Terminó el Mundial y, mientras llega el esperado retorno del Real Madrid, continuaremos con el juego de la identificación entre los equipos y las películas. En esta ocasión hablaremos del que muchos consideran el género por excelencia. Nos referimos, obviamente, al wéstern, categoría cinematográfica que aúna toda una variedad de elementos: la exploración del territorio, la construcción de la comunidad, el individualismo, la épica, el mito de la frontera... Hay quien dice, de hecho, que cualquier cinta que trate de estos temas ya puede considerarse un wéstern, sin necesidad de que se halle ambientada en el Oeste estadounidense o siquiera cumplir con la iconografía característica. Sin embargo, en La Galerna hemos intentado remitirnos a ejemplos canónicos. Ahí van.
ATLÉTICO DE MADRID – BAILANDO CON LOBOS
“Qué extraña es la vida, intento suicidarme y me convierto en un héroe inmortal”
La historia de un teniente del ejército del Norte durante la Guerra de Secesión que empatiza tanto con los indios hasta llegar a pasarse a su bando permite una identificación prácticamente súbita con el Atleti. La tribu que aparece en el film es descrita como moralmente justa y buena, siguiendo el arquetipo roussoniano del buen salvaje; de tan puros y benévolos casi ni hubiera encajado Indi, la mascota colchonera. Dunbar descubre junto a ellos un nuevo sentido vital, alejado del egoísmo, del deseo de conquista y del patriotismo, valores encarnados en los soldados que pasarán de compañeros a enemigos y a los que solo les falta que algún entusiasta guionista rojiblanco les borde el escudo del Madrid en una versión remasterizada. Si uno pega el oído al altavoz, acaso descubra que Kevin Costner está a punto de murmurar el tópico conocido cuando es torturado: “No lo pueden entender”.
Mi escena predilecta, sin embargo, se produce en los primeros momentos de la película. Se trata de la catártica cabalgada a pecho descubierto de Dunbar frente a los confederados, brazos abiertos en espera del consolador abrazo de la muerte. Que una tentativa de suicidio acabe culminando en una motivación guerrera para sus compañeros y en una victoria insospechada es una genialidad que subraya el impredecible componente azaroso de la realidad. Alguien dirá que el episodio se podría haber equiparado más bien a uno de esos arrebatos conmovedores que finalizan en remontada, tan propios del Bernabéu, y tendrá razón. Aunque estaremos de acuerdo en que el hecho de que el premio a una heroicidad consista en un retiro a un fuerte desierto y perdido en la frontera constituye un rasgo perfecto de puro atleticismo.
BARCELONA – DJANGO DESENCADENADO
“-¿Te gusta ser cazarrecompensas?
-¿Matar blancos y que te paguen? ¿Y a quién no?”
Un director talentoso, un reparto plagado de estrellas -Leonardo DiCaprio, Jamie Foxx, Christoph Waltz, Samuel L. Jackson...-, una fotografía cuidada, una sucesión de escenas de acción que impiden que el ritmo de la narración baje demasiado en ningún momento... Sobre el papel tenía todos los ingredientes para convertirse en una de mis favoritas, pero el maniqueísmo impostado de casi todos los personajes destruye cualquier posibilidad de encanto auténtico. Un poco lo que sucede con el relato que trata de exportar el Barça: los buenos son buenísimos y los malos malísimos, así que celebremos con fuegos artificiales cada paliza. Es cierto que el cine de Tarantino siempre ha tenido un regusto comiquero, si bien en esta ocasión no ha sido utilizado para jugar con la escala de grises, sino para establecer compartimentos decepcionantemente estancos.
El culé al que no le convenza este argumento quizá tenga la tentación de hacer chistes alegóricos con esos esclavistas, torpes embriones humorísticos del siniestro KKK, que al fin y al cabo van de blanco. Le aconsejo que lo deje correr, porque podríamos hablar largo y tendido de las teorías frenológicas sobre los cráneos de los negros con que nos obsequia Monsieur Calvin Candie, que guardan ciertas similitudes con determinados discursos deterministas acerca del ADN, la Masía, el estilo como destino y otras zarandajas que tanta buena acogida obtienen en algunas tribunas de prensa. Tengamos la fiesta en paz, disfruten los fans azulgranas con la película y en el Camp Nou, bien está, pero no me obliguen a volver a verla o a celebrar los goles.
REAL MADRID – EL HOMBRE QUE MATÓ A LIBERTY VALANCE
“Esto es el Oeste, señor. Cuando la leyenda se convierte en un hecho, se imprime la leyenda”
Creo que fue Peter Bogdanovich quien dijo esta cinta marcaba el fin del wéstern. Su carácter crepuscular no solo no le impide, a mi juicio, erigirse como la mejor de todo el género, sino que dicha condición incluso facilita el alcance de ese estatus. El paralelismo de algunos de sus personajes con varias de las distintas tribus que componen la afición blanca permite multitud de interpretaciones. Véanse algunos ejemplos. James Stewart es el abogado Ransom Stoddard, símbolo del hombre moderno, sensato, templado, culto y demócrata que llega desde la ciudad del Este al pueblo para traer la civilización. Creyente firme en la ley y el orden, representa a esa parte idealista del madridismo convencida de que la victoria y la corrección son valores tan complementarios como inseparables. Resulta conmovedor su denodado esfuerzo alfabetizador con los habitantes de Shinbone. Por otro lado, John Wayne aparece como Tom Doniphon, alguien escasamente refinado que, desde su buen corazón y su nobleza, está acostumbrado a enfrentarse a los problemas de otra manera, menos preocupada por las formas: criarse en un ambiente brutal forja temperamentos diferentes, más propios de Sergio Ramos que de Butragueño.
Y es que la vida en la comunidad se halla muy lejos de ser idílica. Lee Marvin interpreta a Liberty Valance, un forajido sin escrúpulos que hostiga con su banda a parte de la población. Valance disfruta humillando a Stoddard, al que considera una presa sencilla, como aquel Barça que no tenía remilgos en golpear indiscriminadamente en cada Clásico a un Madrid más débil, encontrando un placer indisimulado en hacerlo. Doniphon quiere intervenir en alguna ocasión, pero el propio Stoddard lo rechaza, convencido de poder resolver las cosas de forma pacífica. Hasta que llega el duelo con revólver, cuyo final no desvelaré para que los que no lo conozcan puedan acudir prestos a ver la obra de arte de John Ford. Solo diré que habrá algún antiguo mourinhista que sonreirá complacido, sabedor de que el señorío está muy bien, aunque al final, para hacer una tortilla, inevitablemente hay que romper algún huevo.
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