Yo estos días estoy consiguiendo llegar a la playa a las diez y media, aproximadamente, y marcharme a la una, más o menos. Yo en la playa, dentro de esa franja horaria, tengo cierta esperanza en el futuro de mis hijos, de la humanidad si quieren, lo mismo que a partir de las siete. A las diez y media y a las siete, uno perfectamente puede encontrarse con Redondo o con McManaman ya con el fresco de la mañana o del atardecer. Ayer por la mañana estaba allí bajo el sol aún ascendente Xabi Alonso. Y, a las siete y media en punto, vi llegar a Beckham, como un viejo marino gracias a sus tatuajes, dispuesto a contemplar la puesta de sol.
Uno a esas horas se siente tan reconfortado como asustado fuera de ellas. Se les puede ver llegar desde la playa a partir de las doce. A partir de las doce sólo llegan Xavis, Albas, Messis, Iniestas, Albeldas o Rufetes. Vienen ininterrumpidamente, desde las doce hasta las dieciséis, cargados con sus sillas y sus neveras con ruedas (sí, con ruedas: algunas tienes cuchillos, como las de Mesala en Ben-Hur), y con sus sombrillas e incluso con sus jaimas y, sobre todo, con una vitalidad terrorífica que se traduce en ansias de conquista. Vienen a clavar sus parasoles con el ímpetu de los colonos de América sus banderas, y yo me siento con ganas de ponerme pinturas de guerra, aunque pronto se me esfuman el valor y el ardor guerreros ante el enorme despliegue al que me enfrento.
Me acongojo cuando los veo llegar y rodearme y cercarme como si no existiese. Miro a mi indefensa familia y tratamos de hacernos fuertes bajo nuestra débil sombrilla verde. El otro día me despisté y, tumbado sobre la toalla para secarme del baño reciente, abrí los ojos y, a pocos centímetros de mi cabeza, me encontré con un pie blanco y brillante como un cachalote. Me levanté, sobresaltado, y descubrí que nos habían encerrado. Era la una pasada y por tanto era el apogeo de la llegada de los Xavis y los Albeldas a la playa. Rápidamente, recogimos nuestras escasas pertenencias y fue poner nuestros pies fuera del espacio que antes ocupaban para ver cómo instantáneamente era tomado por una niña que lloraba (los Xavis siempre tren consigo una niña que llora), a la que sentaban encima de una nevera con una pegatina del Barsa, mientras se preparaban para afianzar la posición.
Una vez fuera del tumulto, uno siente como si saliera de él igual que un corcho de una botella. Es casi violentamente expulsado y, si mira atrás, puede ver aún cómo su presencia ha quedado volatilizada, como si nunca hubiera existido bajo el brillo que produce el sol implacable al reflejarse en el interior plateado de las bolsas de patatas fritas que comienzan a ser devoradas salvajemente. Un Xavi llega a la playa atestada con toda su caravana y su progenie, con su gorra azul y grana, su camiseta de tirantes de la selección y sus sandalias gruesas, y se adentra entre los cuerpos olfateando un pedazo de arena libre para aposentarse y luego expandirse. El Xavi suele llevar a su lado a un Iniesta con el que, a mitad de camino, se detiene para analizar las posibilidades que se presentan a la vista.
Es el tiqui taca playero neveril. Iniesta le dice que allí, de frente a la derecha, puede haber una ubicación idónea, pero Xavi tiene dudas con la marea. El lugar, según Xavi, está demasiado cerca del agua. Hay un momento de duda, muy similar al del Cholo cuando comenta la jugada en la banda con el Mono Burgos, tras lo que toman una decisión que, naturalmente, es ocupar ese sitio pues no están dispuestos a recorrer más distancia cargados con todos los pertrechos. Es más sencillo, y más cómodo, molestar al personal, teniendo en cuenta, además, que la mujer del Xavi no suele ser una mujer paciente, y suele querer llegar y aposentarse sin dilación. Eso el Xavi lo sabe y por eso se afana. Busca la colaboración con el Iniesta y juntos hacen un centrocampismo arenero que ya hubiera querido tener en sus años gloriosos el mismísimo Pep.
Luego la expansión es mejor que la blitzkrieg. Me río yo de la Wehrmacht al contemplar esa táctica. El Xavi, el padre de familia Xavi, suele tener un niño (al que llaman Messi) que hace exactamente lo mismo que el futbolista argentino. Entre él e Iniesta no paran de suministrarle motivos para que no pare de correr entre la gente levantando arena y provocando pequeños destrozos colindantes. Es el Messi de los grandes eslálones que, junto a la niña que llora, forman una dupla de ataque temible. Muchas veces el Xavi (y su Iniesta) son sólo la avanzadilla. Una vez situados empiezan a llegar los Albeldas y los Albas. Los Xavis, Iniestas o Albeldas suelen llegar con la piel del color de Moby Dick, y suelen marcharse con la camiseta del Aleti; al contrario que los Albas, los Rufetes o los Messis, que ya vienen moreneados, un moreno duro y seco, quinquillero.
los xavis, iniestas o albeldas suelen llegar con la piel del color de moby dick
Ahí el antimadridismo explota (también hay madridistas xavistas que se preguntan indignados: ¿quién coño es Lunin?) al tiempo que empiezan a sacar y a abrir botellines de cerveza y uno de ellos, recientemente salido del mar, remojado y dichoso, con las puntas del pelo teñidas de un curioso color anaranjado y la piel enrojecida, botellín en mano, dice: “Esto es vida”, al tiempo que levanta su botella como si brindara, a todo lo cual asiente el Alba muy convencido, con la boca llena de sabrosas burbujitas, y uno casi puede sentir al observarles y escucharles los irrefrenables deseos que tienen de pasarse el brazo por el hombro los unos a los otros.
Esto es como el autopasillo. Esto es el pajipasillo (patente Fredo Gwynne) playero, del que puede salir perfectamente un enorme flotador, uno tan grande (y con la forma de un flamenco rosa con la cabeza a modo de espolón de proa) donde caben el Xavi, el Iniesta, el Albelda, el niño Messi e incluso la niña que llora. Yo los vi partir salvando el oleaje de la orilla hasta que pudieron subir, alborozados, todos a bordo. Por un momento los perdí de vista y me alegré, lo confieso, ante la posibilidad de un terrible naufragio, cuando de pronto surgió de entre la espuma el pico enroscado del flamenco como el mismísimo Ahab prendido para siempre a los lomos de la ballena blanca. Eran ya más de la una y mi cerebro y mi ánimo se consumían por la reverberación culé. Tan sólo podía seguir avanzando para alejarme de allí al pensar que quizá esa misma tarde, a partir de las siete, cabía la posibilidad de encontrarme con Van Nistelrooy caminando sobre la arena mojada y brillante y serena del ocaso.
Tal cual, Mario jajaajajaja.....tal cual.....La verdad es que tiene que ser un número ir con Xavi a la playa, el análisis de la arena debe ser concienzudo, el tipo de grano, porque a playas de piedra no irán, sería como jugar con el césped alto, intolerapla jaajajajaj....la distancia al agua también, el estado de la mar no digamos jajaajajaja, vamos que cuando quieras plantar la sombrilla encuentras hueco porque se ha hecho de noche jajajaajaj...
Saludos
Jajajajajaj, qué grande Mario
"Los Xavis siempre llevan consigo a una niña que llora". Mágica frase, que podría usarse hasta en sentido no figurado.
Disfruta de la playa, no obstante
jajajajaajajaja esa frase es brutal...y les pega mucho a los Xavi como todo lo que dice de ellos jajaajajaj
Jajaja. Solo una mínima observación. Es al revés: los Xavis llegan con camiseta azulgrana y gorra de la selección. Fíjese vd. bien y verá que tengo razón.
El xavi no sólo va con una niña que llora... el es también la niña que llora.
Jajajajajaja
Veraniego y refrescante artículo, Maese Mario.
Ja jaja , genial.
Yo he visto alguna vez a los Busquest que van con el paquete de Ducados metido en el costado del bañador Turbo. Pero casi ya no quedan.
Es tal su "caradurez" que hasta llegan a apartar tu silla para poner la suya (me ha pasado este verano).
Muy divertido su artículo, como siempre.
Por cierto, impagable la foto de Xavi marcando paquete.
Saludos.
Chuloplaya total.
Creo que Bergés, escritor "maño" dijo que:
"La literatura dotada de humor influye en nuestro estado de ánimo, iluminándolo con sus frases brillantes, sus dobles sentidos, sus disparates y sus personajes surrealistas."
Gracias. Magnifico y divertido artículo!!!
¡Qué playas más elitistas frecuenta usted, don Mario!