El viernes pasado empezó la IX Copa Mundial de Rugby en Japón, un espectáculo maravilloso en el que participan las mejores 20 selecciones nacionales del planeta. Todos los estadios repletos, colorido en las gradas, millones de espectadores viéndolo por televisión.
En España por desgracia nunca ha pasado el rugby de ser un deporte minoritario, prácticamente acorralado en ambientes universitarios y siempre dentro del amateurismo. Si tienen ocasión yo les diría a nuestros lectores que se asomen estos días a ver algún partido, como el Francia - Argentina o el Nueva Zelanda - Sudáfrica del pasado sábado: lo mejor está por venir, aún quedan muchas emociones en suelo nipón.
El domingo en el Sánchez Pizjuán, el Real Madrid me recordó a un equipo de rugby, lo cual para mí es un elogio superlativo. El rugby mueve muchos espectadores pero ni de lejos los ríos de dinero que maneja el balompié. Es un deporte de equipo en el que sólo prima el equipo, las individualidades están siempre, y repito, siempre, al servicio del equipo.
Los valores fundamentales son ayudar al compañero, darlo todo en todo momento por el que está a nuestro lado, los egos se dejan en el vestuario, no hay jerarquías sobre el terreno de juego - evidentemente hay un capitán y unos jugadores más veteranos que otros -, una pulgada o un centímetro puede marcar la diferencia entre el paraíso o el infierno, y la palabra más importante se escribe así: Solidaridad.
Zidane, en su rueda de prensa posterior al 0-1 en Nervión, pronunció numerosas veces la palabra “juntos”, habló de grupo, y de unión. Justo al contrario que tras la debacle de París, donde la palabra intensidad, mejor dicho, la falta de intensidad, no se le caía de la boca. Ningún madridista se enamoraría anoche de la belleza plástica de nuestro fútbol, pero sí que valoramos mucho los esfuerzos de Bale por tapar las incursiones de Reguilón, la brega de Hazard tapando huecos, el trabajo agotador de James: estos tres jugadores, con sus etiquetas de figuras y de estrellas rutilantes, nos mostraron anteayer sus perfiles más severos y menos cinematográficos, pero sin duda los más necesarios para un equipo deprimido y lacerado mediáticamente en las últimas semanas. Era más que necesario un ejercicio como el de anoche para traer la tranquilidad y la estabilidad a esta plantilla.
En la historia del rugby ha habido excelentes, maravillosos jugadores de todo tipo de juego, defensivo, de jugar a la mano, grandes pateadores, “mauls” de delanteros que se resquebrajan sus cabezas y sus orejas en cada “melé”, zagueros elegantes.
De niño me encantaban los galeses Gareth Edwards, apertura, el cerebro del equipo, y el zaguero JPR Williams. También el ala francés Jean Pierre Rives y el zaguero Serge Blanco. El “fullback” escocés Gavin Hastings, el centro irlandés Brian O’Driscoll, todos ellos siempre a disposición del equipo.
El primer mundial de rugby fue en 1987 y desde entonces hemos visto jugar a verdaderos mitos como el “pateador” inglés Jonny Wilkinson, héroe de 2003 junto a Martin Johnson (único mundial ganado por un equipo europeo, ante Australia), los sudafricanos François Piennar, el de “Invictus” o el fabuloso ala Brian Habana, los australianos David Campese o el gran John “Nobody” Eales (llamado “Nadie” porque “Nadie es perfecto”), el argentino Hugo Porta y los neozelandeses Dan “Superman” Carter, apertura y el rugbyman más famoso de la historia, Jonah Lomu, que curiosamente, no pudo ser campeón del mundo con los All Blacks.
Todos ellos pasaron a la historia de oro del rugby universal por su incondicional aporte en beneficio del grupo. No hay nadie más feliz que un jugador de rugby que da el último pase a un compañero para lograr un ensayo, o que un defensor que logra placar a un adversario para impedir su objetivo a pocos centímetros de la raya de fondo.
Esos detalles de anoche me fascinaron por parte de los de Zidane. Las florituras ya llegarán, ahora no es momento de lucimientos sino de arrimar el hombro. Como en una “melé”, donde uno se arriesga a que le arranquen un trozo de oreja, pero ni por esas cede tan sólo un centímetro de terreno ya bien sea para defender sus palos o para conquistar los del contrario. Confiemos en que lo del domingo no quede en espejismo, de este modo iremos poco a poco asentando este nuevo proyecto de Zidane.
Precioso articulo Athos. Yo no entiendo de rugby, pero me encanta ver el seis naciones y los mundiales. Recuerdo a chester williams, único jugador negro de los sprinboks campeones, a el irlandés jonathan sexton o al francés con pinta de cavernícola sebastien chaval. Un abrazo
Muchísimas gracias, Smokin Joe.
El rugby es el gran deporte desconocido en ESpaña pero plásticamente es maravilloso, y sus jugadores, pese a que pelean hasta la extenuación, son un ejemplo a seguir por todo deportista que se precie.
Me encanta el rugby por muchas razones, pero una de las principales está en los valores que aporta, muy distintos a los del fútbol, mucho más nobles. La Solidaridad con mayúsculas, como indica el Sr Dumas.
También recuerdo a varios de los jugadores que comenta, como el galés Edwards, el zaguero Serge Blanco o por supuesto Jonah Lomu. En esta comparación fútbol-rugby, recuerdo una carta de un jugador de rugby a Cristiano Ronaldo después de que este se quejara de que le habían dado patadas "como jugadores de rugby". Aparte del desconocimiento que mostró sobre el rugby, la carta recogía muchas más cosas por las que el rugby es un deporte tan grande, aquí la dejo:
https://www.eurosport.es/polideportivo/carta-de-un-rugbier-a-cristiano_sto4733543/story.shtml
Un saludo.