Ahora parece increíble, pero hubo un tiempo en el que las camisetas de los jugadores no tenían el nombre del futbolista en cuestión. Dorsal y a volar. Sí, esos numeritos se acababan adhiriendo a determinados hombres: Butragueño era el 7; Míchel, el 8. Pero no había ninguna regla escrita en piedra al respecto, por lo que hay testimonios gráficos de esos jugadores con otros dorsales. Por ejemplo, si salían desde el banquillo. Los titulares utilizaban desde el 1 al 11. A partir de ahí, los suplentes.
Anecdótico o no, lo cierto es que no había tanto fervor por el individuo. Había conexiones especiales, como la de Maradona en Nápoles o, más cerca, la de Juanito con el Bernabéu. A los jugadores se les quería -o no-, pero a nadie se le imaginaba que dos minutos después de un fichaje a alguien se le ocurriera utilizar como sobrenombre “Braithwaitista” (?).
Esta historia viejuna viene a cuento porque Zinedine Zidane es un admirador de las viejas normas no escritas del fútbol. Formado futbolísticamente en el espartano calcio de los 90, el galo utiliza lo de “el equipo” como mantra que aplica para todo. Algo que se comparte con el Real Madrid de Pablo Laso, por cierto. En la volcánica temporada en la que estamos inmersos (casi nada ganado, pero casi nada perdido), el marsellés ha encontrado una constante: el equipo. El final del año pasado, la dudosa pretemporada y la irregularidad inicial dejaba un terror latente: la sensación de final del ciclo lo había contaminado todo. Ya no había equipo, sólo un conjunto de voluntades dispersas. Los veteranos parecían demasiado mayores. Los jóvenes, demasiado imberbes. Los de edad intermedia, demasiado leves. Como un plato en el que cada ingrediente va por su lado y no hay cocción que lo ligue todo.
Pero ahí reside el mérito incontestable de Zidane: el Real Madrid se ha convertido en un equipo. Puede ganar o perder, pero no hay sensación de que cada uno hace la guerra por su cuenta. Hay un marchamo de compromiso, de compañerismo. Y los que no participan de ello -al menos desde fuera- son fácilmente detectados por el aficionado (me atrevo a añadir que también por el entrenador).
Puede que eso no sirva por sí solo para ganar títulos, pero sí para ser cimiento de algo, para construir un nuevo proyecto que vaya poco a poco reemplazando piezas que lo han dado (casi) todo, por los jóvenes valores en los que cree el club. Qué duda cabe que acabar el año con un gran título -Liga o Champions, ésta bastante más difícil- serviría para reforzar la estrategia y al propio Zidane pero, sea como sea, viniendo de donde veníamos, discutir el enorme mérito de lo que está consiguiendo el francés sólo se explica desde el prejuicio y desde unas expectativas que no son realistas. En tiempos de zozobra, ZZ ha demostrado tener ideas claras, visión y capacidad para construir, que no es poco. Como poco, acudir al mítico aforismo de Don Alfredo de “nadie es tan bueno como todos juntos” ya denota saber de qué va esto.
Es el fundamento. Es algo que debería formar parte de la cultura del Real Madrid.
Pues a mí me preocupa la sensación que transmite Zidane. Parece más pendiente de no molestar a los veteranos o a los teóricos titulares que la meritocracia en general. El otro día le falto tiempo para decir que con Mariano no había cambiado nada. Hoy varios periodicos abren diciendo que juega Modric el Domingo. Marcelo jugó el otro día... y sí, no estuvo mal, pero tiene un peligro tremendo en defensa. Yo no lo veo. No tenemos plantilla para rotar y menos fuera de casa. Me parece peligroso el partido contra el Betis y tengo la impresión de que no se esta tomando en serio. Quiero decir que es tan importante como el del FCB, una de las salidas más complicadas que nos quedan. Deberían jugar los mejores. Y no me digais que estoy siendo pesimista que me pasé toda la semana diciendo que ganabamos al FCB seguro.