Fue una boda en la que todos los invitados se casaron con la novia, que presidía el banquete con las orejas abiertas como en la película de Stephen Frears. Se celebraba la novia, de hecho, así como todas las novias anteriores, que es lo más parecido a celebrar la vida a lo que pueden aspirar unos cuantos miles (cada año más) de orates descontrolados, blancos como la propia desposada. Tal cual sucede en nupcias más mundanas, la cena transcurrió salpicada aquí y allá por cánticos espontáneos y servilletas al aire. Qué bonito es estar vivos, diez años vivos, Catorce veces vivos.
La mesa presidencial irradiaba distinción. Conseguir convocar a Eduardo Fernández de Blas es un éxito innegable (qué entusiastas y certeras palabras cuando agarró el micrófono), pero lograr lo propio con JAS es un fenómeno paranormal, dada la proverbial discreción del personaje. Hora era ya de que la afición le aclamara como el titán de despacho que es, aunque le incomoden las loas extemporáneas. JAS es filósofo de carrera, que es una cosa que la gente desconoce, y alguien explicará algún día de qué modo una formación humanística de ese calibre ha jugado un papel en el fichaje de Vinicius y alrededores, ha jugado un papel en lo de hacernos felices.
Si estuviera aquí leyéndome, que a lo mejor lo está, Mario el de Fans (con él empezó todo) me recriminaría gentilmente el feroz oficialismo del último párrafo.
-Nos vamos a llevar bien. Eres florentinista pero no pasa nada.
-Tú también lo eres, y tampoco pasa nada.
¿Quién no es florentinista? ¿Se puede no serlo? Este y otros temas apasionantes sobrevolaron los corrillos en las copas, pero estábamos con la mesa presidencial, donde también, entre otros, se sentaron Arbeloa (aclamado como “eterno capitán” cuando oficialmente nunca lo fue -ahí tenemos otro tema sobre el cual escribir-y que se hizo fotos hasta con los pilares de la gloria atizando sonrisas), un restallante Lorenzo Sanz (emocionado ante los cánticos de recuerdo a su padre) y José Luis Sánchez, el responsable del área social que sobrellevó con envidiable entereza los “años de plomo” a los que se refirió Matamoros en su alocución. Los sobrellevó Sánchez, pero todos los de Primavera lo hicieron. Matamoros, mi amigo Manuel, de los que más. Ganaron, pero ya habían ganado antes de ganar: el camorrismo sale derrotado de casa.
A lo mejor hay que contar que sin Primavera Blanca no existiría La Galerna, no solo porque Manuel Matamoros diera su apoyo moral a la creación de esta página en aquel desayuno en El Aviador, sino porque sus bendiciones eran básicas por ser Primavera lo que era y sigue siendo diez años después, es decir, gente que combate el relato desde casa y que impulsa uno nuevo desde la grada, cuando los demás nos circunscribimos a lo primero en el mejor de los casos. Toni Kroos mandó a esparragar a un periodista al ponerle en la tesitura de tener que defender al Madrid tres minutos después de proclamarse Campeón de Europa. Toni no lo sabe, posiblemente, pero Primavera le saca diez años en la renuencia a la aceptación de esa mierda. “Las manos de la prensa fuera del Madrid”, era el lema de entonces, aunque ahora podría acuñarse algo parecido sobre las manos de los jeques o las de Tebas. Primavera sigue ahí, acompañando al Madrid en su historia, atenta a establecer las defensas antes aun de que nadie perciba las amenazas contra la autonomía institucional, como la asociación de vanguardia que ha sido durante una década y sigue siendo hoy. “Otro Bernabéu es posible” era otra de las proclamas de antaño, y la vigencia de la misma fue otro de los temas en los corrillos de las copas, con Ángel y Marta del Riego, con la inigualable Anita, con Ochaita (cuya reconversión vía pertenencia a la Grada de Animación es el mejor argumento a favor de la misma y no el mejor argumento contra ella), con Fantantonio (media Galerna) y Richard Dees, con Juanpa Frutos y Diego Montero, con todos los que mi mala memoria me impida recordar ahora, incluidas damas cuyos nombres quedan inevitablemente eclipsados por tanta belleza. Otro Bernabéu es posible, pero ¿es deseable? Los corrillos hervían. Escohotado (el lunes se cumple un año de su muerte) defendía el Bernabéu tal cual tradicionalmente es, con su música de viento, fundamental según él en la forja del carácter blanco, la famosa exigencia. Recordé las palabras de Antonio y alguien replicó que “Escohotado era un gigante del pensamiento, pero también un pipero descomunal”. Primavera es audacia, y a Antonio le habría encantado.
Diez años después de su fundación, Primavera Blanca sigue representando un madridismo pasional, contestatario, disidente, insurrecto a los tópicos, apolítico, alegre, esencial.
Por muchas décadas más.
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