La escena transcurre en una playa de Fuerteventura, enfrente de un hotel construido en los años setenta, en primera línea de playa, vulnerando todos los artículos de la ley de Costas.
Es temprano por la mañana. El cielo está despejado.
Los turistas toman el sol en las hamacas dispuestas en formación sobre la arena. Algunos se bañan en el mar.
Wayne, un inglés de casi setenta años, pasea por la orilla fumando un cigarrillo. Ve a Tom, un niño de once años con el que ya se ha cruzado en el hotel, jugando solo en la arena con una pelota. Está tratando de darle toques sin que caiga al suelo. Apunta maneras. Lleva una camiseta del Real Madrid con el número 11 y el nombre de Bale a la espalda.
-Pásamela, colega -dice Wayne.
Tom ve acercarse a Wayne. Le pasa la pelota.
Wayne demuestra calidad en el control. Le da un par de toques y se la devuelve al chaval.
Siguen pasándosela el uno al otro mientras charlan.
-¿Y esa camiseta? -pregunta Wayne.
-Del Real Madrid -responde el chaval.
-Eso ya lo veo... ¿Vivís en Madrid?
-En Cardiff.
-¿Y eres del Real?
-Sí... ¿Y tú? ¿De qué equipo eres?
-Del United, claro.
Tom asiente. Es un gesto de aprobación completamente desprovisto de énfasis.
-Son buenos.
-¿Buenos? Es el mejor equipo del mundo.
-Después del Real Madrid.
Wayne no oculta el fastidio que le provoca la implacable naturalidad con la que Tom ha pronunciado la frase, como si lo que hubiera dicho fuera "la Tierra es redonda" o "es de día".
-No se puede ser de un equipo de otro país -dice Wayne-. Tú tendrías que ser del Cardiff City, o del Swansea...
Tom le pasa la pelota demasiado a la izquierda, obligándole a estirarse para controlarla. Siente un pequeño tirón en el abductor.
-¿Tú eres de Manchester? -pregunta el chaval a la vez que se disculpa levantando una mano.
Wayne niega con la cabeza.
-Londres...
-Entonces, ¿por qué eres del United?
Wayne está seguro de que el chaval le dijo que tenía once años. Y esa es la edad que aparenta, desde luego. Wayne tiene que recordárselo a sí mismo porque se da cuenta de que, por alguna razón que no acaba de comprender, tiene la sensación de estar delante de uno de su quinta.
-Ya te lo he dicho, porque son los mejores.
Tom pisa la pelota y se la devuelve a Wayne con el exterior del pie.
-¿Cuántas Champions League tiene el United? -pregunta Tom, sin apartar la vista del balón.
-Tres... -contesta Wayne, consciente de lo inútil que sería intentar evitar el jaque mate.
-El Real Madrid, diez.
De nuevo ningún énfasis. La Tierra es redonda. Es de día.
Wayne decide no devolverle la pelota al chaval. Se queda dándole toques.
-¿Cuántos puedes dar sin que caiga al suelo? -le pregunta Tom.
Wayne coge la pelota con la mano.
-¿Cuántos crees tú?
-No lo sé.
-Yo digo que veinte.
-A ver.
-¿Qué te apuestas?
-No tengo dinero.
Wayne le señala con el dedo. El chaval no comprende.
-Tu camiseta... Si le doy veinte toques seguidos me la quedo yo. Y si pierdo te doy veinte euros.
A Tom no parece convencerle el trato.
-La camiseta cuesta más de veinte euros -dice.
-Tu padre te comprará otra -responde Wayne.
Saca la cartera del pantalón y de la cartera un billete de veinte euros. Se lo enseña a Tom.
El chaval duda.
-Si la pierdes, le dices a tus padres que te la quitaste para darte un baño y te la robaron.
-Treinta -dice Tom.
Wayne sonríe. Saca también un billete de diez euros de la cartera.
-La camiseta.
Tom se la quita y se la da a Wayne, que la dobla con cuidado y la deja en la arena junto a los treinta euros.
Pone su cartera encima para que no se los lleve el viento.
-¿Listo? Cuenta...
Wayne espera a que Tom le haga un gesto afirmativo con la cabeza y empieza a dar toques con ambos pies a la pelota.
-Uno... dos... tres... cuatro...
Wayne se adorna dándole con la rodilla, incluso con la cabeza.
-Nueve... diez... once... doce...
A medida que se acerca al objetivo, Wayne tiene alguna dificultad para controlar el balón.
Tom sigue contando sin perder de vista la pelota, concentrado.
-Quince... dieciséis... diecisiete...
Wayne le da demasiado fuerte y, a pesar de que lo intenta, no llega a tiempo de darle el toque número dieciocho.
La pelota cae en la arena.
Tom lo celebra con una sonrisa.
El chaval coge la cartera y se la devuelve a Wayne. Dobla los treinta euros para que le quepan bien en el puño. Se pone su camiseta.
-Subo la apuesta -dice Wayne-. Tu camiseta y los treinta euros contra cincuenta...
-Me tengo que ir...
-Vamos, colega... Dame la revancha.
Tom coge la pelota y empieza a alejarse, pero se detiene después de pocos pasos.
-¿De verdad sabes saltar en paracaídas?
El día anterior, en la piscina del hotel, Tom se fijó en el tatuaje que Wayne lleva en el hombro y que ahora le tapa la camisa.
-¿Puedo verlo otra vez? -pregunta el chaval.
Wayne se levanta la manga y Tom se acerca lo suficiente para poder tocarlo con los dedos. Es un paracaídas con alas, el emblema del Regimiento de Paracaidistas del ejército británico.
Tom lo mira fascinado.
-Yo también quiero aprender.
-Todavía eres muy joven.
-¿A qué edad aprendiste tú?
-Diecinueve.
-¿No te dio miedo?
Ahora a Wayne no le cabe ninguna duda de que Tom es un chaval de once años, no cualquier chaval de once años, eso es evidente, pero la expresión de su rostro vuelve a corresponderse con su edad.
-Claro que me dio miedo... ¿Qué me dices? ¿Quieres ganarte cincuenta euros?
-Me tengo que ir, de verdad...
Wayne lo ve marcharse con la pelota debajo del brazo. Guarda la cartera y saca el paquete de tabaco. Enciende un cigarrillo. Luego sigue su camino rumbo al hotel pisando la arena blanda y caliente.
Número Tres
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Me ha encantado, Nacho. Me ha encantado. No tengo más palabras que esas. Me he imaginado toda la escena, de principio a fin. Y no sé por qué, pero la cara del niño era la de Sir Gareth Bale cuando tenía más o menos la edad de Tom, que rula por Internet. Y Wayne era John Wayne, jajajaja. Será por lo Pappy. 😉
En fin, que es un relato precioso, digno de ser filmado en un microfilm de esos chulos, en blanco y negro. Enhorabuena.
Gracias, Hechi... A lo mejor no te equivocas mucho y algún día lo vemos filmado 😉
Y vendrá entonces el momentazo por *los Hollywood* de que alguna Pe que grite a todo pulmón: "¡Nachooooooo!". Y tú subirás nervioso y emocionado a dar tu discurso, con los debidos agradecimientos... ¡y me nombrarás! Jajajajajaja. Aunque también un Goya -más cercano, más nuestro, más patrio-, no estaría mal. 😉
JOJOJOJO muy bueno, ingeniosisimo.
Esa seguridad de Tom, esa implacable naturalidad en su "después del Real Madrid" como si hubiera dicho "la tierra es redonda o es de día" se echa de menos en muchas cabezas de seguidores madridistas. Lastima que los cimientos madridistas de muchos se resquebrajen con la primera contrariedad.