Hace algo más de un año se anunció en loor de multitudes la nueva y definitiva remodelación del estadio Santiago Bernabéu. En enero de este año 2015, el Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad de Madrid anuló la modificación del Plan General de Ordenación Urbana de Madrid aprobada en 2012, que permitía la posteriormente anunciada reforma del estadio. No obstante, esta no es la primera vez que el Madrid ve frenada su aspiración a habitar un hogar mejor. En 1973 fue el Padre de la Patria, Bernabéu, quien vio frustrado su empeño. Décadas más tarde, el único sucesor que se le aproxima en visión y ambición estratégica, Florentino Pérez, se topa con la misma piedra: las autoridades le vuelven a decir al Madrid que verdes las han segado.
La cosa es que, naturalmente, ambos casos sólo se parecen en lo nuclear: el Madrid no puede tener un estadio nuevo. Las circunstancias, claro, son por completo diferentes. Se ha dicho muchas veces que Florentino es el nuevo Bernabéu; cosa absurda, aunque lo más que podamos colegir es que el presidente Pérez tal vez se haya visto seducido en algún momento por tal sugestión y se haya recreado en ocasiones cultivándola. Bernabéu era un prócer, un pionero: veía caminos todavía por trazar, y los trazaba. Florentino, en cambio, semeja más al gestor-magnate: intuye posibilidades por explotar, y las explota. Santiago Bernabéu quería hacerse un estadio nuevo, pues sabía que el viejo ya era pequeño para la dimensión que estaba adquiriendo el fútbol en los años 70. Vislumbraba un futuro desarrollista donde los grandes clubes construirían su fortuna deportiva a lomos de las grandes inversiones, de la multiplicación de los ingresos atípicos y del acrecentamiento patrimonial: el Barcelona lo estaba haciendo, también el Atlético, y los estadios de gran capacidad empezaban a emerger en Europa.
Florentino, en cambio, quiere terminar de pulir las potencialidades que tiene el actual Estadio Bernabéu, conociendo la dificultad y el extremo riesgo económico que supondría asumir el cambio de ubicación en los tiempos modernos. Que levantar un nuevo Bernabéu de 90 mil asientos en Valdebebas es, con el ladrillo más parado que un encofrador andaluz, poco menos que un suicidio a medio plazo.
El 8 de septiembre del año 1973, el Madrid presentó a propios y extraños el gran proyecto: un nuevo estadio en Fuencarral, junto al cruce de la variante de la carretera de Irún con la de Colmenar. El Estadio contaría con tres anillos cuyos accesos serían independientes entre sí: 120 mil localidades en total, con un graderío popular en el que 65 mil espectadores verían los partidos de pie. La por entonces proyectada estación de metro de Fuencarral estaría situada a kilómetro y medio del campo; rodeándolo, se ubicarían piscinas olímpicas, palacios de deportes, velódromos y aparcamientos con capacidad para acoger 8 mil automóviles.
Circundando al magno coliseo habría de todo: Bernabéu pensó en amplias parecelas ajardinadas, alamedas para el disfrute y relajo de socios y simpatizantes, pistas de tenis, prados habilitados para la acampada y hasta un zoológico. Todo ello redundaría en el beneficio comunitario que tendrían las nuevas instalaciones del Madrid. Se calculaba el coste total en unos mil millones de pesetas; estaría pagado, por supuesto, con lo que el club sacase por la venta de los terrenos en que se ubica el Santiago Bernabéu.
Una nota de prensa difundida meses antes por el Madrid explicaba así el proyecto:
“El ambicioso proyecto que está estudiando la Junta directiva comprende, como objetivo principal, la construcción de un nuevo estadio, empleando para ello las técnicas más avanzadas de la arquitectura moderna con toda clase de comodidades y confort, rodeado de un amplísimo aparcamiento y unas importantes instalaciones deportivas populares y sociales, con la posibilidad de añadir, en su día, una serie de recintos que permitan celebrar en España competiciones del más alto nivel internacional.”
El mismo texto institucional recalcaba el carácter rompedor de la empresa: “hemos querido ofrecer a Madrid el más bello conjunto arquitectónico de Europa y uno de los mejores estadios del mundo”.
En la Asamblea General de Socios del 8 de septiembre, los asistentes en pleno aclamaron el último milagro con el que el gran hacedor, don Santiago, pretendía asegurar el futuro de la entidad. El nuevo estadio fue diseñado por Félix Candela, célebre arquitecto español distinguido entonces por ser el responsable del Palacio de los Deportes que acogió los JJOO de México en 1968. Candela hizo fortuna en México con sus estructuras laminares, rasgo característico de su estilo arquitectónico. Había algo parecido a eso en la maqueta que el club exhibió en el Círculo de Bellas Artes, una vez presentado el proyecto: un vanguardista techo flotante sostenido por pilares y cables, que a simple vista recuerda a la factura de estadios modernos como el Stade de France de París, el Emirates de Londres o el Amsterdam Arena.
Candela había luchado en la Guerra por la República, destacándose como capitán en el Cuerpo de Ingenieros. Tras ser internado en un campo del concentración francés, acabada la contienda, marchó a México, donde, exiliado, desarrolló casi toda su obra.
¿Quién iba a comprar los terrenos de La Castellana? Pues William Zeckendorf, descrito por las crónicas de la época como un financiero norteamericano. Este hombre, miembro de una de las sagas de constructores más importantes de Nueva York, murió a finales de 2014. En 1986, el New York Times lo motejó como el desarrollador urbanístico más activo de Manhattan. Era hijo de William Zeckendorf senior, uno de los muñidores del skyline neoyorquino. Estos personajes, precursores de Boardwalk Empire, se presentaron en junio de 1973 ante la puerta de Santiago Bernabéu con un proyecto para aprovechar el solar del estadio y una jugosa oferta: alrededor de cuatro mil millones de pesetas.
La oferta de Zeckendorf, quien venía con un grupo de inversores japoneses y americanos, incluía el diseño majestuoso de lo que iba a ser el rascacielos más alto de Europa hasta la fecha: la Torre de Plata, también conocida como Torre Blanca: una torre, también diseñada por Candela, que tendría 70 pisos y mediría 248 metros de altura. Un mamut hecho con materiales traslúcidos y en una dinámica en espiral. Algo desconocido en España hasta la fecha, que estaría rodeado por más de cinco hectáreas de verde: un parque inmenso en el corazón urbano de Madrid, con piscinas públicas, pistas de hielo, espacios de juego para los niños y un hotel con terrazas interiores hacia la arbolada. La cuestión circulatoria se resolvería con varios pasos subterráneos y túneles que desviarían el tráfico desde La Castellana hacia Padre Damián y las calles adyacentes. Una obra que cambiaría la faz de aquella parte de Madrid, engullida completamente por las fauces de la gran ciudad.
Bernabéu estaba tranquilo: la idea era brillante, contaba con un respaldo financiero sólido y ofrecía soluciones. Llevaba madurándose desde 1972. En septiembre de 1973, cuando se presentó, era un proyecto vigoroso que sólo necesitaba el trámite legal pertinente: la recalificación de los terrenos sobre los que se asentaba el Bernabéu. Considerados como zona deportiva, habían de ser jurídicamente validados como zona edificable. Para eso se necesitaba la aprobación del Ayuntamiento: primero del Pleno, luego de la Comisión del Área Metropolitana, luego del Consejo de Estado y finalmente del Consejo de Ministros. Nada que no le hubieran concedido ya, hacía muy poco tiempo, al Fútbol Club Barcelona y al Club Atlético de Madrid. Pero en Madrid era alcalde Carlos Arias Navarro, El Carnicerito de Málaga, conocido así por su esforzado desempeño en la represión civil que continuó a la inmediata caída de Málaga en manos del Ejército sublevado en el año de 1937. Arias Navarro no era lo que los americanos llamarían un hombre con visión; cuenta Julián García Candau en su biografía de Bernabéu que al ser elegido alcalde de Madrid, su mujer comentó alborozada a los periodistas que los madrileños iban a tener un nuevo regidor muy aficionado a la música, ya que cada mañana al afeitarse cantaba Palmero sube a la palma. El caso es que Arias Navarro se negó desde un primer momento, calificando la hipotética aprobación del proyecto del Madrid como un crimen urbanístico.
Se desató entonces una tormenta mediática muy perjudicial para el Club. Después de un año larvándose, en junio de 1973 el proyecto saltaba a la palestra y hasta septiembre se sucedieron las declaraciones. El órgano mediático oficial del régimen, Arriba, vertió acusaciones contra Bernabéu y la junta directiva que en los años 40 compraron los terrenos de La Castellana: se dijo que el Madrid había expropiado vilmente aquellos metros cuadrados, y se difundieron rumores difamatorios acerca de la manera en que el club edificó el Estadio de Chamartín. Se argumentó que el rascacielos que iba a construirse en La Castellana colapsaría el tráfico; que los vecinos no podrían vivir en paz, dada la afluencia de gente que atraería el hotel y el parque, y que otro mazacote de cemento y hormigó en Madrid, tras la calamidad estética obrada hacía poco con la Torre de Valencia al final de la calle Alcalá, destrozaría la impronta paisajística de Madrid. A pesar de todo, el ataque más rotundo fue el que lanzó desde la muy prestigiosa tribuna de ABC el juez catalán Luis Pascual Estevill, quien deslizó insinuaciones sobre el destino de una parte muy sustanciosa del dinero que Zeckendorf iba a desembolsar en la obra: Bernabéu tuvo que calmar a Luis De Carlos, quien iba a querellarse contra Estevill (“a mí nadie me llama ladrón”) porque tenía pensado agotar el último de los recursos con que disponía: Arias Navarro, “terco como una mula” según Juan Carlos I, no cedía, y la agitación mediática amenazaba con tumbar el proyecto.
Don Santiago, no obstante, era un hombre de acción. Siempre lo fue, demostrando que el camino más corto entre dos puntos siempre es la línea recta, como cuando se enteró por la prensa de que el Barcelona iba a fichar al canario Molowny y telefoneó a Saporta ordenándole que cogiera un avión en Barajas y llegase a las islas antes que el enviado culé, que iba en avión. Bernabéu sabía que en España no se movía un ladrillo sin la aquiescencia del Caudillo, por quien tenían que pasar todos los asuntos aunque sólo fuese de forma indirecta. La oposición del Ayuntamiento sería vencida así, o no sería.
Una tarde, años después, Raimundo Saporta le contó a García Candau que la exposición del Círculo de Bellas Artes apareció cerrada: se habían cargado todas las maquetas y rollos del proyecto en una furgoneta de alquiler. Bernabéu le dijo al chófer: al Pardo. Allí montaron, en el cine privado del palacio, los trastos de matar, y Saporta se encargó de explicar todo el proyecto a Franco, su mujer, los marqueses de Villaverde y la hija de éstos. Carmen Polo quedó encantada. Incluso preguntó quién se oponía a la realización de la obra. Saporta contestó que Arias Navarro; la señora Franco respondió que por qué, a lo que Saporta se encogió de hombros: “no lo sé”. Franco, lacónico, se limitó a decirle a Bernabéu: “enséñeselo al Príncipe”. La comitiva desmontó el atrezzo y la furgoneta salió zumbando a La Zarzuela, donde doña Sofía se encargó de hacerle ver al por entonces Príncipe de España que lo que aquellos señores del Madrid le estaban pidiendo era que intercediera ante quien hiciera falta para hacer viable el traslado del campo. Don Juan Carlos, expresivo según Saporta, argüyó que él no mandaba nada en España, con lo que la expedición regresó a tierra esperando acontecimientos.
Al día siguiente, Saporta recibió la llamada de Alfonso de Borbón y Dampierre, embajador oficioso del Madrid ante El Pardo dada las relaciones de amistad del Duque de Cádiz con Saporta: dice el Caudillo que nones. Las palabras exactas fueron: “Dígale a Saporta que no presente el proyecto porque le van a llamar especulador.”
Se desmontó la operación, ya aprobada por la Asamblea General de Socios, y a Bernabéu se lo llevaron los demonios. Dicen que, furioso por el desplante, llegó a confesar que de haber una nueva Guerra Civil en España, él, que había sido cabo en el ejército de Franco, se pensaría bastante de qué lado combatir. “En España molesta el más listo, la mujer más guapa, pero nosotros no tenemos envidia a nadie”. Cinco años después, el patriarca moriría con la única tarea pendiente de dejar el futuro del club de su vida asegurado con una flamante nueva morada. “Es necesario que en el club quede quien sepa dónde se encienden las luces.”
Saporta le confesaría más tarde a García Candau que, según su creencia, a Franco no le gustó que el proyecto fuese de un socialista exiliado, por Candela.
La Galerna trabaja por la higiene del foro de comentarios, pero no se hace responsable de los mismos
Como adenda al artículo, debí añadir un párrafo de apéndice:
El juez Estevill, a la sazón, fue apartado de la carrera judicial por un “delito continuado de prevaricación judicial en concurso con un delito de detención ilegal, un delito de cohecho continuado en concurso con un delito de amenazas condicionales y un delito de alzamiento de bienes”, según la sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña. 9 años y cuatro meses de prisión para el magistrado que, veinte años antes, había esparcido sobre la Junta Directiva del Madrid la especie de que la construcción del nuevo Estadio Bernabéu iba a servir para llenar los bolsillos de los jerarcas del Real.
Una vez más, gracias por estos artículos tan documentados sobre la historia de nuestro club.
A usted por apreciarlos.
No había leído hasta hoy este excelente y valioso artículo. Más allá de la ya habitual magnífica escritura de @fantantonio y su precisión, me encanta el contenido. Esta serie de artículos afloran luz y detalles desconocidos sobre la historia de nuestro club y desmienten las falsedades y ficciones que de manera interesada han elaborado a lo largo de los años miembros del "antimadridista F.C.". Estas falacias insertadas en nuestra historia no sólo son tomadas por verdaderas por muchos madridistas sino que incluso pueden ser el origen de ciertos complejos.
El Real Madrid debería tomar la decisión de darles de alguna manera (libros, reportajes en RMtv, ...) la difusión que se merecen.
Buenas tardes D. Antonio y enhorabuena una y mil veces y las que hagan falta por artículos como este de hoy, la verdad es que dejan un regusto agridulce, por un lado disfrutas muchísimo leyéndoles, ya que son clases de historia y están fenomenalmente escritos, pero por otra parte, empiezas a dale vueltas al " coco" y no paras de preguntarte, como hemos llegado a esta situación miserable, en donde debemos pelear, hasta por el significado de las palabras. La historia ya la conocía en sus trazos más gruesos, la intervención del corrupto juez Estevill, la oposición ya entonces de la mayoría de los medio de comunicación, - el CE.CO.M.A. existía en 1973, ¡increíble!-. otros los desconocía, como la presentación del proyecto a Franco,( desagradecido hasta el final de sus días ), y la militancia republicana del autor del proyecto, D. Félix Candela. Es triste constatar por el número de comentarios que el artículo, ha pasado un poco sin pena ni gloria, ( quizás debido a la escandalera del caso De G ea), cuando es de esos artículos que avivan la memoria y fortalecen el espíritu, gracias una y mil veces D. Antonio.
Saludos blancos y comuneros
Geniales estos artículos de historia, sobre todo para los más jóvenes. No estaría nada mal una sección dedicada exclusivamente a estos temas, en lugar de alguna otra prescindible como el Córner del Anti.
Una vez más, enhorabuena.
Pero Franco no era el que había ayudado al Madrid a conseguir las Cinco Copas de Europa? Esta parte de la historia no la conocía. Excelente artículo. Muchas gracias. La Galerna es maravillosa. A propósito, a Florentino se la armó una parecida cuando la recalificación de los terrenos de la Castellana. Desde siempre las cosas del club blanco han sido de ampanga. Como la historia se repite sabremos que el nuevo Bernabéu se podrá ver construido. Sólo hay que darle tiempo al tiempo.
Magnifico artículo que demuestra que La Galerna es insustituible (cuando digo La Galerna se entiende lógicamente también su patrimonio humano, sus fabulosos articulistas). Díganme una publicación, solo una, que se acerque mínimamente a los objetivos alcanzados por esta en su corto espacio de tiempo, no hay ninguna, ni siquiera RMtv se le acerca.
Por ello, quiero dar las gracias a Fantantonio por sus artículos llenos de sabiduría y por supuesto a Don Jesús Bengoechea, alma mater de este fabuloso proyecto que es La Galerna.
Gracias.
Muchas gracias, Antonio. Abrazo!
¿Pero no era el Real Madrid el equipo del GOBIERNO DE FRANCO?.
Las historias que se han contado y siguen contando no son otra cosa que pura envidia por los logros del equipo
blanco. Yo desconocía todo lo que este gran comentarista nos ha informado, un gran articulo que merece publicarse en los mejores y grandes periódicos mundiales, para que todo el mundo sepa la verdad sobre las grandes dificultades y otros intereses de gentes maliciosas que con su gran ´´ MADRIDITIS´´ son capaces de
inventar historias difamatorias para hundir en este caso al Real Madrid.
También nosotros pensamos que es un gran artículo merecedor de figurar "en los mejores y grandes periódicos mundiales". De ahí el enorme orgullo que nos da haberlo publicado nosotros. Muchas gracias.
Buen artículo. Sólo corregir un dato. En efecto, el arquitecto del nuevo estadio era Félix Candela, pero el arquitecto de la torre era I. M. Pei. Mi padre, Carlos de Miguel, fue contratado por Zeckendorf a título de asesor general del proyecto. Yo trabajé en el estudio de Nueva York y varios veranos con Vincent Por el urbanista del proyecto, ya que en esa época estudiaba arquitectura en Montreal.
Gracias Antonio.
Gracias Jesús.
GRACIAS LA GALERNA.