Hace escasas semanas, cuando la selección española de fútbol se las prometía muy felices en la Eurocopa de Francia, el seleccionador nacional Vicente del Bosque definió con las palabras que titulan este artículo al defensa central del FC Barcelona y de la propia Selección (ay) Española Gerard Piqué. De inmediato pensé que, acaso involuntariamente, el marqués había dado con un estupendo título de algo que merecía ser escrito. Es por ello que este artículo se titula así, aunque a fuer de ser sinceros es modesto contenido para tan sonoro encabezamiento. "Un chico juguetón con opinión propia" debería ser el título de una obra de más enjundia, una película o novela.
"Un chico juguetón con opinión propia" se me antoja uno de esos títulos largos y sugerentes de algunas comedias sofisticadas, preferentemente de época y sazonadas por un decadente cinismo. Tiene resonancias casi buñuelescas ("El discreto encanto de la burguesía") y hasta coenianas ("El hombre que nunca estuvo allí"). Los títulos, cuanto más largos e intrigantes, mejor. Nunca logré ver aquella película francesa que nadie logró recomendar a sus amigos sin perder el resuello pronunciando el título: "No todo el mundo puede presumir de haber tenido unos vecinos comunistas". Una película con el título que nos ocupa solo podría ser francesa también (o estar rodada -qué coincidencia- en Francia), y sería interesante que alargara aún más la sucesión de palabras que contiene su título, pasando del sintagma a la oración completa. "No todo el mundo querría volver a ver en la selección de su país a un chico juguetón con opinión propia". Se da la amarga paradoja de que uno de los pocos jugadores realmente competentes de la selección debería ser, a decir de muchos, uno de los primeros en no volver a aparecer por una convocatoria de España si es que alguien quiere que España vuelva a ser no lo que fue, porque eso no volverá, pero sí algo medianamente bueno. No parece que el modelo a seguir en ese proceso de reconstrucción sean los chicos juguetones con opinión propia, la verdad, por mucho que estos, en ocasiones, jueguen divinamente al fútbol.
No obstante, a veces pierdo de vista que aquí lo importante es el ambiente, y qué mejor ambientador (?) que una persona con ese perfil. Nada más refrescante (sobre todo en verano, cuando suelen celebrarse los torneos de selecciones) que rodearse de chispeantes chicos juguetones y pasar la tarde en un jijiji, jajaja, calla calla. Asimismo, pocas cosas más recomendables que buscar la compañía de personas con opinión propia, las cuales raramente son juguetonas, lo que solo puede conducirnos a sentir aún más afortunados por haber dado, para jugar en la selección de fútbol de nuestro país, con una persona que conjuga esas dos condiciones, casi contradictorias. Dicho esto, no se me acusará de aversión al lado lúdico de la vida, y menos aún de no tener opinión propia, si me permito matizar que tanto algunos juegos como algunas opiniones tienen momentos más propicios que otros. También los tienen los actos que constituyen a la vez un jueguecito y una opinión, carácter dual que probablemente atesora la acción de ensayar una peineta invertida sobre el hombro de tu portero, donde reposa tu mano, mientras suena el himno de (ay) tu país con carácter previo a la celebración del partido de la Eurocopa que estás a punto de disputar. Yo, que no soy el tipo más patriota del mundo, sí intento ser el más respetuoso de entre mis vecinos de piso, y por eso me permito aventurar ahora que tal vez la mencionada peineta, aun siendo acaso las dos cosas, deje mucho que desear como juego y sea manifiestamente mejorable como opinión propia. Como juego, de hecho, prefiero el pictionary, y como opinión propia me decanto por cualquiera de (verbigracia) Bertín Osborne. No es que toda la culpa sea de unos y otras, pero a la vista está que estos jueguecitos y esas opiniones no han conducido a nada bueno al combinado nacional.
El uso para títulos de ficción de aparentes nombres de libros de autoayuda ("Cómo ser mujer y no morir en el intento") está ya muy explotado en el catálogo de títulos largos y sugerentes, pero "Cómo aprovechar la debacle (y la revolución que debe conllevar) para impedir que ningún cantamañanas de manual vuelva a vestir la camiseta de la selección" no es mal título para una novela o película de rigurosa actualidad.
Brillante.
Escolta tu, mostreu-me els diners!.... Magnífico artículo.