El viejo Real Madrid de siempre

Meses ha, afirmé en esta misma tribuna que el Madrid incrustaba cinco jugadores dentro de la excelsitud europea: Ramos, Kroos, Modric, Hazard y Benzema. Añadía, además, que, si funcionaban estos, el Madrid era capaz de ganar a cualquiera. No quiero arrogarme nada más que una confianza ciega en estos hombres de la vieja guardia, que nos hicieron felices en otro tiempo, cuando fuimos los mejores, cuando la cólera de Aquiles refulgía y la vida eran acordes y desacuerdos. Pero Troya cayó, el rock and roll pasó de moda, y lo que queda es aquello: una ristra de nombres que siguen asustando. No es poca cosa: esta semana han funcionado, y ellos solitos han renovado los cimientos de una temporada ruinosa. Insisto en que el único mérito de este párrafo estriba en creer en esta gente por encima de todo y de todos. Lloverá, tronará, se lesionará Modric, perderá un balón comprometido Kroos, sonará un entrenador de Eslovaquia para sustituir a Zidane... Pero, señores, esta gente es la élite. No se olviden.

Pienso en Ramos, que adelanta veinte metros a la defensa en cada jugada, que convierte a un mero jugador de salón como Varane en un tercio de Flandes y que aparece en las trifulcas de chavalillos que se forman al borde del descanso para, con su sola presencia, espantar el gallinero. Pienso en Kroos, que tiene un cutter en su interior derecho, que baja del avión con la elegancia de Rick Blaine y que baila alrededor de los cisnes europeos sin que nadie le tosa. Pienso en Modric, que hace oro de cada balón que toca, que a su, en términos futbolísticos, provecta edad apenas tiene quien le siga el paso. Pienso en Benzema, para cuyo fútbol ya inventó todos los adjetivos Juan Ramón en su segunda antología. Y por último no dejo de pensar en Hazard, creo aún en ese tipo que un día dominó la liga más valorada de Europa.

Si a estos unimos a la no poco reseñable retaguardia, desde Courtois hasta Valverde, desde Casemiro hasta Ødegaard, la mezcla no da para rememorar aquellos días de vino y rosas, pero sí para soñar con ganar el partido que viene, y de ahí hasta donde nos lleve la providencia. Aprovecho para decir aquí, además, que tengo especial predilección por Rodrygo, veo en esa zancada podenca ecos de superestrella. Cuentan los que saben de eso que, además, los preparadores físicos de Zidane suelen dejar la miel para el mes de marzo, y de ahí en adelante. O, lo que es lo mismo, que ahora vivimos instalados en el ruido para dejar paso a las nueces en poco menos de un trimestre. Si esto fuese así, si todos los condicionales de esta columna se cumplen, sueñen, queridos. Sueñen. Porque ha llegado el viejo Madrid de siempre. El que mezcla en su escudo a varios de los mejores jugadores de Europa con una mentalidad desconocida en el planeta fútbol. Así que, lo dicho: sueñen.

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