Un jugador, una canción
Eden Hazard- Life on Mars
Todas las genialidades tienen una cualidad común: su aparente simpleza. Todas ellas, cuando se revelan o explican, son de una sencillez aplastante que hacen casi siempre que pensemos en cómo no se nos ocurrió a nosotros. Así, la genialidad es, en esencia, convertir en fácil lo complicado, hacerlo natural y aprehensible. La brillantez y la genialidad, así concebidas, tienen dos manifestaciones indiscutibles íntimamente relacionadas: la primera es el sentido del humor y la segunda, hija de la primera, no tomarse uno mismo demasiado en serio.
En cuanto a la capacidad de convertir en aparentemente sencillo aquello de tremenda complicación y tornar lo extraordinario en cotidiano, Eden Hazard algo sabe. ¿Dónde se ha visto que un belga parezca brasileño? Sólo alguien que ha respirado fútbol toda su vida sería capaz de realizar movimientos que sólo son comunes en videojuegos y campos callejeros de fútbol sala y saber trasladarlos al césped de un estadio cinco estrellas.
Visto desde fuera, se requiere audacia para hacer lo que Hazard y más aún para hacerlo con la naturalidad que él tiene. No estamos hablando de demostraciones técnicas vacías, de fútiles manierismos y arabescos que paran las jugadas para lucimiento del futbolista, no. En el juego de Hazard no hay espacio para el onanismo futbolístico y sí para el pragmatismo envuelto en una capa de vértigo. Ello se debe a su natural talento y, como se ha dicho, haber estado rodeado de fútbol toda su vida, no en vano sus padres son futbolistas.
Todos los genios tienen algo de obsesivo a la hora de absorber información e influencias de su área de especialización. Quizá esta obsesión sea lo que hace que tamicen todos esos datos de una manera tan peculiar y los sinteticen hasta convertirlos en aprehensibles y manejables, es por eso que parece fácil lo que hacen, aunque sea lo nunca visto.
De manera peculiar he escrito. In the most peculiar way, se dice en inglés. No hay nadie a quien se pueda asociar esa frase más que a David Bowie, el tipo que cogió las influencias más variopintas y las filtró a través de su personalísimo sentido de la armonía y de su especial sensibilidad artística que le hacían estar siempre al tanto de las vanguardias, eso cuando no ERA directamente la vanguardia. Agarró esas influencias, las procesó y las convirtió en joyas, unas más afortunadas, otras más olvidables, pero siempre en obras de un artista total. Estamos hablando de una persona capaz de adoptar el apellido del inventor de un cuchillo del siglo XVIII, el cuchillo Bowie, con tal de que su nombre verdadero no se confundiera con el de un miembro de los Monkees. Bowie se recicló en muchos personajes, desde el Major Tom de Space Oddity al Bowie de Berlín, desde ese heroinómano residente en Suiza que llamó Duque Blanco hasta un extraterrestre con un culo que era obra de los dioses según dice la canción, ni más ni menos que Ziggy Stardust y sus fieles Spiders from Mars. Volviendo a la simplicidad, que no simpleza, de los genios, ¿hay acaso una manera más sencilla de convertir un riff de guitarra en algo memorable que en Ziggy Stardust? Cualquier persona que haya sabido tocar cuatro acordes es capaz de reproducirlo, y las líneas que toca el añorado Mick Ronson en su Gibson Les Paul Custom decapada no dejan de ser brillantes en ningún momento.
Bowie ya era grande, pero quería más. Tras escribir Under Pressure con Freddie Mercury en una noche, tuvo tiempo para cacharrear con lo que estaba de moda en los 80, el pop con sintetizadores, así que no vio ninguna razón para dejar de probar con lo que se estilaba en aquel momento. Para ello contrató a Nile Rodgers, guitarrista de Chic y productor de éxitos en los 70 y 80, lo puso a componer, producir y tocar la guitarra rítmica, y, para las guitarras solistas del LP que acabó convirtiéndose en Let’s Dance, fichó a un joven bluesman de Austin llamado Stevie Ray Vaughan, que algo sabía de eso de rascar las 6 cuerdas.
El tema que hoy nos ocupa es un favorito personal. Su belleza está basada en el extraño sentido de la armonía de don David, que agarra los mismos acordes del mítico My Way de Sinatra y los destila para obtener un producto diferente, con intervalos inusuales pero que en ningún momento pierde su lirismo.
Bowie lo veía antes que nadie, lo hacía propio y se lo lanzaba al mundo, y a nadie le extrañaba que lo hiciera y, sobre todo, cómo lo hacía. Cada álbum era un nuevo enfoque, una nueva visión, pero todos ellos estaban pensados e interpretados con la pasmosa naturalidad de quien lo ha comprendido todo antes que nadie y ha incorporado una forma de arte a su acerbo, la misma naturalidad con la que Hazard sienta rivales desde mucho antes de que Zidane dijera que a ese chico había que seguirle la pista. Otro genio ZZ.
Un jugador, una canción
1-Sergio Ramos – Dazed and confused
2-Karim Benzema – Aint’t that a kick in the head?
3-Luka Modric – Dark Side of the Moon
4-Lucas Vázquez – Neon
5-Raphaël Varane -Suck my kiss
6-Rodrygo Goes – Shout it out loud
7-Toni Kroos – Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band
8-Gareth Bale - Master Of Puppets
9-Nacho - Overkill
10-Isco - Dance of Eternity
11-Valverde -The Trooper
12-Thibaut Courtois - Layla
13- Ferland Mendy- Graceland
14- Carlos Casemiro - Regret
15- Marcelo Vieira - The Spirit Of Radio
16- James Rodríguez- Days
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