Y es que así le salió de su alma neo-madridista a la amiga polaca con la que comentaba el partido de Vigo. Me pareció -a mí, que lo único que se me viene a la cabeza cuando me represento la palabra “Bellingham” es un monóculo- un gran, por más que fortuito, avance sobre los ya algo sobados “Hey, Jude” o, en la misma línea beatliana, “All you need is Jude”. Y es por ello que quería yo compartirlo con la comunidad galernauta en este día de verano.
En cualquier caso, sirva bien el ejemplo de Jude Bellingham y esa combinación suya de nombre y apellido de resonancias áulicas para pararnos a pensar, siquiera un minutito, en la importancia de la onomástica en el mundo del fútbol. Y qué mejor para ello que cruzarnos momentáneamente de acera y comparar el uso que el Real Madrid y el madridismo hacen del apellido para referirse a sus héroes, con el abuso que del diminutivo o el apócope perpetra la culerada. ¿Pues cómo no hablar sino de abuso cuando se recorta un “Gaviria”, patronímico sin duda muy españolamente bello, para dejarlo en el infantil y archicursi “Gavi”? ¿O qué decir de los infames “Busquets>Busi”, “Gerard>Geri”, Ronaldinho>Roni o “Neymar>Ney”, por citar solo algunos? ¿Alguien se imagina unos “Belli”, "Thibi", "Tchouami" o “Benzi”? Sólo de teclearlos ya me han entrado retortijones similares a los de Jan una mañana cualquiera después de una noche cualquiera, como para tener que articularlos y provocarme un herpes.
Excepción a la regla anterior, seamos justos, sería la de “Vini”, si bien se suele reservar esta versión bisílaba a los coros extáticos del Bernabéu en tardesnoches de Champions y a oraciones copulativas -con perdón- en contexto amical del tipo “Bua, tú, Vini es la…”, siendo el atributo -de nuevo, perdón- la hembra del pollo o, en ocasiones, la oblea consagrada.
En ese sentido, es de trascendencia en estos tiempos líquidos y desnortados, de argumento irracional y facilón, donde el yo sepulta inmisericorde al tú, al él, al nosotros, al vosotros, al ellos, y, más que a ningún otro, al usted/ustedes, resulta capital, digo, mantener como ancla en la tormenta el uso del apellido o, en su defecto, el nombre completo, no ya para dirigirnos a, pues la inmensa mayoría de nosotros jamás tendremos esa oportunidad, sino para pensar en o fantasear con nuestros ídolos de blanco. Tampoco es que los nuestros no hayan sucumbido alguna vez a la peor de las tentaciones (¿cómo olvidar aquel atroz “presi” de Sergio Ramos?), pero lo cierto es que, por alguna razón quiero pensar que consciente, el madridismo parece cultivar una mayor reverencia a esta hermosa y necesaria tradición que otras aficiones rivales, y con ello, el madridista respeta y, sobre todo, se respeta.
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Un comentario en: What a dude, Jude!