Anda atribulado el jugador brasileño, se creía halcón y la liga española reduce su vuelo al de un pichón doméstico con los días de vuelo contados. Porque es eso, una cuestión azarosa, que el gambeteador acabe en la lona, retirado en camilla. El tiro al pichón se ha convertido en una vergonzante cacería, en costumbre autóctona y cerril. Hay una parte de ese público foráneo, calentado en la olla del runrún antimadridista, que ha comprado íntegramente un relato bastardo, polémico e interesado de los “Sálvame” balompédicos. Jalea a sus defensas y cada empujón, roce o entrada calamitosa se celebra como si se hubieran cobrado una pieza mayor. Esa es la imagen que vende hoy esta liga en cuarentena y, lo que es peor, se protege el fango y la marrullería de gladiadores con lamparones. Nada de sutilezas ni tampoco de las defensas gallardas de otras ligas recias. El circo ibérico es otra cosa.
El relato construido con intereses espurios es que Vinicius es sinónimo de provocación y en esa ecuación todo vale para despejar el valor de su juego
El relato construido con intereses espurios es que Vinicius es sinónimo de provocación y en esa ecuación todo vale para despejar el valor de su juego. Eliminado o desquiciado uno de los factores desequilibrantes todo es más fácil. El papel de emperador caprichoso se reserva a ese árbitro altivo que, guiñándole a los focos, dice yo me sumo al aquelarre: tarjeta amarilla para el brasileño y algarabía del respetable anti. El mensaje de barra libre ha calado y no hay hombre de negro dispuesto a ser solución y no problema. No renta.
Curioso que eso ocurra cuando el jugador había encontrado su mejor versión. Antes no molestaba su juego, ahora, sin embargo encrespa su acierto. En este ecosistema viciado, no hay protección alguna para el pichón, sin embargo todavía tenemos en la memoria el trato de otras especies, estas sí, protegidas. Otros vuelos también virtuosos que no se ponían en entredicho, protegidos por el bien del juego y del espectáculo. Pero quizá no lo recuerden porque eso fue hace mucho tiempo: pasó ayer. De aquellos recuerdos también una orquestada maniobra animal: cómo se acorralaba al trencilla 2.0 en coreografiada protesta cada vez que se osaba toser a Messi. Quizá estas performances, estas escenas de caza, sean otra creación de la factoría Negreira a beneficio de inventario.
Mientras tanto, Vinicius vuelve a salir del cajón y esquiva perdigonazos. Si la mirilla de Germán Pezzella hubiera estado más ajustada en el último baile con el Real Betis, hoy estaría en la enfermería y nosotros hablando del tiempo. Se salvó “in extremis”, otros se hubieran tirado al sentir el contacto en el tobillo o sin él y, mientras se retorcían en el suelo, con el rabillo del ojo esperarían el regalo arbitral, pero se puede ser pichón o querer ser halcón, y en esas vuela.
Getty Images.
Muy buen texto. Me ha gustado mucho la redacción. Y en efecto, da mucha pena ver cómo la llama de Vinicius se ha ido apagando (o la han ido apagando, más bien) por motivos exclusivamente extradeportivos. Y no tiene pinta de que la inquina del público hacia él vaya a cambiar, así que tendrá que aprender a vivir con ello. Me conformaría con que por lo menos contara con algo de protección arbitral que, al contrario de la “neutralidad” por la que pagaba el Barcelona, se base en que le piten las faltas que le hagan. No creo estar pidiendo el cielo, vaya.
Pues yo me conformaría con la protección de sus propios compañeros, porque de tanto dejarle solo, se está excediendo en las protestas, y está muy cerquita de la expulsión.
A cada patada que le den, él tiene que levantarse y seguir, y los 3 ó 4 de al lado comerle la oreja al árbitro. Aunque con calma, que también sabemos que amonesta muy rápido.
Afronto cada partido del Madrid con muchas sensaciones y ninguna buena.
Tristeza, desilusión, rabia, desesperanza, miedo.
Tristeza porque desde que se han confirmado las sospechas de corrupción, ver futbol, que antes era motivo de alegria, ahora me produce melancolía.
Desilusión porque aunque mandemos a nuestros barcos a pelear contra el enemigo no podemos ganar contra los elementos, y menudos "elementos".
Rabia por como se ríen en mi cara, a pesar de que la fiscalía va a presentar cargos por corrupción continuada, la corrupción continúa sin ningún tipo de vergüenza ni reparo.
Desesperanza, por ver la injusticia que se comete día a día y tener la seguridad que no va a pasar nada.
Miedo en cada entrada violenta, a que algún descerebrado pueda roperle las piernas a Vini, Rodrigo, Benzema, Camavinga, Ancelotti, al que sea.