Pues que basta de vídeos. Después de lo de Valencia (y aquí “lo de” lo sustantiva todo lo que sucede cuando no hay palabra que recoja el nivel de rabia que nos ahoga), basta ya de vídeos. A la vista de los fríos números, los manidos vídeos no consiguen más que dañarnos y predisponer a todo árbitro de campo, de VAR, linier y secuaces mediáticos varios en nuestra contra en cada partido a cambio de nada de nada. Basta de vídeos, repito. Son una respuesta imperfecta y, lo peor de todo, ineficiente ante el mayor asalto jamás perpetrado contra la limpieza de una competición en el deporte profesional. Porque sísísí, ya lo sabemos: el Real Madrid es el único club personado en el mal llamado “caso Negreira”, que no es sino el “caso Barcelona”, en sus tres versiones parasitarias de club, ciudad y capital de la ex-Dinamarca del Sur. Y en respuesta a esa personación y a la campaña anti-CTA y —más a lo grande— anti anti-España, encarnada en su marco mediático por los vídeos de Real Madrid TV y alguna que otra diatriba de Ferreras en La Sexta (habrá que consolarse con aquello de la universalidad del madridismo sociológico...), los árbitros en particular y el fútbol ¿español? en general han reaccionado redoblando los ataques.
Apriétese el botón rojo de una vez. Fíltrese que, cuando la Superliga se apruebe, el Real Madrid no volverá a participar en ella hasta que esta haya sido completamente desratizada. Sigamos malcompitiendo dos o tres años, ok, aguantemos sus desfalcos un poco más, lo que sea, pero metámosles el miedo en el cuerpo
Basta de vídeos, una vez más. O al menos no basta con los vídeos. Estamos en cifras de Negreira. Más alto por si no se ha oído: ¡¡¡Estamos en cifras de Negreira!!! Siendo nosotros el segundo de los equipos que más faltas recibe de la liga, ninguna tarjeta roja les ha sido mostrada a nuestros rivales. El mayor de ellos, el que tuvo a sueldo al vicepresidente de los árbitros durante —al menos— diecisiete años, no ha recibido un solo penalti en contra en toda la competición. Y con todo y con eso, con ese Negreira sin Negreira, con el vuelo FCB7MIL destino el centro de la indecencia en piloto automático, con semejantes numerazos, insisto, al ver que se les escapaban Liga, Champions, Supercopa y las alegrías para el cuerpo y el bolsillo que con ellas vienen, el Barcelona no dudó en mandar a los generales al frente a reclamar lo suyo. Xavi y Laporta, Laporta y Xavi, que tampoco en este caso el orden de los factores altera el subproducto, bramaron contra el efecto blanqueador que en el alma de los árbitros tenían los vídeos de Real Madrid TV. Desde entonces, “lo de Valencia”. Lo de siempre, en realidad. ¿Y nosotros entretanto? Más vídeos. Gil Manzano desencadenado y de postre roja para Bellingham. Pues esta semana vais a ver: ración doble de vídeos. Laporta debe de estar temblando. Y el tercero de los Morancos también mientras se ajusta el Rolex. O Tebas.
Entonces qué. Ahora qué. En mi opinión, hay otro camino: el del medio. Apriétese el botón rojo de una vez. Fíltrese que, una vez la Superliga se apruebe y el criterio de selección para participar en la competición y, por ende, conseguir el dinero necesario para seguir existiendo temporada tras temporada ya no dependa del rendimiento en la competición doméstica, el Real Madrid no volverá a participar en la Liga hasta que esta haya sido completamente desratizada por una empresa independiente y que, hasta que el sistema no ofrezca las mínimas garantías constitucionales, se acabó la diversión. Sigamos malcompitiendo dos o tres años, ok, aguantemos sus desfalcos un poco más, lo que sea, pero metámosles el miedo en el cuerpo. A los tres de arriba y a todos los que, por callar, asienten y asisten a la tropelía. ¿Que perderíamos nosotros también en el envite? Seguro. Pero juguemos. Veamos quién nos ve el órdago. Y en fin, seamos sinceros: ¿quién sobreviviría en un futuro postapocalíptico, perdón, postSuperliga? ¿El Real Madrid o la Liga? ¿En serio es necesaria la pregunta? Y de hecho, ni siquiera es imprescindible que la Superliga exista, tan solo que pueda existir. Y, por supuesto, la conciencia y consciencia en todos ellos de que si eso ocurre —y nadie apostaría mucho a que no lo vaya a hacer—, nosotros nos piramos de la fiesta y de paso nos llevamos la música con nosotros. Que allí siempre les quedará Cantalejo para cantarse un fandanguito.
Getty Images.
La Galerna trabaja por la higiene del foro de comentarios, pero no se hace responsable de los mismos