(N. del A.: Gracias a Pedro por la historia y a Alberto Cosín por los detalles).
Allá por el año 1977, Pedro Garcia de las Heras jugaba en los juveniles del Real Madrid. En aquel equipo de juveniles había jugadores que llegarían muy alto en el mundo del fútbol. En la primera foto vemos a Pedro, primero por la izquierda, agachado. En la segunda, correspondiente al mismo posado, vemos entre otros a Ochotorena y, a su izquierda, al mismísimo Rafa Benítez.
Cuenta Pedro que un día les llevaron a entrenar al Bernabéu con los mayores. Miljanic había sido cesado y se había hecho cargo del equipo el apagafuegos Luis Molowny.
Una de las decisiones del canario fue la de poner al primer equipo a entrenar con los juveniles. De manera que ahí se vio Pedro, en medio del Bernabéu, rodeado de la imponente piedra desnuda de la grada inabarcable y, lo que imponía aún más, de la presencia de todos aquellos ídolos homéricos. Stielike. Breitner. Santillana. Pirri. Jensen. Camacho. Y tantos otros.
A Pedro le temblaban las piernas en aquella mañana de febrero, y honestamente no podía atribuirlo al viento de aquella mañana desapacible que se filtraba por los vomitorios vacíos y desembocaba en el césped.
Pedro era el delantero centro de los Juveniles, de manera que en aquel entrenamiento le marcó Benito. Por supuesto, lo que todos aquellos chavales sentían por D. Gregorio Benito era un temor reverencial. No se enfadaría el grandioso Goyo si ahora añadiéramos que en aquella mañana desapacible de nervios a flor de piel Pedro llegaría a sentir también algún temor físico.
Cuenta Pedro que con un buen regate se fue hacia la portería contraria y enfiló a García Remón. Benito metió quinta y se fue a por él en carrera. Viendo lo que se venía, el bueno de Molowny empezó a gritarle desde la banda, tratando de advertirle: “Pedro, suéltala ya! Suéltala ya!”. Pero Pedro, deseoso de su momento de gloria ante todos aquellos tótems, hizo caso omiso de la recomendación del técnico y continuó avanzando.
Y sucedió lo que tenía que suceder. Benito se lanzó a por aquel balón, o a por lo que hubiera por medio, con su elasticidad, fuerza y pundonor característicos. Pedro quedó revolcándose por el suelo, en medio de gritos de dolor y temiéndose lo peor. Por fortuna no había sido grave, pero el dolor era lacerante.
Para su sorpresa, cuando Pedro levantó la vista, vio a Benito acercarse con cara de lo que él interpretó como arrepentimiento. Benito, con el gesto más señorial, le tendió la mano, le ayudó a levantarse, le dio una palmada en la espalda y mientras se retiraba le espetó: “Sois una puta mierda, perdéis siempre contra el Barça”.
Una delicia.
Jajajajaja. ¡Qué grande era Benito!
BENITO ERA MUCHO BENITO
Me ha encantado esta anécdota...