Os presentamos uno de los cuentos finalistas de nuestro IV Certamen de Cuentos Madridistas de Navidad. El ganador se dará a conocer mañana, día 24 de diciembre, a primera hora de la mañana.
—Al final, lo que te digo, va a perder el vuelo.
El hombre de pelo blanco miró al otro y luego a su propio vaso vacío de Heineken. Se encogió de hombros.
—Menos mal que en el aeropuerto de Estambul todavía venden cerveza. Aunque sea Heineken. ¿Quieres otra?
—¿Pero no me oyes? ¿A qué hora tenía este su vuelo?
—Cómo se nota que tú llegas a Delhi y si quieres te abres una latita y, si no quieres, no —guiñó el ojo derecho y se levantó del asiento—. Voy a por otra.
—El vuelo.
—A las cinco, creo. Una hora antes del tuyo y tres antes del mío.
Se mesó la barba mientras observaba a su amigo dirigirse al mostrador arrastrando los pies. Y no era para menos. Qué cansancio. Venían de pasarse toda la noche sin dormir. Desenfreno en Madrid, avión a primera hora en Barajas, escala en Frankfurt, siguiente en Estambul y, finalmente, tropecientas horas después, cada uno a su destino. No es que le molestara; era tan estupendo como siempre lo había sido reencontrarse con los amigos en España por Navidad y, además, después de tanto tiempo, ya costaba encontrar otro momento en el año para verse que no fuera aquel. Pero se hacía pesado con la edad, eso era innegable. Y las mujeres se quejaban. Que si no te aburres, que si adónde vas, que si por qué no vienen ellos a casa alguna vez y celebráis la Navidad aquí los tres, invítalos la próxima; que si, en realidad, no habría ningún ellos, sino alguna ella… Su amigo posó la cerveza con demasiada fuerza sobre la mesa y le salpicó la barba. Fue un dulce despertar del ensueño, sin embargo.
—Te he pedido otra a ti también.
—Gracias, hombre, pero no hacía falta. Yo no vivo en Teherán. No tengo esa ansia.
—Calla, no me lo recuerdes…
—¿No ibas a hablar con la empresa? A mí el CEO me ha parecido siempre un tipo razonable.
—Imposible. Fuera de Irán no hay más que lo de los chavales con los que estuvimos anoche en Madrid. Y yo ya no estoy para esos trotes —vio su rostro reflejado en el vaso y dejó que se le saliera un suspiro—. Ya ni me acuerdo de cuando era rubio.
—A mi mujer le encantan las canas.
—Porque no las tienes.
—Pero ella sí.
La megafonía del aeropuerto anunciando el embarque inminente del vuelo a Jeddah. “All the passengers please blablablá…”, le interrumpió la sonrisa y le blanqueó los nudillos al apretar el vaso de cerveza con las manos. Se irguió sobre el asiento, mirando a su alrededor.
—¿Pero dónde se ha metido?
—Si ya lo sabes, buscando el regalo de su hijo.
—Madre mía —dijo el hombre de cabello castaño mientras bebía de su segunda Heineken—. ¿Y no podía haberlo cogido en Madrid esta mañana o en Frankfurt antes?
—No había lo que él quería.
—¿El qué?
—Pues lo mismo que todo el mundo, qué va a ser.
Se giraron ambos al escuchar las voces de su amigo, que se acercaba a toda prisa entre las luces y las gentes del aeropuerto. Llevaba una bolsa en la mano derecha y todo su cuerpo irradiaba la felicidad del deber paterno cumplido.
—¡La encontré! ¡Y en blanco!
Con mimo, dejó la bolsa en el suelo y de ella extrajo una camiseta del Real Madrid de talla infantil con el número 5 y su correspondiente “Bellingham” serigrafiado. La sostuvo extático frente a las miradas divertidas de sus compañeros.
—¿Pero tú no eras del Barcelona?
—¿Y tú no eras zoroastrista o mazdeísta o no sé qué mierda? ¿Y tú igual? Y mira ahora. No te jode…
De nuevo, la megafonía del aeropuerto se impuso sobre sus voces y su atención:
— This is the last call for Mr. Balthassar King. Please, proceed to Gate number 8.
— Bueno, ahora sí, chavales. Me voy —notó cómo los ojos, al igual que en los últimos dos mil y pico años, se le volvían a empañar—. Si el gordo de Coca-Cola no lo impide, el año que viene, a la misma hora, en el mismo sitio. Os quiero.
Se abrazaron los tres. Un rato más tarde salió Gaspar hacia la India. Se quedó solo Melchor, apurando la última cerveza del año antes de poner rumbo a Irán, donde le esperaba un mundo que ya le costaba reconocer como suyo.
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9,90. Enhorabuena por tu cuento.
Qué alivio no ser parte del jurado…
Jejeje. Me ha gustado mucho.