Vinícius es nuestro niño bueno con sonrisa pícara a lo Jean Paul Belmondo. Vinícius es nuestro brujo insondable, el orixá de danzas festivas que convierte al juego del Real Madrid en un ritual indescifrable y gozoso. Madera negra de ébano, o acaso palo santo, santo y enhiesto, siempre en estado de excitación casi efervescente. Vinícius es la chispa y la burbuja, el double bubble que es mas bien triple o cuádruple, pura ebullición. Vinícius encara, valga la redundancia, y galopa, no a la manera de aquella estampida de búfalos que hacía retumbar la pradera y que conocíamos como Cristiano Ronaldo, sino en una carrera tan veloz como ligera, ingrávida, grácil, limpia, como un vuelo, como el vuelo del águila lanzada sobre su presa.
Vinícius hace la revolución a lomos de una sonrisa, sí, de esa sonrisa tan suya, sonrisa blanca de niño travieso pero al cabo inocente. Sonrisa que hechiza e hipnotiza, porque a través de ella asoma la criança divirtiéndose en la playa, haciendo diabluras con el balón por el mero placer de la belleza. Sospecho que a menudo el rival siente ganas de unirse a la diversión, de jugar con él, sólo para despertar del breve ensueño en el momento mismo en que Vinícius interrumpe de golpe su veloz carrera, en el instante fugaz en que el tiempo se detiene expectante, impaciente, y al rival le sobreviene -súbitamente, fatalmente, con la fuerza de lo inevitable- la certeza del gol inminente, o de esa asistencia que es puro arte, que humilla el toro para que el maestro Benzema ejecute la estocada certera y mortal.
Esos ojos grandes, inmensos, hambrientos de luz, que no pierden detalle y que no aciertan a ocultar la ambición divina que sacude y propulsa cada arrancada de Vinícius
El fútbol de Vinícius tiene el esmalte de lo único, de lo inimitable e intransferible. Y si el niño que aún es aflora en su sonrisa, en su mirada despuntan los dioses del candomblé que animan su fútbol. Esos ojos grandes, inmensos, hambrientos de luz, que no pierden detalle y que no aciertan a ocultar la ambición divina que sacude y propulsa cada arrancada de Vinícius. Esa ambición jovial, jocunda, impermeable a la frustración y a las críticas, que sospecho es el alimento que nutre su carácter único. Y es que si, como dicen los clásicos, la elegancia empieza por los pies (por los pies de Modric, naturalmente), la victoria termina pero también empieza por la alegría, por la alegría que restalla en cada movimiento de Vinícius sobre el terreno de juego.
Vinícius es, así, el arquetipo del futebol brasileiro. Es como si Vinícius jugara descalzo, o quizás calzando havaianas. Su fútbol es agua de coco y un balón en la playa y el guiño dulzón de la caipirinha y un puesto de bananas en la carretera, la alegría africana con su puntito de saudade portuguesa. El fútbol de Vinícius es el hoy que jamás piensa en mañana, las curvas promíscuas del bunda apenas enmarcado por el tanga, el colorido rebosante de la bahiana y el ritmo embriagador del samba. Por eso su fútbol, como el fútbol brasileño, es alegría o no es; por eso sería un sindiós intentar contenerlo en el corsé del rigor táctico y de la disciplina militar. Vinicius, como Brasil, es un arará que muere cuando lo enjaulan.
Cuando Vinícius galopa, la hierba crece a su lado en una eterna consagración de la primavera. Cuando Vinícius caracolea felinamente, el fútbol es un poco más bello, y esa belleza hace del mundo un lugar mejor. Es como si la Canzonetta sull’aria cantada por aquellas dos damas italianas volviera a derribar por un instante los ominosos muros de Shawshank, y nos bebiéramos tanta belleza hasta la última gota, y también a nosotros nos hiciera libres for the briefest of moments.
Por artículos como éste merece la pena leer.
También engalanar un pronombre con un acento, ahora que hasta la Real Academia pierde las riendas.
Tanto escribir por escribir , tanto escritor que tiene que rellenar cuartillas virtuales a diario por obligación .
Cuando la pluma es una fiesta que une forma y fondo surge el placer de leer.
John , muchas gracias por reconciliarme con el periodismo.
Ufff...es que no me extraña que hayan pocos comentarios, considerando la calidad del texto. Re inhibe la comparación implícita. Personalmente, me da un poco de reparo . Si tuviera que definir a John Falstaff no sería, en ningún caso, como periodista . Escritor, literato, prosista, aedo ...
* Me inhibe
Una de esas escenas en las que es imposible articular palabra, solo queda contemplar la belleza, expectante, como en toda la lectura del artículo. Mis aplausos para el autor. Y mi celebración del elogio a Vinícius, cómo me alegro del reconocimiento a este chico, que para algunos es como si hubiera aprendido a jugar al fútbol este año. Un crack, y lo que nos queda por verle.
Como dice Mariano Gómez, "Por artículos como éste merece la pena leer", o como bien indica Floquet, hay pocos comentarios porque la calidad del texto nos inhibe. La mamarrachada del Soci culer, en su línea. Siempre hubo clases, y en esto del deporte, más.
Muchas gracias, Mariano, Floquet y Amiguete, por vuestros desmedidos elogios, que no merezco pero que trinco hinchado como un pavo, naturalmente.