Dicen que la vida sigue, aunque a veces tal cosa sea una ofensa, un insulto, un agravio intolerable para aquel que ya no sabe lo que es seguir tras la tragedia, aquel que quisiera parar el mundo ante el horror, aquel que ya (des)vive detenido sin mayor razón que la negra pena, la más negra incomprensión y la negrísima rabia. ¿Cómo que la vida sigue? No puede ser. A veces no sigue, a veces se para bruscamente para siempre aunque de hecho siga, y de esa contradicción está hecho el mundo, que no para de girar como si nosotros no le importáramos, como si a nosotros a veces nos importara una mierda que siga girando o no... Y sin embargo se mueve.
Esta contradicción se refleja en las portadas deportivas del día, aún conmocionadas por la tragedia de París y a la vez ya abiertas a recibir otras noticias propias del seguir girando del mundo. Comienza a entrar el aire por alguna ventana y, en consecuencia, comenzamos también aquí, en esta sección del Portanálisis, a recibir ese frescor aún sin demasiadas ganas de hacerlo, aún con el cuerpo tan frío que la más mínima brisa duele y casi da fiebre. Seguimos detenidos, parados en París, entumecidos, como en posición fetal, pero a la vez queremos (no nos queda más remedio y tal vez sea bueno que así sea) mirar al frente con coraje y asumir nuestros habituales quehaceres. No como si no hubiera pasada nada (eso nunca), sino precisamente porque ha pasado, justamente por lo que ha pasado, en respuesta a lo que ha pasado, como un desafío, tal y como la mera y salvífica cotidianidad sirve a la vez como terapia y sobre todo como una señal de fortaleza y convicción, como un seguir de pie ante la tormenta.
En la portada de Marca Cesc Fábregas ofrece un balón en homenaje a las víctimas de los atentados de París, y ese es el mensaje que, en general, transmiten hoy los medios deportivos: el fútbol conmocionado ante la tragedia y el fútbol también como respuesta, como juego -es juego antes que deporte- comunitario, colectivo, asociativo, grupal. Atiendan por un instante a cualquier plantilla, pero hoy más que nunca a la selección francesa y vean cómo conviven en el césped jóvenes de diferentes razas (si es que de verdad hay varias), de diferentes religiones, de diferentes países, de la misma carne y el mismo hueso, y lo hacen unidos por un mismo objetivo: vencer sobre el contrario, sí, pero hacerlo con unas reglas previamente establecidas, y no a golpe del propio arbitrio, no por la mera imposición de sus maneras; es decir, no por violencia, sino por persuasión, esfuerzo, astucia y calidad.
No es mala enseñanza esta, pese a que a menudo nos enfrasquen (y nos dejemos enfrascar) en la mera rivalidad como único sostén de este seguir girando del mundo, también en el fútbol. Hoy esa rivalidad queda en suspenso en acto de recuerdo, memoria y homenaje. No solo de las víctimas de París, aunque sobre todo por ellas, sino también de aquello que sigue haciendo grande a este bendito juego capaz de enlazar las diferencias.
En París, por París, no hay hoy rivalidad. Niños abrazados guardan silencio, ramos de flores y velas de distintas procedencias acogen el recuerdo y se suceden las condolencias de los deportistas: futbolistas, tenistas, jugadores de baloncesto... Todos hoy en el mismo barco, todos hoy tan partícipes de lo mismo que no entendemos por qué demonios Mundo Deportivo destaca tanto lo que ha dicho Messi -seguro con sentimiento y no sin razón- tras la tragedia. Parecen no haber entendido nada. Si de lo ocurrido en París hablamos, hoy Messi no es nadie más que Pau Gasol, nadie más que Rafa Nadal, nadie más que uno de los niños fotografiados en la portada de Sport, nadie más que tú, querido galernauta, nadie más que esa vela que recuerda en silencio junto a otras y que algún anónimo ha tenido la delicadeza de poner ahí. Hoy Messi es solo uno más, tan necesario como todos, pero no un destacado, ni un protagonista, y mucho menos la principal estrella del Barcelona, porque hoy el Barcelona no importa en absoluto.
El diario As es hoy quien abre más la ventana para que comience a entrar el aire, y aunque ya decíamos que tal gesto es tal vez necesario, también decíamos que no podemos evitar sentir frío, y acaso demasiado. Es solo nuestra opinión, o mejor nuestra sensación casi física, pero se nos antoja algo brusca la abertura de As, algo excesiva, poco cautelosa. Es Raúl quien entra con brío, imponiéndose sobre la conmoción, sobre el dolor y el recuerdo, y nosotros solo podemos desearle lo mejor en su último partido como profesional, pero ya, sin mayor detención en el tema, casi como pidiendo, por favor, que la ventana quede tan solo entreabierta y que así el aire vaya entrando sin molestar, poco a poco, tan solo rozando el cuerpo para desentumecerlo a su ritmo, sin violentarlo. Por favor, sin violentarlo.
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