Unos meses después de la pérdida primero del arquero Betancort y posteriormente de Zoco, se ha marchado otro héroe de la sexta Copa de Europa del Real Madrid, Manolo Velázquez. Un artista del balón, uno de los jugadores con más clase de la historia del club merengue, un número diez que deleitó muchas tardes a los presentes en el estadio Santiago Bernabéu.
Nacido en el castizo barrio de Chamartín, tuvo como ídolos a Rial y Law, y su relación con el balompié comenzó en dos conjuntos modestos, el Ibarrondo y el Ipona. Con 15 años entró a formar parte del club de su vida, el Real Madrid, del que era socio desde pequeño. Pasó por los juveniles y por el equipo aficionado hasta que en 1962 se marchó cedido al Rayo Vallecano, que por entonces estaba en Tercera División. Un año más tarde hizo las maletas con destino al CD Málaga. Sus dos temporadas en el club blanquiazul fueron magníficas, ayudando a los malacitanos a conseguir el ascenso a Primera División en 1965, tras una promoción ante el Levante donde anotó un gol en la ida. En el equipo andaluz estuvo a las órdenes de Domingo Balmanya y tuvo como compañeros al mítico Abdallah Ben Barek, Chuzo, Pepillo o Benítez.
Su gran rendimiento le llevó de vuelta a un Madrid campeón de Liga ya sin Di Stéfano y en el que leyendas como Santamaría o Puskas habían pasado de los 35 años. Muñoz le colocó como interior izquierda para dotar al equipo de mayor inteligencia y clarividencia en el juego. Su finura, elegancia, exquisita técnica y talento encandilaron a aficionados y compañeros, que le bautizaron como el “cerebro”. Aún así en ocasiones y cuando no tenía su mejor día desesperaba a los asistentes al coliseo blanco que le dedicaban sonoras pitadas.
Su debut en Liga tardó en llegar y no se produjo hasta la jornada 15. Fue en Mallorca y aquel día logró dos goles en una clara victoria por 2-5. Por su parte, el estreno en la Copa de Europa fue ya en 1966, en la ida de los cuartos de final, donde el Madrid cayó en Bruselas frente al Anderlecht por la mínima. A partir de ese momento el técnico sentó a Puskas para dar galones a Velázquez en un frente de ataque en el que formó con Serena, Amancio, Grosso y Gento. Su gran entendimiento con el cántabro, al que servía balones en largo con el exterior de su pie izquierdo, fue una de las claves para remontar al Anderlecht en el Bernabéu y luego eliminar al Inter en semifinales. En la gran final contra el Partizán realizó una fabulosa labor en la media con Pirri y llevó la batuta de los merengues, que remontaron el gol inicial yugoslavo y se alzaron con el máximo trofeo continental por sexta vez.
Insustituible en las siguientes temporadas dio clases magistrales de su fútbol en un trienio en el que el Madrid conquistó tres campeonatos de Liga consecutivos. En el curso 1967-1968, Velázquez tuvo su campaña más eficaz de cara a puerta, logrando diez tantos ligueros, tres de ellos en un recordado hat-trick frente a la Real Sociedad. Sin embargo, en Europa no consiguió repetir la gesta de Heysel y el Madrid cayó eliminado por grandes clubes como el Inter, el Manchester United o el Rapid de Viena.
Con la llegada de los años 70, Velázquez estrenó su palmarés copero con un título ante el Valencia, lo que llevó al cuadro blanco a disputar la Recopa, donde caería en la final tras un replay frente al Chelsea. Precisamente antes de ese duelo, Velázquez tuvo una discusión con el presidente Bernabéu. Por defender a su compañero y amigo De Felipe, que no fue convocado para el primer partido, contestó al mandatario blanco en una de sus habituales “santiaguinas”. El interior no era un jugador rebelde, pero tenía un fuerte carácter y gran personalidad y siempre decía lo que pensaba. Bernabéu, al que no le sentó bien el desplante, amenazó con ofrecer la carta de libertad a Velázquez y De Felipe tras la final, pero todo se tranquilizó y continuaron en el club.
En 1973 y tras la incorporación del teutón Netzer se barruntaba el final de la trayectoria de Velázquez en la casa blanca. A los problemas con la directiva se sumó alguna lesión que le impidió tener continuidad. Comenzó a llevar el dorsal 6 en lugar del 10, que fue para Netzer, y aunque competían por el puesto también jugaron mucho juntos. Esa temporada se alcanzó la Copa, competición que no jugaban extranjeros y donde Velázquez cumplió con nota. Además, en la final se vengaron del Barcelona, que había vencido en duelo liguero por 0-5 en el Bernabéu.
Sus dos últimas Ligas como blanco fueron en 1975 (hubo doblete con la Copa) y 1976, con Miljanic en el banquillo, entrenador con el que nunca llegó a entenderse del todo. Del Bosque, Breitner y Netzer formaron el centro del campo madridista y Velázquez era habitual suplente, disputando 17 y 22 partidos respectivamente. En el verano del 76 Netzer se marchó del club y el madrileño volvió a enfundarse la camiseta número 10 el curso posterior. Pero ya había superado la treintena y en su posición apretaban el argentino Guerini y Vitoria.
El club decidió no renovarle en junio y le hizo un homenaje en agosto de 1977, pese a que existieron algunas tiranteces entre jugador y directiva. El día 24 se despidió de la parroquia blanca con un Bernabéu lleno en un choque ante el Eintracht Braunschweig, donde su hijo mayor hizo el saque de honor. Tras 12 temporadas y más de 400 partidos oficiales se marchó a Estados Unidos para jugar una temporada en el Toronto Metos-Croatia de la NASL, teniendo que colgar las botas en 1978 tras una grave lesión de rodilla.
Con la selección española tuvo enorme competencia en su puesto con hombres como Luis Suárez o Claramunt y apenas jugó diez encuentros. Su antiguo entrenador en el Málaga, Balmanya, le dio la alternativa en 1967 en un duelo de clasificación para la Euro’ 68 contra Turquía. Con el gerundense también participó en dos choques frente a Suecia e Inglaterra y posteriormente, con el triunvirato Muñoz, Artigas, Molowny, se vistió de corto en cuatro partidos. El último de ellos supuso uno de los días más negros del equipo nacional al perder con un cuadro aficionado como el de Finlandia por 2-0. Semanas más tarde, Kubala se hizo cargo de la selección y contó con él para el encuentro ante Finlandia en casa. En esa contienda Velázquez marcó y España aplastó a los finlandeses por 6-0. Pero el interior desapareció de las convocatorias. Sólo volvió ya en 1975 para un duelo ante Rumania en el Bernabéu en el que empataron a uno con una diana suya.
El pasado día 15 de enero falleció en Fuengirola un exquisito del balón, un jugador en el que primaba la calidad por encima de la fuerza y un madridista de pro.
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