Leyenda, historias y mito. Son los ingredientes de los que se nutren los mundiales de fútbol. Sin esos componentes, un Mundial es un gran evento más, de los muchos que todos los años forman parte del calendario deportivo a nivel global.
Hablar de un Mundial de fútbol es hablar de hechos insólitos, de historias que se cuentan de generación en generación entre los aficionados al fútbol.
Hablar de los mundiales es recordar a la gran Uruguay de los años veinte y treinta ganando en el estadio Centenario el primero de los campeonatos en su casa, con miles de argentinos llegados atravesando de noche el Río de la Plata para asistir en directo al primer gran partido de la historia.
Hablar de los mundiales es echar la vista atrás y recordar al formidable Mathias Sindelar y su lucha contra el nazismo a final de la década de los años treinta con el maravilloso Wunderteam austriaco y su negativa a jugar con Alemania.
Hablar de los mundiales es tener subrayado en rojo el Maracanazo, el gol que convirtió en inmortal al ‘celeste’ Alcides Ghiggia, capaz de acallar a 200.000 brasileños y de crear un término que desde entonces es sinónimo de fiasco sin igual.
Hablar de los mundiales es también posar la mirada en el gol de Telmo Zarra a Inglaterra, la ‘Perfida Albión’. Un tanto que, durante décadas, fue el mejor recuerdo de nuestro fútbol. Solo el tiqui-taca y los éxitos de la Edad de Oro del fútbol español entre 2008 y 2012 lograron apagar los ecos de aquel gol a bocajarro del león de San Mamés.
Hablar de los Mundiales es hablar de los Magiares Mágicos, de la Hungría de Puskas, Kocsis y Kubala. Es hablar del ‘Milagro de Berna’ y de una de las victorias más épicas de todos los tiempos. En Berna, en un campo encharcado hasta límites insospechados, nació el mito de Alemania y, ese mismo día, el de Adi Dassler, el fundador de Adidas. Hay un antes y un después en la historia del fútbol.
Hablar de los mundiales es asistir atónitos a la irrupción de un tal Pelé en Suecia 58 o del robo del siglo en la final de Wembley entre Inglaterra y Alemania y cómo no, de la épica de Beckembauer jugando la semifinal de México 70 con el brazo en cabestrillo o de la gran victoria del Brasil ‘ de los Dieces’ ante Italia en el Azteca.
Hablar de los mundiales es rendir homenaje a la Holanda conocida como la Naranja Mecánica, la selección que, perdiendo, logró acuñar una filosofía de juego de la que han bebido cientos de equipos desde el año 74. Hablar de los mundiales es también hablar de otro mundial con ignominias como fue Argentina 78 y de otra derrota con honra de Holanda .
Hablar de los Mundiales es también recordar a Naranjito y a la Italia de Paolo Rossi en el 82 y cómo no, a Gentile y su caza implacable de un tal Diego Armando Maradona en el estadio de Sarria una tarde de verano.
Y por supuesto, hablar de los mundiales es quedarse atónito ante el mejor gol que vieron los tiempos, el de Maradona ante Inglaterra, o el de la Mano de Dios en ese mismo partido. Dos goles que fueron mucho más allá de un simple partido de fútbol.
Hablar de los mundiales es ser testigo de la irrupción de Zidane y la Francia multicultural, de la explosión de Ronaldo Nazario en Corea o el robo de un egipcio llamado Al Ghandour a la selección española un amanecer con churros y café de ese mismo mundial de 2002.
Hablar de los mundiales es levantarse de un salto y correr por toda la casa ante el gol de Iniesta en Sudáfrica y por qué no, también del 1-7, el segundo maracanazo de Alemania a Brasil en 2014.
Y por supuesto, hablar de un Mundial es reconocer el mérito de un pequeño país como Croacia conducido por un grande como Luka Modric en Rusia 2018.
La pregunta es, ¿qué nos deja Qatar? Aún es pronto. Dicen que el fútbol todo lo puede, pero será difícil que el balón pueda borrar cómo se llegó hasta este campeonato.
Conozco muchos amigos, grandes aficionados al fútbol, que ni siquiera lo están viendo. Es su forma de protestar ante un hecho incuestionable: en Qatar no hay leyenda, lo que hay es una flagrante falta de derechos que convierte este torneo en un mundial manchado desde el punto de vista de cuestiones fundamentales que deberían ser innegociables como la dignidad de las personas, sea cual sea su orientación sexual; la igualdad de las mujeres o los derechos laborales. Ese es el legado de Qatar. Triste contraste para el torneo de los torneos.
Correctoundo, y aparte de eso? pobrisimo futbol hasta ahora, solo que Vinicius salte adelante y se destaque, gane Brasil jugando bien, podria rescatar este fiasco