Ha dicho Iker Casillas en twitter que tenía ganas de pegarse siete tiros en los testículos, y se ha ganado 34.000 retuits y pico. Yo creía que esas cosas (lo de manifestar tener ganas de pegarse tiros en la bolsa escrotal, pero también lo de cosechar gran éxito en las redes sociales a consecuencia de ello) ya solo le pasaban a Ibai, a quien leí alguna vez algo parecido con similar resultado apabullante. Petarlo como lo peta el ilustre YouTuber (o twitcher, ya no sé) no es cosa al alcance de cualquiera, y tiene tanto mérito cómo sacarle una pierna milagrosa a Robben en los últimos estertores de un Mundial.
Lo de los siete tiros lo pone Iker entre comillas, lo que nos hace pensar que está citando alguna película o serie, tal vez algo que estaba viendo en ese preciso momento y tuvo la urgencia de tuitear. Muchos habrían agradecido un poco de contexto, pero yo vengo aquí a decir que mejor así, es más, que la gran noticia es precisamente que a Iker le resbalan los contextos ya por cuanto le resbala ser o no ser entendido, ser o no ser aprobado. Al actual Iker se la trae completamente floja que le amen o le pongan a parir, y a mí eso me parece un notición para todos los que le queremos. Básicamente, por contraste con el Iker que conocimos antes. Algo está cambiando en este hombre, y es para bien.
Muchos se llevarán las manos a la cabeza al leerme. Aducirán que alguien ligado al Real Madrid no puede expresarse en esos términos, como tampoco debería haber hecho, hace muy pocos días, una torpe broma sobre homosexualidad como respuesta sarcástica a la cantidad de novias que le inventan los medios del corazón. Luego dijo que le habían hackeado la cuenta, aunque esto de ahora, lo de los siete disparos en los huevos, permite albergar algún escepticismo sobre esta posible explicación. O bien el hackeo no fue tal, o bien la contraseña de Iker es algo así como Casillas01, tal como genialmente apuntaba Alejandro de León.
La gente está con ganas de meterse con el legendario portero a cuenta de estos trinos extemporáneos. Son chocantes, pero a mí me parecen una buena señal, como trato de explicar. Algunos consideran que, ya que no siete tiros en los dídimos, Iker merece al menos un buen pellizco en los mismos. No es mi caso.
No es mi caso porque, desde la distancia, he asistido durante lustros al espectáculo público de un hombre cuya preocupación por lo que decían sobre él rozaba lo patológico. Tanto antes como después de su retirada, el de Móstoles era capaz de llamar en directo a un programa de televisión para enfrentarse a quienes criticaban su juego aéreo, e incluso de contestar por Twitter al primer pocosfollowers que emitiese la primera impertinencia contra él.
La sensación, también desde fuera, es que Iker está cambiando radicalmente, y que lo está haciendo en completo beneficio de su salud mental. A veces, lo primero que distingue a una persona que deja atrás una mente torturada es su deseo de inducir en los demás la misma confusión que él ha sufrido antes de modo prolongado.
La forma más sana de lidiar con la popularidad es ignorar la opinión de cuantos escrutan tu vida. Iker ha pasado de un extremo al otro. Te tiene que dar todo muy igual para emitir esa salida del armario 2.0, o ese destello de autoviolencia gonadal. Solo los verdaderos sudapollistas, como refrendará Pepe Herrero, pueden alcanzar esa cúspide de indiferencia por las opiniones del prójimo.
No descarto, de hecho, que estos últimos y desconcertantes trinos formen parte de una terapia personal. “Iker, como prueba de que pasas de lo que diga todo el mundo debes emitir en el transcurso de los mismos siete días, para tus casi diez millones de seguidores, los dos tuits más extravagantes que hayas parido jamás. Debes así demostrarte a ti mismo, y contigo al mundo, que ya no eres prisionero de lo que los demás piensen de ti”.
Si es una terapia, todo va bien y nos alegramos por él. Está en el otro lado del espectro, pero poco a poco la ley del péndulo lo depositará en el punto medio donde se halla la virtud.
Bravo por el nuevo Iker. Empezar el viaje es la mitad de concluirlo.
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