Vaya mierda

Se encuentran dos en un bar y le dice uno a otro:
– Oye, ¿tú de dónde eres?
– De Lepe.
– Pues vaya mierda de pueblo y vaya mierda de chistes.
– Se queda el de Lepe con cara de mala hostia y dice ¿ah sí, y tu de dónde eres?
– Yo de Leganés.
– Pues vaya mierda de lago y vaya mierda de monstruo.

Este es el nivel, queridos galernautas. Apoteosis del humor. Que vengan Les Luthiers a certificar la defunción de la risa. Que baje Graham Chapman para volverse a morir del soponcio provocado por la portada de Mundo Deportivo. "Los monstruos de Leganés". Nos partimos mucho, pero muchísimo con el divertimento de nuestros amics. El domingo se hizo para el asueto, pero con ludismos de este pelaje casi preferimos cortar por lo sano y que ya sea lunes, que no vuelva a ser nunca domingo si amenazan estas chanzas. Sabíamos que el portanalismo se ponía a veces difícil, estábamos curtidos en mil batallas, pero no contábamos con semejante tropelía en forma de amago de chiste.

Suponemos que los vecinos de Leganés y los aficionados a su equipo se estarán partiendo la caja con el asunto. No solo se llevan cinco goles, sino que además tienen que despertar con la saña de esta portada, protagonizada por un chiste que a buen seguro jamás de los jamases han escuchado cada vez que dicen de dónde son. "Vaya mierda de portada", podría decir un leganense ante el Mundo Deportivo de hoy, aunque solo sea por seguir con el estilo del chiste remedado. Ay, Dios mío, aparta de nosotros este caliz.

Ah, pues no. Dios no puede hacer lo que pedimos porque resulta que Dios es precisamente el hacedor del chiste. Dios es rubio oxigenado, está lleno de tatuajes, viste de azulgrana y Hacienda ya tal. Francamente, creemos que estas no son maneras de promover el ateísmo. Ya vivimos tiempos suficientemente descreídos como para que nos vengan con estas teologías de saldo. No somos nadie para afear creencias, pero sí tal vez la grandilocuencia, la megalomanía y los excesos idólatras que, día sí y día también, vienen mostrando en la prensa catalana hacia Messi con un resultado pelín ridículo. No queremos ni pensar qué ocurrirá el día que el argentino se retire del fútbol (o deje el Barcelona). Tal vez se apague el sol en la ciudad y no se oigan más que llantos desesperados, lamentos y gritos inconsolables. Tal vez las plagas de Egipto sean poco dañinas en comparación con esa fecha aciaga que llegará, amics de Sport, llegará.

Cristiano también se irá, y aquí lo lamentaremos mucho, pero ya se sabe que el Madrid juega mejor sin él (ejem), así que no entendemos por qué saliva tanto la prensa culé ante la "ocasión de oro para los periquitos" por la ausencia del portugués en el partido contra el Espanyol. ¿En qué quedamos? ¿Que juegue Cristiano es bueno para el Madrid o para el rival? Las dos cosas a la vez no se puede. Así lo prescribe el más elemental principio de no contradicción. Pero bien pensado, no llega ni a pimiento lo que podría importar un principio racional -siquiera uno tan básico- a medios que salen como salen hoy, y menos cuando ese hoy es en realidad un casi siempre. Que siga el jolgorio, no vaya a ser que se nos amohíne el tipo que celebra lo que quiera que sea vestido con el pijama del Barça. Todo menos eso, por favor. Por él somos capaces de llevar con resignación chistes tan manidos y titulares tan horteras.

Decíamos que no juega hoy Cristiano en Cornellá, y tampoco Bale. Y lo decimos sin temor alguno. Lo decimos incluso con la satisfacción que da el tener una plantilla que creemos difícilmente superable en amplitud y calidad. Nos gusta ver a James en una portada, aunque la comparta con el chiste de lago al que tampoco Marca ha podido resistirse. Deseamos que el colombiano vuelva definitivamente por sus fueros. El guante de sus botas así lo deja apuntado con frecuencia y deseamos que esa frecuencia se convierta en un venturoso siempre. También nos gusta ver a Lucas Vázquez y a Morata en otra portada. Pujanza joven con trazas de certeza. La salida de ambos el pasado miércoles en Champions fue un alumbramiento, un engrase de la máquina, un guateque, una caña perfectamente tirada con el punto exacto de espuma y frescor. ¡Otra ronda!