“Nuestro mundo que es el fútbol, que algunas veces me da un poco… me da un poco de asco vivir en este mundo y ganarme la vida en este mundo, pero es nuestro mundo.” Son las palabras que utilizó el entrenador portugués José Mourinho para definir mi actual repulsión hacia el mundo del fútbol y gran parte de todo cuanto le rodea.
Vinicius está en el foco. Así lo aseveraba la semana pasada el principal periódico deportivo de este país. Es un provocador, prepotente y arrogante. Finge y exagera las faltas. Baila cuando marca y se burla de los rivales. El delantero brasileño ha pasado de meme recurrente a criminal de guerra en tan sólo una temporada. ¿Su verdadero crimen? Sus 20 goles y otras tantas asistencias y su capacidad de ser decisivo en los éxitos de la temporada pasada del Real Madrid, marcando además el gol más importante de la misma. Porque no llamemos a engaño: Vinicius no ha sido un provocador para el resto del mundo hasta que no ha empezado a ser un goleador consistente. Sus bailes y sus regates no molestaban cuando los que no simpatizan con nuestro club se reían de él por no meterle ni al arco iris. Se le llamaba Ficticius con sorna y hasta los propios rivales desde el banquillo se burlaban de su calidad.
La situación de Vinicius es compleja y no debe ser juzgada con la precipitación que nos corre a todos por las venas cuando estamos viendo un partido del deporte que amamos. Hace falta ser consciente de la imposibilidad de separar la pasión del fútbol. De lo contrario, este deporte no despertaría tanta afición y expectación como lo hace. No puede entenderse el deporte sin ese fuego, en ocasiones incluso lava, que recorre y enciende nuestro organismo cuando nos sentamos en el estadio o frente a la televisión a animar a nuestro equipo y que nos vuelve a muchos seres casi carentes del noble arte del raciocinio. Nos apresuramos (y me incluyo) a sacar conclusiones sobre demasiados aspectos del fútbol y eso hace que casi todas las veces podamos caer en el prejuicio en el sentido más estricto y literal de la palabra y perdamos coherencia. Y coherencia es justo lo que necesitamos cuando tiene lugar un caso como el que se está viviendo actualmente en el fútbol español.
Vinicius ha pasado de meme a criminal de guerra en tan sólo una temporada. ¿Su verdadero crimen? Sus 20 goles y otras tantas asistencias y su capacidad de ser decisivo en los éxitos de la temporada pasada del Real Madrid
Lo primero que hay que decir sobre Vinicius es que tiene apenas 22 años. No es más que un chaval. Un chaval que a su edad ya ha logrado más de lo que logrará la mayoría de los jugadores en toda su carrera, que ya tiene su vida resuelta y es una estrella mundial e ídolo en su país, pero un chaval, al fin y al cabo. Y para un chaval de 22 años, vivir lo que ha vivido Vinicius desde que llegó a Madrid no ha debido de ser para nada sencillo de asimilar y gestionar. Se le achaca a un chaval de 22 años que se tira con frecuencia, que habla demasiado con los rivales y protesta mucho a los colegiados, lo cual le descentra. Dejando de un lado que esto pueda ser cierto o no, centrarnos en la reacción del brasileño es un error que nos aleja de la génesis de esta situación, porque precisamente aquí está el quid de la cuestión: Vinicius reacciona, no acciona. Reacciona. Para que Vinicius reaccione, tiene que haber algo que genere la respuesta del brasileño. Una palanca, si les gusta ese término. El madridismo se ha cansado de poner como ejemplos competiciones como el mundial o la Champions League, en las que Vinicius ha pasado desapercibido en cuanto a polémica se refiere. No ha habido palancas en estos torneos. No ha sido hasta que ha regresado a las competiciones españolas que se ha vuelto a ver en el foco de la misma. El problema nunca ha sido Vinicius, sino el odio o la animadversión generados en torno a su figura.
Las reacciones de Vinicius son producto de su frustración, esa que nace de la impotencia que le produce ver como de cada patada, entrada o empujón que recibe apenas un tercio son compensadas no ya con la tarjeta sino con la falta. Vinicius es, pese a esto, el jugador que más faltas recibe de las cinco grandes ligas. Y hasta el partido ante el Valencia, aún no había provocado ni una sola tarjeta roja de sus rivales en esta temporada. Antes de esta semana, había provocado sólo 8 tarjetas amarillas tras 62 faltas señaladas. Podrían parecer muchas si no fuera porque, por poner un ejemplo, Morata, con la mitad de faltas señaladas, había generado 11 tarjetas amarillas. Quedarse únicamente con los números, aunque significativo de por sí, sería injusto, pues no creo errar al afirmar que todo el madridismo tiene guardadas en su memoria entradas como las de Araujo o Maffeo, agresiones como la de Raíllo o empujones como el de Isi, por poner unos rápidos ejemplos, que acabaron sin sanción alguna (o escasa para la acción que fue) e incluso con los jueces de campo corriendo tras el brasileño para echarle la bronca vaya usted a saber por qué motivo.
Vinicius reacciona, no acciona. Reacciona. Para que Vinicius reaccione, tiene que haber algo que genere la respuesta del brasileño. Una palanca, si les gusta ese término
A Vinicius, repito: un chaval de 22 años, ante semejantes y sucesivas injusticias, se le pide que, en caliente tras estas acciones, sea un jugador totalmente aséptico. Que reciba patadas, insultos racistas y hasta agresiones y permanezca impasible, impertérrito, imperturbable. Tan mudo e indolente como un saco de boxeo, que es exactamente en lo que quieren convertir al joven brasileño. El resto de rivales (a los que ni siquiera me sale culpar totalmente de esta situación) tienen licencia para manifestar su frustración por no poder parar al brasileño a través de patadas y entradas que rozan o traspasan el límite de la amonestación (o expulsión), pero al parecer el brasileño no posee, a juicio de este mundo, el mismo beneplácito para quejarse cuando estas acciones no son sancionadas de manera justa. Este mundo del fútbol actual (y nacional), tan pasional que incluso celebra las patadas que sufre el jugador del Real Madrid, también le demanda al muchacho que, en un momento de juego en el que se encuentra con las pulsaciones a casi doscientas por minuto, sea capaz de mantener la compostura, darle la mano a su agresor, disculparse por haber cometido la terrible osadía de driblarle y hasta agradecerle que aún conserve las dos piernas y la capacidad de caminar, aunque sea cojeando.
Permítanme la licencia de confesarles que no existe jugador en el mundo capaz de aguantar lo que está teniendo que soportar Vinicius Jr. desde que le dio por explotar futbolísticamente. Su propio compañero y compatriota, Rodrygo Goes, ese al que muchas veces se utiliza como arma arrojadiza contra Vinicius al ejemplificar el prototipo de jugador educado, noble, y, sobre todo, tímido y cohibido que desearía el antimadridismo que poblara nuestra plantilla, sufrió en sus propias carnes lo que vive Vinicius semana tras semana cuando jugó en el Real Madrid Castilla un partido ante el Sanse. El arma arrojadiza resulta ser un boomerang que podría ser utilizado por el madridismo en su favor, pues la actitud de Rodrygo aquel día se tornó en aquella que tanto se le achaca a Vinicius cuando su compañero y amigo, harto de tanta patada como se llevó aquel día, al ver que el arbitraje fue tan parcial como suele serlo cada vez que juega el Castilla, acabó por liberar su frustración primero con un golazo maradoniano y posteriormente con una celebración efusiva frente al portero que, por supuesto, le costó la expulsión (y no jugar el Clásico con la primera plantilla a la semana siguiente; casualidades de la vida, amigos galernautas). Como podréis imaginar, en la prensa no se habló del trato arbitral que sufrió el ex del Santos, sino de su “actitud de niñato”. Afortunadamente para Rodrygo, en la primera plantilla los focos los acapara su compatriota ex de Flamengo y este episodio ha acabado por ser olvidado y el brasileño conserva su estatus angelical, pero este ejemplo demuestra que incluso el jugador más tranquilo puede acabar desquiciado ante las situaciones que (sólo) se viven en el fútbol español.
El fútbol actual demanda a Vinicius que sea capaz de mantener la compostura, darle la mano a su agresor, disculparse por haber cometido la terrible osadía de driblarle y hasta agradecerle que aún conserve las dos piernas y la capacidad de caminar, aunque sea cojeando
Y con esto llegamos al verdadero origen del meollo. Los focos que están puestos sobre Vinicius deberían escindirse para apuntar a dos lugares diferentes que, cada uno en su justa media, están siendo los verdaderos responsables de generar esa ira nacional contra el delantero brasileño. El primero de ellos es el arbitraje. El nivel arbitral actual es bajísimo, pero más allá de que los madridistas podamos o no sentirnos perjudicados por lo que consideremos injusticias arbitrales, en estas circunstancias, hay dos aspectos en los que se me antoja imprescindible incidir especialmente: la (no) sanción de las agresiones y la actitud de los colegiados hacia Vini. Lo primero me parece tan de cajón que me produce verdadera vergüenza tener que ponerlo por escrito. Es absolutamente incomprensible que, a día de hoy, con el VAR instalado en la competición nacional desde hace un lustro, se sigan perdonando tarjetas rojas con la ligereza con la que se da este hecho, que debería ser esporádico. Que no lo aprecie el árbitro a pie de campo puede ser un hecho meramente circunstancial o comprensible (o lo sería si no se diera con la frecuencia que se da cuando es un jugador del Real Madrid el agredido). Que se haya vuelto costumbre que desde la sala VOR no se corrijan errores tan groseros como una agresión intencionada o una entrada susceptible de desembocar en una lesión de gravedad es sencillamente vergonzoso. No hay paliativo que valga. El segundo aspecto del arbitraje que está ayudando a generar una imagen de villano en Vinicius es esa actitud generalizada por parte del colectivo arbitral basada en perseguir al jugador (suena a broma de mal gusto o exageración, pero es que literalmente se le persigue) para darle una charla que los espectadores no podemos oír, pero cuyo lenguaje gestual deja a las claras que está lleno de reproches desproporcionadamente enfervorizados hacia el jugador que acaba de recibir una patada o agresión. Centrar en ese momento las miradas en Vinicius sólo consigue ahondar en el runrún que ya existe en el ambiente y agrandarlo más aun si cabe. No sé si los colegiados son conscientes de la olla de agua hirviendo que están volcando sobre, y perdonen que me repita, un chaval de 22 años (sobre todo cuando se juega fuera del Bernabéu), pero a mí desde luego me remordería la conciencia cuando llegara a casa y pensara en ello.
El segundo protagonista de esta función que tiene como objetivo convertir a Vinicius en el malvado ogro comeniños del relato es, como muchos de ustedes ya habrán obviado, la prensa. Esa prensa que, cuando Vinicius reciba una patada salvaje, no condena la misma sino que Vinicius se levante pidiendo la tarjeta. Esa prensa que, cuando Vini recibe una agresión, reprocha antes al brasileño por encararse con el rival que al que le ha propiciado el golpe. Esa prensa que tras un partido en el que han cosido a patadas al brasileño, se dedica a darle un altavoz y convertir entre risas en un portaestandarte de la inocencia al agresor que viene de trabajarle los tobillos al delantero del Real Madrid. Esa prensa que no tiene reparo alguno en colocar a un chaval de 22 años en mitad de una portada para ponerlo, aún más si cabe, en el ojo del huracán cuando con otros casos de racismo sí que había dignificado lo poco que quedaba de su profesión dando valor en la portada. Esa prensa de la que, aunque ya no espero nada bueno, pues con el paso de los años ha acabado por extirpar la poca presunción inocencia hacia ella que me pudiera quedar; a su vez tampoco deja de encontrar nuevas maneras de sorprenderme. Podría resultar difícil concebir tanta malicia, tanta mala idea, tanta hipocresía y tanta mezquindad si no fuera porque tenemos la posibilidad de leer la prensa patria cada día. Una prensa que ha sido la principal responsable de crear odio donde sólo había un jugador de fútbol y que no ha tenido reparo en azuzar contra él a una banda de individuos (me niego a llamarles personas) carentes de moral que acabaron protagonizando uno de los episodios más lamentables del panorama futbolístico nacional con esa amenaza a Vinicius y ese muñeco colgado de un puente; pero que sí tuvo la hipocresía y poca decencia de escandalizarse (sin responsabilizarse, por supuesto) cuando sucedió lo inevitable. No por habitual es menos lamentable que la prensa sea incapaz de preguntarse a sí misma si no sería conveniente, aunque sólo fuera por el bienestar de un chaval de 22 años, apartarse por un momento de los colores que cada uno vista en su alma y tratar de calmar unas aguas que cada vez andan más revueltas tras una semana y media en la que hemos contemplado el episodio del muñeco y la salvaje patada de Paulista.
Cuando Vinicius recibe una patada salvaje, la prensa no condena la misma sino que Vinicius se levante pidiendo la tarjeta
Si considero al colectivo arbitral y la prensa como los principales responsables de la campaña de odio contra Vinicius no es sólo porque sean los principales motores de la misma, sino porque también son los que podrían hacer más por detenerla. Vinicius y sus rivales no van a dejar de actuar como actúan si la prensa y los árbitros no cambian primero su manera de proceder. Y dado que tampoco podemos esperar una metamorfosis de ninguno de estos colectivos, sólo nos resta esperar y contemplar mientras se suceden los acontecimientos hasta que el caso Vinicius explote por los aires a nivel mundial (espero equivocarme) tras sucesivos episodios como los que estamos empezando a ver y que están mostrando al mundo lo que es en realidad el fútbol español.
No esperen encontrar soluciones o respuestas en este texto, pues ni las poseo ni creo que existan siquiera. Sólo hallarán preguntas, incomprensión y dudas. Porque seré más parecido a Mourinho de lo que creía, pero el caso es que este mundo del fútbol español es uno que aspiro a no poder alcanzar a comprender jamás. No quiero comprender, y disculpen que me remonte un tanto al pasado, los motivos que pueden llevar a una persona a escribir artículos que traten de poner a la opinión pública en una predisposición de ridiculizar a jugadores menores de edad (o con la mayoría recién cumplida) que apenas si acaban de debutar en el fútbol profesional europeo. No concibo plantearme como tarea laboral acudir al colegio o partido de fútbol de los hijos de no uno sino dos entrenadores de fútbol a buscar a saber qué foto o imagen únicamente porque entrenaran a un determinado club de fútbol. Tampoco entiendo, cambiando de tercio, cómo el jugador que más faltas recibe de toda Europa ha visto las mismas amarillas que uno de los que más faltas realiza. Ni me entra en la cabeza que el jugador más vistoso y emocionante de ver de toda la liga española, el que debería ser el abanderado de la misma, no sólo no reciba cierta protección arbitral sino que lo único que percibe de este colectivo es su reproche y cierto desprecio despectivo.
No se trata de que Vinicius sea un santo. Tampoco de que convertirlo en un mártir. Se trata de que siga teniendo 22 años y de que pueda seguir deleitándonos a los que, cada vez menos, podemos disfrutar de su maravillosa e imaginativa forma de jugar y entender el fútbol.
Getty Images.
Maravilloso, realista, veraz e inconmensurable artículo. Pero mucho me temo que de poco servirá en el lozadal en que se ha convertido nuestra asquerosa Liga
Pedazo de documento.
Me pregunto, además, si no sería el momento de pedir responsabilidades incluso legales a periodistas y tertulianos que van soltando por su boca lo que quieren sin ningún rubor.
Estos tipos, ¿se escuchan cuando hablan? ¿Se leen cuando escriben?
Definitivanente, es el momento de enterarnos de lo que dice la prensa por el portanálisis de La Galerna y de las tertulias de la radio por lo qu dice Richard Dees en el Radio.
Hola,
¿Sería lícito enfocar el odio de la afición, sobre esta prensa, que está convirtiendo en un estercolero este juego?
Gran artículo donde podemos leer todo lo que muchos madrilistas pensamos.
Me pregunto a veces en que situación mediatica y de opinión pública estaríamos si Vinicius en vez de jugar en el Madrid jugase en el barsa o en patético. Nada de esto estaría ocurriendo.
También me pregunto que estaría pasando si un jugador como Pelé fuera fichado por el Real Madrid en la actualidad. Pues seguro que sería perseguido y pitado en todos los campos, sería insultado, pateado, provocado y criticado por la prensa... y estaríamos hablando de un jugador como Pelé. Ojo, no se confundan es una hipótesis, no digo que Vinicius sea como Pelé, no. De hecho ya pasó con Cristiano.
Cada vez que Vinicius juega por alguno de estos campos de España debería ser aclamado, pocas veces van a ver a jugadores como este en Vigo, en Gerona, en Mallorca, en Elche, en Bilbao, en el Wanda o incluso en Barcelona. Sin embargo prefieren que le pateen o le expulsen a verle jugar. No lo entiendo.
Estupendo artículo. Describe punto por punto lo que muchos sentimos cada vez que lo vemos jugar, cada vez que lo vemos sufrir y salir golpeado, y la indignación que nos embarga cada vez que escuchamos o leemos las reacciones de los medios y rivales. Ojalá me confunda, pero va a llegar un día en que Vinícius se acerque a las oficinas del club y les diga: "señores, me voy a la Premier. No es una cuestión de dinero, sino de dignidad, de respeto. Y por mi integridad, no aguanto más, ahí se quedan con su competición putrefacta". Última parada: Mallorca.
El único motivo de optimismo que veo para mantener a Vinicius aquí es que su amor por el club parece totalmente genuino. De lo contrario, no me extrañaría que se cansara de esto y se largara a París o a la Premier.
En todo este asunto de Vinicius falta poner el foco en la misma sociedad española, que, me van a disculpar por decirlo de forma tan cruda, es absolutamente despreciable, mezquina, ruin.
La semana pasada estaba leyendo una noticia sobre la agresión de Paulista a Vinicius en Libertad Digital, y había un link al Tweeter de DAZN con el video de la patada. Me dio por entrar y empecé a leer los comentarios. Sencillamente repugnante. No se salvaba ni uno. Vomitivo. La mayoría felicitando y jaleando a Pausta, proponiéndole para premios y para estatuas. Otro tanto eran insultos de todo tipo incluyendo insultos racistas no nloqueados por Tweeter, que ojalá desaparezca). Y el resto eran del tipo "sí , pero...", es decir, "sí, es una agresión a Vinicius, peeeero, ¿y cómo reacciona Vinicius, de eso no se habla?".
Lo dicho, asco de socie española.