Debo agradecer a Javier Clemente mi desapego por el juego de lo que era entonces la Selección Española de fútbol (acaso lo siga siendo; ya no sigo sus andanzas, pero deduzco de algunas lecturas que el asunto es controvertido). No debo de ser el único que se ha distanciado del combinado, ni al que las frecuentes paradas que sufre el campeonato de clubes produce hastío e irritación, y mueve a la pereza, la melancolía, la angustia, el nihilismo y la histeria.
Por si no fuera suficiente castigo la interrupción de la Liga por culpa de esos partidos de los combinados más o menos nacionales a mayor gloria de uefas y fifas, esta última se produce cuando el Real Madrid de nuestros pecados ha hilado varios partidos de mal juego y peores resultados, justificando que algunos seguidores se entreguen a la bebida, el juego, la necromancia u otras perversas prácticas evasivas y escapistas.
Lo mío ha sido más grave. Yo me he dado a Dostoievski.
Uno esperaría que sumergirse en la lectura del monstruo ruso bastaría para olvidarse del mundo (y en particular del fútbol) con tanta eficacia como una borrachera de absenta o un chute de ácido. Lejos de ello, a cada paso tropezaba con alusiones o evocaciones sutiles o descaradas al Real Madrid. “Como todas las cosas están llenas de mi alma, emerges de las cosas llena del alma mía”, reza el número quince, y así debe ser que los devotos encontramos al Real Madrid en todos los lugares por donde pasamos. La referencia es evidente en Noches blancas, que trae a la memoria tantas noches de festejos desmesurados en Ámsterdam, París o Glasgow; en Lisboa, Milán y Kiev; junto a la Cibeles o al lado del Bernabéu. Noches de copas de champán, de cerveza y de Europa.
El jugador nos hace pensar en Benzema, si atendemos al título de la novela. Si nos fijamos en la trama, no podemos dejar de considerar que describe la pasión desmesurada de tantos aficionados madridistas que invierten su dinero, sus días de vacaciones, su salud y sus horas de sueño en seguir al equipo por los estadios de todo el continente. Humillados y ofendidos describe cómo algunos individuos armados de silbato vejan al equipo una y otra vez, mientras otros, en salas de realización, ofenden a los espectadores escamoteando las imágenes o manipulándolas sin vergüenza; cómo algunos organismos federativos y supranacionales aplican la ley del embudo para humillar a los blancos, al tiempo que docenas de periodistas ofenden a su propia profesión al evitar denunciar el abuso obsceno; y cómo el Real Madrid no sucumbe a las ofensas ni a los ultrajes, sino que flota sobre el mar de bilis y porquería.
En Crimen y castigo Dostoievski nos confronta con el problema del delito y su expiación. Se entiende que el Real Madrid es culpable de reventar las costuras del traje tejido por los funcionarios y los burócratas y debe pagar por ello: ha pretendido escapar del redil con una liga europea al margen de la UEFA, arrastrando a otros a la insumisión, se ha enfrentado a la Federación y al negocio de Tebas, dando un ejemplo pernicioso que hay que reprimir. La cuestión es ¿quién es el Real Madrid para actuar así? ¿Acaso tiene algún derecho a impugnar el orden social? ¿Cuál ha de ser la respuesta ante un club que insiste en volar a su aire, en regar fuera del tiesto?
Hacia la mitad del libro, escribe Dostoievski unos párrafos que parecen inspirados por el Real Madrid. Los transcribo a continuación, casi al pie de la letra.
La cuestión estriba (habla Porfiri) en que parece que los clubes se dividen en ordinarios y extraordinarios. Los primeros han de ser obedientes y dóciles, y no tienen derecho a infringir las normas. En cambio, los clubes extraordinarios tienen derecho a realizar cualquier crimen y a infringir las leyes como les parezca.
No es eso exactamente (replica Raskólnikov). […] Yo no afirmo que los clubes extraordinarios deban entregarse a toda clase de excesos, como usted dice […]; el club extraordinaro tiene derecho a decidir según su criterio si debe salvar ciertos obstáculos, en el caso de que la ejecución de su idea (a veces puede resultar salvadora para todos) lo exija. […] Si los descubrimientos de Kepler o de Newton hubieran requerido el sacrificio […] Newton habría tenido derecho a eliminar ese obstáculo.
[...] Los clubes en general se dividen en dos categorías: los de categoría inferior, que sirven exclusivamente para mantener la especie, y los que poseen el don o el talento de decir una palabra nueva en su medio. Los primeros son por su naturaleza conservadores, viven en obediencia y gustan de ser obedientes. Tal es su sino, y en esta condición no hay nada humillante para ellos. La segunda categoría, formada por clubes por encima de la norma […] recaban la destrucción del presente en nombre de algo mejor. […] La primera categoría es dueña del presente; la segunda, lo es del futuro.
Hasta aquí la cita casi textual de las reflexiones que pone Dostoievski en boca de Raskólnikov. Si no es un alegato en favor de la Superliga, del derecho natural que asiste al Real Madrid para pasar por encima de los anquilosados organismos que rigen el fútbol, que venga Dios y lo vea. Yo no puedo por menos de reconocer en esas líneas una defensa brillante de la iniciativa de nuestro club para salir del atasco en que se encuentra el fútbol en este momento de la historia.
Aún podría citar otras obras de F. M. Dostoievski, señalando su relación con el Real Madrid (El adolescente puede aludir a diversos jóvenes que ya triunfan en el primer equipo; no quiero ni pensar en lo que hay tras Los endemoniados y Recuerdo de la casa de los muertos, y no me atrevo aún con Los hermanos Karamázov). Pero ya va siendo hora de terminar este artículo, antes de que a algún lector se le ocurra la idea de que al autor se le pudiera adjudicar el título de otro libro del mismo escritor.
El idiota.
Fotografías: Imago
Enhorabuena y gracias por semejante arrículo.
Está muy bien explicada la persecucion al club blanco. Pero, esto viene de lejos. Que es algo mayor , ahora y en la máxima competición continental, es cierto. En la LFP ya son décadas , por no decir desde siempre, que el Madrid es perjudicado por colegiados y VAR.
Magnifico artículo. Qué asquito dan las hordas anti madridistas, tan organizadas para manipular, inventar y calumniar. Los carroñeros del pseudo periodismo deportivo no descansan en su cruzada diabolica contra el Real Madrid, y cuando les flaquean las fuerzas ahí están Tebas y “la rabiosa” Luis Enrique alentándoles.
Qué asco!
Un friki del Madrid y de dosto, pensé que era el único!
Un placer tenerlo de nuevo por aquí, Sr. Lurker. Han sido varios meses sin leer sus magníficos textos, pero vemos que no ha perdido la forma. Muy buenas las referencias escogidas. Una frikada que visité en San Petersburgo fue la tumba del escritor, algo casi tan friki como la peña madridista de la ciudad, qué buena gente.
Gracias, AB (y comentaristas anteriores). Yo también visité su tumba, junto con la de otros eminentes personajes, entre los que destacan varios músicos notables: Borodin, Mussorgsky, ... Íbamos buscando la tumba de un ingeniero español: Agustín de Betancourt; cerca de ella descubrí la de Leonhard Euler, uno de los genios que más admiro, ante la cual me quité el sombrero, sin importarme la lluvia que caía esa mañana sobre San Petersburgo.
¡Será por frikadas!
Por cierto, el cementerio es todo un museo, ¡qué obras de arte funerario!