Ayer viajé a Graceland. No lo hice con la hija de mi primer matrimonio, como en la canción homónima de Paul Simon, sino con un mito del madridismo como es Chechu Biriukov, mi amigo Jesús Vega y el gran protagonista del día, el impulsor del peregrinaje, ni más ni menos que Joe Llorente Gento, la presentación de cuyo libro GENTO REAL nos congregó en torno al guion de esta especie de road movie con final previsiblemente feliz.
Por final feliz entendemos una jornada llena de emoción y risas, así como por Graceland entendemos Guarnizo, la pequeña localidad cántabra donde nació Paco Gento. Presentar el libro de Joe en Tierra Santa, en la mismísima cuna de la leyenda, es una responsabilidad de tal calado que me puse como un tomate frente a aquella audiencia conformada por lugareños refulgentes de cercanía al mito, pues no en vano quien más quien menos compartió tardes de verano junto a D. Paco, o jugó al fútbol con alguno de los hermanos (el propio Paco, Toñín o Julio), o robó manzanas del jardín de la casa de los Gento ante la ¿fingida? indignación del abuelo del clan. Yo podría aguantar la mirada a Margot Robbie, pero frente a gente que ha afilado la espada junto a Ivanhoe me desmorono.
Fue un peregrinaje gentil (que viene de Gento) al suelo donde aún puede rastrearse el paso del mito. Iba a decir sus huellas, pero a esa velocidad se dejan pocas. La discreción de D. Paco dio con sus restos en un muy humilde nicho familiar. Los peregrinos llegan al cementerio preguntando dónde está el mausoleo de Gento, y cuando les dicen la verdad se quedan como aquel periodista que preguntó al mejor extremo izquierda de la historia por sus 6 Copas de Europa y obtuvo por respuesta un pasmoso "Pero eso no lo pongas, hombre, que me da vergüenza".
Ayer viajé a Graceland. No lo hice con la hija de mi primer matrimonio, como en la canción homónima de Paul Simon, sino con un mito como Chechu Biriukov, mi amigo Jesús Vega y el gran protagonista del día, Joe Llorente Gento, la presentación de cuyo libro GENTO REAL nos congregó en torno al guion de esta especie de road movie con final previsiblemente feliz
Es un Graceland somero, como sólo podría ser un Graceland cántabro. Faltaría la estatua con la media docena de Europas (como canta Pepe Begines) o el gran museo de Paco Gento, pero tenemos la rotonda con su nombre en todo lo alto. Y la casa. Tenemos la casa.
Antes del evento propiamente dicho, y después de un hermoso paseo por Santander, tuvimos ocasión de visitar la casa de la familia, que es también la casa natal de nuestro hombre. Enmarcados, en blanco y negro, los héroes nos miran desde una posteridad sobrecogedora que la ternura de otras fotos familiares atenúa en un hálito de intimidad inmerecida. Durante toda la jornada me sentí abrumado por una muestra brutal del célebre complejo del impostor. Estoy aquí sólo porque fundé un portal y... D. Alfredo me sonríe desde la pared del fondo. No, no te lo merecés, es cierto. Pero trincalo, che.
GENTO REAL me parece mucho más que una biografía de Gento. Es el mejor libro sobre fútbol que he leído jamás, y destila el espíritu del Real Madrid como sólo la grandeza de su protagonista y de su autor, estrechamente ligados a la historia del club, podían presagiar
En el acto, Joe brilla y los demás hacemos lo que podemos, pero a las verdaderas estrellas de la presentación de la obra las tenemos frente a frente. Interviene un señor mayor que entrenó en Astilleros a Toñín, el talentoso hermano centrocampista que no fallaba un penalti en los entrenamientos ni cuando avisaba al portero del lado al que iría, y que también conoció íntimamente a D. Paco. Cuenta cómo el extremo hizo la vida imposible a un aguerrido defensa de la época en algún encuentro local, con el mito aún en el Rácing. Ante las burlas posteriores de sus compañeros, el lateral vaticinó: "Reíd todo lo que queráis, pero este tipo va a dar a los mejores laterales derechos del planeta tardes tan imposibles como la que me ha dado a mí". ¿Cuántas veces, en el porvenir, se jactaría de su acierto?
En el coloquio tengo la ocasión de recalcar que GENTO REAL me parece mucho más que una biografía de Gento. Es el mejor libro sobre fútbol que he leído jamás, y destila el espíritu del Real Madrid como sólo la grandeza de su protagonista y de su autor, estrechamente ligados a la historia del club, podían presagiar. Al final, la gente se arremolina alrededor de la mesa presidencial para la protocolaria firma de ejemplares por parte del autor, así como para fotografiarse junto a él y Chechu Biriukov henchidos de ilusión. Los que no están rápidos a la hora de correr para la firma tienen que hacer tiempo charlando conmigo, y es así como tengo el privilegio de departir con hombres y mujeres excepcionales; presuntos ancianos cuyas espaldas hercúleas, moldeadas por el remo, desmienten a la muerte; rostros curtidos por el sol y la lluvia que se confiesan lectores de La Galerna, aunque sólo sea por razones nominales; incluso conozco a la sobrina de Mariano el barbero, personaje que desfila en bicicleta por el libro de Joe administrando exactamente el mismo corte de pelo no ya a todos los del pueblo sino lustro tras lustro, tan ajeno a la moda como este encuentro con el fútbol más recio, aquel donde de cuando en cuando brotan grandes figuras que se exportan al mundo.
No llego a conocerla, porque ha de ser otra cántabra de discreción infatigable que no se pronuncia durante el coloquio, pero acerca de cuyo hermano ha hecho saber a alguien, a posteriori, en los corrillos. De manera que el peregrinaje se cierra con la imagen de Paco Gento sentado en el hospital junto a la cama de un niño anónimo, un niño con leucemia. D. Paco no habló a nadie de él, por supuesto, y en premio a que su mano derecha no supiera nunca lo que hacía su izquierda ya tienen todo el tiempo del mundo para ponerse al día después de una tarde que, sin duda, supo a poco.
Como la tarde de ayer. Dios bendiga a Paco Gento. Dios bendiga Guarnizo.
Fotos: Chechu Biriukov
"Enmarcados, en blanco y negro, los héroes nos miran desde una posteridad sobrecogedora que la ternura de otras fotos familiares atenúa en un hálito de intimidad inmerecida. Durante toda la jornada me sentí abrumado por una muestra brutal del célebre complejo del impostor. Estoy aquí sólo porque fundé un portal y... D. Alfredo me sonríe desde la pared del fondo. No, no te lo merecés, es cierto. Pero trincalo, che". Impresionante descripción.
La casa de los Gento es preciosa.