Estamos en tránsito. Una temporada ha costado dejar patente ese hecho, aunque los signos de vientos de cambio ya se anunciaban desde el recorrido ligero del último año de Zidane como manager blanco. Después, el diluvio. El Real Madrid de la temporada 2018/19 hizo patente el declive de un magistral pico histórico que, a la postre, no era factible mantener. Tampoco era previsible que el equipo al completo se introdujera voluntariamente en una cámara de refrigeración después de Kiev. La espina dorsal del club, desde la final de Lisboa, se anclaba a una privilegiada cohorte de jugadores que creíamos más propios de la saga Avengers que de dotados atletas (como así lo vaticinó un por entonces gurú muniqués). Siguiendo, desde la zaga, el orden del posicionamiento táctico, destacaban tres nombres: Sergio Ramos, Luka Modric y Cristiano Ronaldo. Todos tótems colectivos del pasado reciente en la comunidad de Chamartín. El de Madeira abandonó a sus fieles en busca de presas frescas italianas que añadir a su colección de víctimas. Cristiano volcó su aspiración caudillista bajo el cobijo de la estructura deportiva más laureada del continente. Max Weber no se equivocaba al afirmar que lo propio de Occidente es el caudillaje político. El desangelado clima que alcanzó la Castellana tras la marcha del portugués destapó el agotamiento de las ínfulas carismáticas del equipo. Eran ínfulas de seguridad en la misión de acometer, año sí y año también, el asalto de las clásicas plazas fuertes del continente europeo. Pero tan pronto como se perdió el perdigón de ataque, la columna vertebral se deshizo en añicos. Sin referencias ofensivas en los últimos metros, la pasada temporada sólo un anómalo Benzema (alejado de sus funciones de escudero de Ronaldo) apareció de inusual apagafuegos. En las tareas de orquestar el juego en la medular se acusó que Modric arrastraba el sobreesfuerzo del Mundial con Croacia, hasta bien entrado el curso. Ello no impidió, no obstante, que fuera uno de los jugadores más rescatables en la debacle blanca en el Bernabéu contra el Ajax dirigido por Erik ten Hag. Las columnas de mármol estaban cercadas por la vegetación: fuimos espectadores del derrumbe más plomizo que se recuerda en la casa blanca. La imagen de Luka noqueado sobre el césped por Frenkie De Jong (traspasado este verano a Can Barça con el sello de autenticidad cruyffista) legitimaba el reemplazo de nuestras invictas estatuas por el fresco academicismo de la escuela Ajacied. Por otro lado, Ramos era una figura determinante en la segunda empresa de Zidane como entrenador. En Sergio reside la potestad de llamar a filas a los no convencidos. Como jefe de camada, Sergio está facultado para dirigir el reemplazo generacional, quién sabe si portando todavía la antorcha de aquella mágica noche lisboeta.
En la Grecia clásica, los muchachos libres ocupaban una posición de tierra de nadie. La condición natural mermaba a esclavos y mujeres su irrupción en la arena pública. En cambio, los jóvenes atenienses son candidatos del máximo estatuto otorgado por la ciudad. De forma análoga, Vinicius, Brahim, Rodrygo, Kubo o Valverde representan la savia nueva, producto de una estrategia de fichajes marcada por factores exógenos. Concretamente dos son los más señalados: la convulsión del mercado de fichajes al alza con las petromonarquías de Oriente Medio y el obligado cumplimiento del Fair Play financiero de la UEFA. Aun así, las nada despreciables inversiones del club en talento extranjero (45 millones al Santos por Rodrygo y 40 millones al Flamengo por Vinicius) delimitan la estela económica seguida por Florentino y José Ángel Sánchez para evitar tener que romper las burbujas imperantes en el mercado. En este sentido, la burbuja Hazard se explica por la pésima temporada anterior y por la urgente llamada a incentivar los ánimos de la parroquia blanca. En espera estamos de futuribles inversiones de envergadura en el presente ejercicio (rememoraciones del primer florentinismo), pero la tendencia general del clásico “bueno, bonito y (no tan) barato” no engaña. Estos jóvenes tienen por delante a los buques insignia del laureado pasado inmediato. El escepticismo de muchos seguidores con el rendimiento irregular de la plantilla estimuló su afán de novedades. El refugio Vinicius concluyó con su desafortunada lesión en la eliminación contra el Ajax. Perdido el rumbo definitivo por la lucha de los títulos, el espejismo del joven carioca se trocó en una dolorosa realidad. La interminable agonía del equipo en el tramo final escenificó las penurias que habían pulverizado cualquier vestigio de ilusión. Vinicius fructificó como pasaje transitorio en una temporada en blanco: exigirle un punto añadido de exigencia nos hubiera nublado por completo. Diecinueve años todavía, es preciso no olvidar ese dato.
La posición social de los muchachos griegos se cifraba en su negativa a ser objeto de placer fácil de terceros. Esa servidumbre voluntaria auguraba la ineptitud futura para la dominación social. Guardar las enseñas de la honorabilidad habilita al joven candidato: su dominio de sí le permitía algún día dominar los asuntos públicos. Jugadores como Vinicius o Rodrygo no deberían acomodarse en la complacencia de ser juguetes de reserva para el disfrute popular en los minutos de la basura. Vestir la camisola blanca les impele a seducir en Concha Espina, sí, pero sin renunciar al futuro dominio de la situación que se les exigirá a medio plazo. El camino secundario de los jóvenes que no acaban de despegar es el exilio temporal, en calidad de cesión. Ello no prueba que la oveja descarriada pueda retornar a filas, que se lo pregunten a Carvajal tras su periplo en el Bayer Leverkusen o a Lucas Vázquez en el Espanyol. La apuesta es arriesgada. En dos o tres años la presión será asfixiante si no se propina un salto de madurez en el verde. La incorporación de noveles top asumirá los puestos vacantes dejados por los veteranos de la plantilla en sucesivas campañas. La otra opción es el vacío generacional, la orfandad sin vistas de reemplazo. Del acierto de nuestros noveles depende que el draconiano mercado no encadene a la junta directiva en traspasos de alto voltaje, y con ello se ponga en riesgo la estabilidad financiera de la entidad. La transición debe ocurrir, pero con la vista puesta en los metales. Es el peso que el escudo demanda. El centenario himno levanta acta de lo que debe acontecer: Club castizo y generoso, todo nervio y corazón, veteranos y noveles, veteranos y noveles, miran siempre tus laureles con respeto y emoción.
Todo perfecto, el problema parece venir cuando noveles como Asensio sólo recuerdan del himno la estrofa de las "mocitas madrileñas" (no sabemos si alegres y risueñas, pero suponemos que si), y se les nota en el campo, vaya que si se les nota.
El problema no son los jóvenes. En ese sentido el Madrid tiene jugadores prometedores que apuntan a figuras: Hakimi, Lunin, Vallejo, Ceballos, Odegaard, Febas, Kubo, Rodrygo, Vinicius, Militao, Jovic, Asensio, Oscar, Javi Sanchez, Reguilon, Soros... creo que no se me olvida ninguno. El problema es que esos jóvenes hay que ponerlos. Además un equipo no se puede hacer solo con jóvenes, necesita figuras que marquen las diferencias y ahí es donde el Madrid ha fracasado este verano y el pasado. Era necesario suplir a Bale, Benzema, Modric, Kroos, Ronaldo, Marcelo, Ramos, Vazquez, etc... no me refiero a echarlos, me refiero a suplirlos. No se puede confiar en una columna vertebral envejecida y sin hambre. Creo que el plan de Zidane era interesante pero poco ambicioso: Pogba, un medio centro defensivo, Mané y Hazard. El problema es que el plan de Florentino aún era menos ambicioso: Hazard. Ya sabemos quien ha ganado. Mi opinión es que Zidane va a presentar la dimisión si no se vende a Bale, James y no se ficha a Pogba. Me parecería lo más lógico e integro por su parte. Ya estoy harto de entrenadores que se comen la falta de refuerzos en Septiembre y luego lloran en Diciembre (Benitez, Pellegrini, Lopetegui). Mejor decir las cosas como son: con esta plantilla el Madrid no puede competir con FCB ni Atleti, no te digo con los grandes de Europa. Es lo que hay. Al menos hasta que Florentino entienda que con los jóvenes solo no es suficiente.
Están aburguesados.
Falta actitud en los futbolistas y sobra paciencia en la afición.
No me lo puedo creer. Falta mucho. Han de venir un par de fichajes. Pero, por favor, Neymar no.
Si Canelita es el que tiene que arengar a los no convencidos... El mismo que jornada tras jornada nos dice que están muy jodidos. El mismo que desaparece en el final de temporada por una lesión que todavía no está claro cuál ha sido. El mismo que sale con una supuesta oferta china a decir que se va gratis pero que le abonen los años que le quedan. El mismo que está ausente en pretemporada y del que sabemos más por su macroboda que por su buen o mal momento deportivo.
¿Y si el problema fuera que alguien así es el líder del vestuario?
Los jóvenes tienen que jugar y si no son válidos pues a otros equipos. La estrategia del Madrid de fichar a jóvenes promesas talentosas no es mala, ya sabemos lo que cuesta cualquiera en el fútbol actual. Pero está claro que Zidane no es el entrenador adecuado para estos menesteres, y la afición del Madrid tampoco para tener paciencia y enseguida pide fichajes de relumbrón cuesten lo que cuesten, así que uvas negras.