Siento mucho comenzar este texto con una revelación que desencajará más de una mandíbula de pura sorpresa, pero Vinícius jamás ha acusado a España de ser un país racista.
Es más: en la rueda de prensa en la que derramó lágrimas históricas subrayó que no considera que lo sea. "España no es un país racista, pero hay gente que va a los estadios y sí lo es". Lo dijo de manera literal, por mucho que el lector de este artículo, probablemente, se entere de ello ahora.
¿Y por qué se entera de ello ahora? Muy sencillo: porque se le ha ocultado, y seguirá con toda seguridad ignorante de este extremo si no pasa por casualidad por este artículo de un medio muy querido por el madridismo (gracias), pero minoritario si se le compara las grandes cabeceras deportivas. Los medios deportivos tradicionales dieron buena cuenta de la rueda de prensa del brasileño, pero ninguno destacó la rotundidad de esas palabras. "España no es un país racista". Es una de las declaraciones más solemnes y significativas que ha hecho jamás el brasileño, y sin embargo no se le ha dado bombo alguno, cuando no ha sido directamente silenciada.
¿Y por qué ha sido silenciada? Porque representa la muerte de la coartada perfecta contra Vinícius, es decir, la del chico como enemigo acérrimo, ingrato e irracional de la imagen de España o de España misma. Hasta el antimadridista más obtuso entiende que su antimadridismo no es razón presentable para abrazar el racismo -como en diferentes grados están haciendo tantos y tantos-, pero si le damos unos toques patrioteros al asunto podemos encontrarnos con que cuela.
Vinícius jamás ha acusado a España de ser un país racista. Es más: en la rueda de prensa en la que derramó lágrimas históricas subrayó que no considera que lo sea. "España no es un país racista, pero hay gente que va a los estadios y sí lo es"
Y vaya si ha colado. A base de hacer prevalecer la especie de que Vinícius crítica a España en su conjunto, lo cual como ha sido dicho es absolutamente falso, se ha homologado el acoso contra él, también el acoso racista, y han pasado a verse como conductas aceptables muchas que lindan con la xenofobia, la justifican de manera más o menos velada (los famosos "esto es inaceptable PERO") o directamente caen en ella.
Para blanquear la persecución contra el delantero, se ha dicho que acusó a toda Mestalla de ser racista (luego se vio que era mentira). Algo parecido se hizo con el Sadar, y hasta con la ciudad de Pamplona. O con la ciudad entera de Valencia. Lo cierto es que Vinícius jamás ha caído en esas generalizaciones, como tampoco en la más global de España. Pero se ha dado por hecho que su objetivo es desprestigiar aficiones, provincias, países. ¿En qué idioma tiene que decir que no pretende eso, sino luchar contra los indudables focos de racismo que existen en todos esos y en otros muchos parajes? Focos de racismo que, evidentemente, se ven reforzados cuando encuentran que la prensa, en lugar de ponerles a ellos en el foco, hacen lo propio con la víctima, presentándolo como el culpable muñidor de una presunta campaña contra el buen nombre local o la honra nacional.
Vinícius no habla de España porque España no es el tema. El tema es el bullying incalificable que sufre, el mediático y el sociológico, ambos con el pasmoso visto bueno de las instituciones
Vinícius no es un enemigo de Valencia, de Pamplona ni de España. La premisa es falsa, y es necesario que quienes la alientan sepan que nos damos cuenta de que lo hacen fraudulentamente. Se pervierte el debate, llevándolo a la eterna pregunta "¿Es España un país racista?", cuestión que muchos tratan de hacer pasar subliminalmente por la más aviesa y falaz "¿Tiene razón Vinícius al decir que lo es?" Pero Vinícius no dice nada de eso. Vinícius no habla de España porque España no es el tema. El tema es el bullying incalificable que sufre, el mediático y el sociológico, ambos con el pasmoso visto bueno de las instituciones. LaLiga no hace nada, como Río Ferdinand recordó a Tebas hace bien poco. La RFEF, a través de su corrupto estamento arbitral, ignora sistemáticamente la aplicación de protocolos antirracismo y antiviolencia en los campos. Cabe preguntarse incluso qué hace el gobierno de España cuando la mismísima Embajada de Brasil, un país supuestamente amigo, en territorio nacional, ha puesto el grito en el cielo. Nadie, absolutamente nadie hace nada, salvo dar por hecho que Vinícius es una amenaza para la reputación internacional de la patria, lo cual equivale a decir, salvando las distancias, que los niños ominosamente abusados en tantas y tantas latitudes constituyen un peligro contra el prestigio de la Santa Madre Iglesia. No, amigos. El desprestigio no lo produjeron precisamente los niños abusados.
Si Vinícius fuera un enemigo de España y sus quejas tuvieran fundamento (como la tienen), dicha condición de enemigo no le quitaría la razón. Pero es que encima no lo es. Nadie hará un titular con esto, pero yo, en mi modestia, voy a volver a subrayar que lo dijo y que, por tanto, ya desbarató la coartada. La única coartada que le queda al racismo es el racismo mismo, o bien el antimadridismo que despierta tanto racismo solapado.
Vinícius Jr.: "España no es un país racista, pero hay racistas que van a los estadios".
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