrapa a Bartomeu
Si señor, ver la obra de Barceló es una auténtica tortura. No sé qué tienen estas disparatadas historias que me encantan..
Me alegro Cibeles. ¡Gracias!
Saludos.