Un jugador, una canción
Luka Jovic- Du Hast
Lamento comenzar con una autocita, pero llevo años sosteniendo que las personas más dañinas para la música son los directivos de discográficas y los etiquetadores. La persona que decide en la sección de discos de cualquier gran superficie qué álbumes van bajo la indeterminada y amplia etiqueta de “pop rock internacional” al menos tiene cierto nivel de perdón, porque ahí cualquiera puede encontrar desde Britney Spears a Simon & Garfunkel y desde Slipknot a Rammstein. El drama viene con la introducción del insufrible adjetivo “alternativo” o “alt”, el insondable mundo de los subgéneros como “groove metal”, “doom”, “stoner” o los fascinantes “post”. Post rock, post punk…
Dentro del rock más pasado de rosca surgió el heavy metal, que se apocopó a un simple “metal” (pronúnciese con acento en la e), y los etiquetadores empezaron a generar subestilos, thrash, groove, speed, power, hardcore, grindcore, metalcore o lo que hoy nos ocupa, el industrial metal. Adquiere su denominación de los ritmos machacones de sus percusiones, más próximos al ruido generado por un martillo neumático o una trituradora que a lo que sale de las baquetas de un Buddy Rich o Chick Webb. Igualmente, un tipo de distorsión de guitarras en afinaciones más graves de lo habitual, que bien pudiera evocar el rugido de motores revolucionados de maquinaria pesada.
Entrando en percepciones personales, en cuanto escucho algo de ese estilo sólo me puedo remitir a una de las obras maestras del cine en el siglo XXI, la inefable Pacific Rim. Monstruos alienígenas interdimensionales de proporciones ciclópeas surgen de la fosa de las Marianas, punto más bajo de la Tierra a 11 km por debajo del mar, y atacan las costas asiáticas, australianas y americanas. Para combatirlos, las fuerzas defensoras construyen robots gigantes, tan grandes que deben ser controlados por dos pilotos, pues la capacidad cerebral de un solo individuo sería insuficiente para manejar semejante coloso. Reconoced que es, posiblemente, el mejor argumento de película de la historia.
El caso es que el rock o metal industrial, del que los alemanes Rammstein son máximos exponentes, me recuerda a un gran robot imparable, devastando cuanto encuentra a su paso, capaz de arrasar ciudades enteras y quebrar árboles milenarios como si de cerillas se tratase. Rammstein empiezan fuerte, pues toma su nombre, aunque mal escrito, de la base aérea de Ramstein en la que ocurrió un desastre en 1989 cuando en una exhibición aérea colisionaron en pleno vuelo dos Aermacchi MB-339de la patrulla acrobática italiana Frecce Tricolori, cayendo sobre el público. El sentido del humor nunca ha sido el fuerte de estos chicos, y visto lo visto, la ortografía tampoco. Eso sí, están como regaderas, comprobadlo echando un ojo a sus looks en directo, que sólo podría definir como empleados de siderurgia trabajando en un matadero, o ved el vídeo de Ich tu dir weh, para el que el cantante, Till Lindemann, se perforó una mejilla para introducir en su cavidad bucal un cable con un led y que esta pareciera iluminada. Sentido del espectáculo tienen, no lo neguéis.
Musicalmente, ofrecen un sonido denso, sólido y sin concesiones, que va desde una concepción clásica del rock duro, hasta, en ocasiones, un producto más rayano en el dance, merced a bombos sonando en cada uno de los tiempos de un compás de 4/4, el clásico, y ahora viene el inevitable toque pedante, four on the floor. Contundencia machacona, dicho sea, sin ánimo de crítica, más cercano a un martillo neumático, como se ha referido, mientras que las guitarras distorsionadas aportan un muro de decibelios que casa perfectamente con el ambiente que quieren crear. El medio natural en el que brilla Rammstein es el directo. Sus espectáculos son siempre impactantes, provocadores, polémicos en algunas ocasiones, efectistas hasta el infinito. Consiguen crear un ambiente como de fundición de la cuenca del Ruhr, no en vano el mencionado Lindemann es experto en efectos especiales y obligó al resto de miembros de la banda a certificarse para el manejo de material pirotécnico. Un show de estos chicos es una mascletá a la alemana, algo difícilmente olvidable, en el que la música es igualada en importancia por lo visual, que, todo sea dicho, acompaña con gran acierto cuanto está saliendo por los altavoces, que en absoluto es, salvo excepciones, malo.
Su tema más conocido, Du Hast, es la banda sonora que resuena en mi cabeza cuando pienso en Luka Jovic. Su físico y la potencia que en algún momento ha apuntado contribuyen a otorgarle ese carácter más mecánico que humano. Su manera de correr, muy erguido, y su gesto de no hacer prisioneros lo dotan de un aire schwarzennegeresco, si se me permite el término. Quizá por su timidez y su escasa tendencia a la sonrisa, hay quien pudiera identificarlo con un Terminator o con el Soldado Universal. El asunto es que sale al campo con cara de ir a arrasar todo a su paso y en el fondo todos sabemos que lo hará, eso sí, sin convertirse en mercurio, pues el polimorfismo no es algo que nos haya mostrado todavía.
Llegó avalado por un temporadón en el que rozó la treintena de goles en el Eintracht de Frankfurt, club de grato recuerdo por haber sido el rival del Madrid en la mejor final de Copa de Europa de la historia.
Deseando estoy verlo en una serie de seis o siete partidos seguidos en los que cuente con más de un cuarto de hora y su papel no se limite a dar descansos a Benzema y sólo juegue más minutos cuando hay que remontar, con balones colgados con más voluntad que tino por mor de la ansiedad. Es más, quisiera verlo jugar junto a Benzema de manera sostenida, pues las virtudes de ambos parecen enormemente complementarias.
Me da igual que las cifras del serbio arrojen dos goles nada más, que se le note desconectado del juego o que esté pasando por un más que razonable tiempo de adaptación. Jovic es un delantero moderno, rematador clásico, sí, pero con movilidad por mucho que su medio natural sea el área. Hasta la primera vez que lo vi, nunca había sido testigo de que un compañero de equipo celebrase un gol por el mero hecho de que un compañero recibiera el balón, por muy ventajosa que fuera su posición. Sí, tal es la fe que le tenían, porque esa frialdad que exhibe, rayana en la inexpresividad, es rasgo de los grandes villanos mecánicos de las películas de ciencia ficción. Lo habitual es que ese aspecto se comparta con la casi invencibilidad, o al menos, una notabilísima capacidad destructiva. Mantengo mi fe en ella y en don Luka, la misma que tenían en él los jugadores del Eintracht, la misma que no tardarán en tenerle sus actuales compañeros.
Un jugador, una canción
1-Sergio Ramos – Dazed and confused
2-Karim Benzema – Aint’t that a kick in the head?
3-Luka Modric – Dark Side of the Moon
4-Lucas Vázquez – Neon
5-Raphaël Varane -Suck my kiss
6-Rodrygo Goes – Shout it out loud
7-Toni Kroos – Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band
8-Gareth Bale - Master Of Puppets
9-Nacho - Overkill
10-Isco - Dance of Eternity
11-Valverde -The Trooper
12-Thibaut Courtois - Layla
13- Ferland Mendy- Graceland
14- Carlos Casemiro - Regret
15- Marcelo Vieira - The Spirit Of Radio
16- James Rodríguez- Days
17- Eden Hazard- Life on Mars
18- Mariano Díaz- On the outside
Todavía no he esuchado la canción, pero coincido totalmente en tus apreciaciones sobre Jovic y tu fe en su juego. Ojalá Zidane, que la ha manifestado también, la ponga en práctica.