Hoy es el cumpleaños de Zidane, el jugador primero, el entrenador después, que ha elevado, una vez más, de modo natural al Real Madrid hasta las alturas donde siempre ha sido contemplado. Esto les duele a muchos. A otros nos emociona. Es mejor emocionarse que dolerse. Yo no sé cómo esos a los que les duele, mejor no se emocionan. Es eso que dijo Manuel Jabois de que no ser del Real Madrid era como renunciar voluntariamente a la felicidad.
Hay un poco de ignorancia ahí. De necedad, diría. Hay gente por ahí, periodistas, sobre todo, a los que se les llena la página (e imagino que también la boca: los veo atiborrándose de galletas como el monstruo de Barrio Sésamo, poniéndolo todo perdido antes de enviar su orgulloa obra a publicar) de hermosas palabras como honestidad, valentía, integridad o libertad para luego echárselas encima al Real Madrid como quién echa por la ventana un barreño de agua sin mirar.
Qué subyugación tan dolorosa. Porque uno puede dolerse y callar. No dejar traslucir una flaqueza como síntoma de elegancia reconocible; o hacer publicidad de su dolor delator. No imagino cuán insoportable debe de ser. Si esto es así, un día como el cumpleaños de Zidane, el aniversario de una figura que representa al mejor club de la historia de una forma quizá inigualable, debe de ser tan mal día para el doliente como bueno para el emocionante.
Va por aquellos, aunque yo prefiera emocionarme en estas líneas siguientes porque Zidane lo merece. Querría decir, y lo digo, que la serenidad de Zinedine Zidane es la de un capitán de fragata que, por las noches, después de cenar, en medio del mar, toca el violín de Boccherini en la “Música Nocturna de las Calles de Madrid”. A Zidane cabe llamarle, como a Jack Aubrey, capitán de la Surprise (¡Qué buen sobrenombre para el Madrid!): “el afortunado”. Los periodistas dolientes prefieren llamar a eso “la flor”, que es una expresión baja, una manera fea y despectiva, falsamente irónica por su continente zafio, de calificar el donaire, el carisma y la proverbial buena suerte de los hombres felices (nunca es buena suerte sino el imán de la belleza).
Es el dolor. Es la coz de los burros. El escupitajo del sapo. Ni el burro ni el sapo pueden escribir bellas palabras. Zidane es tanto el Madrid que les duele como nunca no encontrarle un punto débil. Ay, esa sonrisa. Los dolientes cambian el dolor por el llanto inconsolable al contemplar ese gesto implacablemente encantador. Porque saben que no pueden. Que no pueden hacer nada salvo seguir siendo burros y sapos mientras esté allí Zidane como Parker Lewis, que nunca pierde.
Eso es el Madrid. Y no saben cómo meterse con él como lo han hecho siempre a través de Zidane. Zidane es como kryptonita para esos supermanes. Con él no les funcionan los superpoderes antimadridistas, que quedan en (dolorosa) evidencia con sus preguntas ridículas y sus intenciones aviesas. Zinedine Zidane siempre se sale con la suya y así nosotros con él (menos los necios: no es recomendable tratar de conocer llanamente lo, por fortuna, genialmente incognoscible). Siempre con él.
Fotografías Getty Images.
Siempre he dicho que adoro a nuestro Zizou casi tanto como a mi Real Madrid, gracias por este artículo que refleja muy bien lo que yo siento. ¡¡¡Felicidades, Zizou!!!
Muy bonito artículo. Es una preciosa tarjeta de felicitación.
Para mayor aflicción de los dolientes y mayor gozo del Madridismo!!!
Felicidades Zizou!!!
Graaaaaaande Zidane!!
Gracias Cristóbal Soria por proponerlo.