El Real Madrid quedó fatal con el mundo del fútbol. Así nos lo han hecho saber el As, el Marca, la prensa catalana, Javier Tebas, los Manolos, Castaño, Alfredo Relaño y un largo etcétera de tipos de indudable imparcialidad cuando de hablar del Madrid se trata. Y cualquier madridista como el que esto escribe sabe que conviene hacer caso a los mencionados en lugar de seguir lo que la junta directiva considere más adecuado para el Club.
El Real Madrid perdió una gran oportunidad el pasado lunes. Tenía a millones de aficionados al fútbol pendientes de una gala que siempre fue hortera, tenía ante sí un auditorio expectante ante lo que ya todo el mundo sabía que era una encerrona para el club madridista a mayor satisfacción de Ceferin y Al Khelaifi y, por supuesto, teníamos enfrente a toda la prensa especializada que había afilado sus plumas y cargado las cámaras para transmitir en directo y en prime time lo que creían que sería una humillación para el club blanco. Aun en esas circunstancias, yo habría ido a la gala. Y con un grupo de gente numeroso, que se hiciera notar.
Empezaría en el photocall con todos los jugadores invitados y Florentino en el centro, pero, ojo, irían todos ataviados con una chaqueta negra bajo la cual lucirían una camiseta blanca con la imagen de El show de Truman. Cualquier observador apreciaría el detalle: en lugar de la cara de Jim Carrey aparecería la de nuestro presidente con el mismo gesto de saludo ante las cámaras. “Nuestro” Truman sabe que todo esto es una farsa organizada por Christof Ceferin, televisada a todo el planeta y se prestará aparentemente a ser parte del show.
Una vez en sus asientos, los jugadores no perderían su sonrisa ni dejarían de aplaudir de manera estruendosa: el Dibu Martínez, mejor portero del año. Más risas, descojone general. Se anuncia a Toni Kroos como noveno clasificado: despolle total, todos los jugadores en pie e imitando a José Luis Moreno y su “wow, wow, wooow!”.
En esta gala fallida, los mejores momentos llegarían con los premios al club y los discursos, convenientemente preparados para esta ocasión. Y qué ocasión perdida, amigos, qué discursos podríamos haber presenciado. Ancelotti recibe el premio de mejor entrenador del año de las manos de Hristo Stoichkov. Se acerca al micrófono, levanta la ceja y comienza a hablar:
“Es un gran honor para mí recibir este premio a entrenador del año, y más aún recibirlo de manos de un “caballero” del deporte, un adalid del fairplay como Stoichkov (mientras pronuncia “caballero”, la ceja casi le alcanza la coronilla). Llevo años escuchando que yo no ejerzo de entrenador, que apenas trabajo la táctica y que soy poco menos que un alineador. Por eso agradezco que esté aquí presente alguien como este búlgaro, un tipo que, como entrenador, cogió a un Celta en octavos de final de la Champions y lo descendió a Segunda División. ¡Y con varias jornadas de antelación! Él es uno de los mejores ejemplos de que un entrenador sí influye mucho en un equipo, aunque sea de manera negativa, por eso agradezco a la UEFA y a France Football que lo hayan designado precisamente a él para entregarme este galardón. Me han dicho que este año los premios tienen en consideración el fairplay, por eso me hace mayor ilusión que me lo entregue él, un “caballero” que lo mismo agredía a rivales que a árbitros, a los que protestaba todo. Lo cual es normal, cuando has pagado a alguien y consideras que no te está dando un buen servicio. Quiero aprovechar para agradecer a mis jugadores por su trabajo, gracias al presidente Florentino Pérez por confiar en mí, y gracias a ustedes, señores periodistas, por este año que he pasado entrenando en Brasil, como ustedes predijeron con su acierto habitual”.
Carletto bajaría del escenario y algún miembro de la organización se acercaría para decirle:
—Don Carlo, se olvida usted el premio.
—No, no —respondería el italiano—, no me lo he olvidado.
Se daría media vuelta y volvería inmediatamente a su asiento junto al presidente y los futbolistas, no sin antes dejarse fotografiar el desplante.
Unos minutos después, tras presenciar un discurso de Laporta por el premio al mejor club de fútbol femenino del año, le tocaría subir al escenario a Florentino Pérez para recoger el premio a mejor club del mundo. Tomaría el micrófono y comenzaría su speech:
—Qué gran honor, señores. Qué suerte recibir un premio de tanto prestigio y suceder en el palmarés a un club que llegó a lo más alto con apenas 130 irregularidades financieras. Es un honor, además, como podrán imaginar todos ustedes, compartir escenario con un club como el Barcelona. Hemos llegado a lo más alto, además, sin necesidad de pagar durante dos décadas a un alto cargo de los árbitros o de inventarnos ingresos contables que luego la UEFA no acepta y echa para atrás. Porque el fairplay es importante este año para estos premios, como nos han dicho ustedes varias veces. Nos premian por haber ganado la Liga española y la Champions, algo que la historia nos ha demostrado que no basta para obtener este galardón. Recuerden en 2022, cuando el premio fue para los de las 130 irregularidades, aunque en aquella ocasión nos dijeran que se debió a su equipo femenino. Un gran equipo que cayó eliminado ante el nuestro, por cierto, pero aquella norma absurda ya fue derogada, por eso hoy estamos aquí para recoger este premio y devolver al fútbol su esencia. Sabemos, además, que este año la UEFA participa en la organización de los premios y por eso estamos seguros de que en nuestra elección no ha habido alteraciones, presiones ni manipulaciones en los resultados. Eso sería tan extraño como si un día te toca el Benfica en un sorteo y de repente te dicen que es el PSG, por ejemplo, cosas impensables hoy en día. ¿Verdad, Nasser, que te veo por ahí, por algún sitio? ¿Dónde estás? Ah, sí, ahí, junto al amigo Ceferin, gran abogado ¡Abogado, a-bo-ga-dooo! Ja, ja, ja, perdónenme ustedes, soy incapaz de pronunciar esa palabra y no acordarme de aquello de… déjenlo. ¿Que qué vamos a hacer con este premio? La idea de la directiva es subastarlo y donar el dinero obtenido a Reporteros Sin Fronteras, una organización no gubernamental que vela por la libertad de prensa y por el derecho a estar bien informados. Consideramos que se trata de una buena causa para un mundo como este, el del fútbol, totalmente sometido a los dictados de quienes dirigen el cotarro y patrocinan los medios. Señores, muchas gracias de nuevo por contar con el Real Madrid para esta gala, hemos sido los mejores embajadores de la Champions en los últimos años y esperamos seguir haciéndolo en el futuro en otras competiciones.
¡BOOOOOOM! A Ceferin se le relajarían los esfínteres en su asiento, y más cuando advierte la mirada de Florentino sobre él, acompaña de una media sonrisa. “Hay gente que da más miedo cuando sonríe que cuando te amenaza”, pensaría Ceferin en esos instantes.
Para cuando llegara el premio gordo de la noche, la expectación habría aumentado varios enteros. Algunos que no hemos visto jamás un minuto de esta gala nos conectaríamos para seguirlo en directo. El share de cuota de pantalla se dispararía. Cuando se anunciara el nombre de Rodri, la bancada madridista se levantaría en pleno para aplaudirlo. No íbamos a darles la foto de Vini hundido, esa instantánea que deseaban llevar a las portadas y que, con la ausencia, se les ha negado. Vini y Jude subirían al escenario tras Rodri, recogerían sus premios y lo felicitarían públicamente. Para cuando les dejaran hablar, el mensaje sería muy simple:
—Enhorabuena, Rodri, eres un gran jugador y te mereces un premio así. Tiene mucho más mérito lograrlo sin haber estado en el once ideal de la UEFA, ni entre los ocho mejores de la Premier. Este año, además, lo has ganado todo con tu club y has marcado el único gol en la final de la Champions, el decisivo, por todo ello...
En ese momento, George Weah lo interrumpiría para corregirle:
—No, Vini, eso no sucedió este año, fue el pasado.
—Gracias, George, sé bien lo que digo. A Rodri se le premia por eso, que lo ha pedido toda la prensa española y son los mejores periodistas del mundo, los que nunca opinan con bufanda.
—Y por el rendimiento con la selección —añadiría Jude.
—Claro, por eso Dani Carvajal no está aquí arriba, entre los tres mejores, por su rendimiento insuficiente en Champions y más flojo aún durante la Eurocopa. Porque no tuvo la importancia de Rodri durante la segunda parte de la final contra vosotros, Jude.
—Pero si no jugó, Vini.
George Weah, visiblemente confundido, se sentiría forzado a intervenir y diría algo así:
—Este año había tres factores a considerar en el premio, señores: el rendimiento individual, los títulos colectivos y el fairplay.
¡El fairplay según los criterios de la UEFA! ¡¡¡¡Ja, ja, ja, , ja, ja, ja!!!!, en esos momentos, sería inevitable que el auditorio entero estallara en carcajadas. “¡El fairplay by UEFA!”, ¡jojojojo!!!!! Ceferin se sumergiría aún más en su asiento. Al Khelaifi pondría una cara de cabreo igual que la que se le vio en el vestuario del árbitro en su partido en el Bernabéu de hace un par de años. El intento de ridiculización quedaría ridiculizado. Las fotos de los madridistas tras la gala serían tan míticas como las de Carletto fumándose un puro con la negritud más joven de la plantilla. Ante los micros, Butragueño remataría la faena emulando nuevamente a Truman:
—¡Recórcholis! Y por si no nos vemos luego, buenos días, señor Tebas, buenas tardes, Al Khelaifi, y buenas noches, Ceferin.
Se perdió una gran oportunidad, sin duda. Se podía haber metido incluso varias cuñas sobre A22, la Superliga y Unify, que vienen a cambiar toda esta estructura controlada por gente de la peor especie. Si en un lado de la historia están Ceferin, Al Khelaifi, Gil Marín, Javier Tebas, Joan Laporta y la prensa española, yo siempre aplaudiré que el club se posicione en el bando contrario. Y digo “bando”, porque estas son las primeras escaramuzas de una guerra.
Getty Images.
No habría estado mal, la verdad.
Es ciencia ficción eso pero hubiese estado de lujo, va el Madrid y revienta la gala.
Tú si que sabes, amiguete. Nadie se atrevería a hacerlo, y sería genial que se hubiera hecho.
Lo que me hubiera reido no tiene nombre.