Un balón de reglamento

El análisis de las portadas de los periódicos deportivos de hoy

Buenos días, amigos. Reconocemos que cuesta hoy portanalizar. No sólo porque nuestras siempre estimulantes portadas (ejem) hagan difícil la tarea, sino porque este cosquilleo en la tripa con el que nos despertamos pide un ¡hala Madrid! bien hondo, una toma profunda de aire y una mirada al reloj cada diez minutos para comprobar lo pocomucho que queda para que comience a rodar el balón en el Camp Nou.

No tenemos la cuenta de los duelos directos con el Barcelona que hemos vivido, pero sin duda son ya muchos, en Liga, en Copa y también en Champions. Pero cada vez que está a punto de jugarse el siguiente, cada día de Clásico, nos vuelve a parecer el primero, el único, el que pide con mayor urgencia la victoria, el que sentará las bases de lo que queda por llegar. Así somos, así es esto del fútbol, un juego de puro presente en el que lo conseguido hasta ahora es apenas nada si no se sigue consiguiendo hoy y si no se refrenda mañana.

Algo tiene de nuevo este Clásico. Algo de renovación, algo de nueva era, como bien señalan las portadas madrileñas, asépticas ellas en su ver el partido como desde arriba, ecuménicamente, sin tomar partido, con mero afán descriptivo (la central lechera y tal). Ya no están Cristiano ni Messi, protagonistas durante años de un enfrentamiento mundial que ellos personificaban como pocos en la historia. Ya no están las dos figuras más rutilantes que, probablemente, verán nuestros ojos y cuyos semblantes, cuyos estilos y cuyas indescriptibles calidades concitaban todos los focos en su lucha por demostrar quién era el mejor. Ya no hay duelo implícito por el Balón de Oro entre ambos. Ya no hay Mourinho contra Guardiola. Ya no hay Ramos, ni Pepe, ni Figo, ni Laudrup...

Ahora hay Ansu Fati y Vinícius, dos figuras en ciernes con desigual trato periodístico y desigual consideración pública. Si el azulgrana es hipercelebrado como el nuevo Messi a los diez minutos de empezar su carrera como profesional, el madridista está siempre en estado de cuestionamiento porque no remata bien, porque falla, porque la abuela fuma... porque es del Madrid. Lo entendemos. La necesidad es mayor en Can Barça y en sus abundantes voceros. Allí aún resuena el golpe de estos meses. Allí no se sabe dónde han ido los dineros y sí se sabe dónde ha ido Messi, que no está, que alimenta pesadillas y sudores fríos, que ha dejado melancolía y desgarro, el cuervo de Poe, las noches por los pasillos de La Masía en batín, las tilas, las pastillas, un sorbo de alcohol... Nada salvo la necesidad imperiosa del recambio perfecto puede ayudar a comprender qué pudo haber pasado, oh, Leo, luz de mi vida.

A Ansu Fati se aferran las portadas culés, sin miedo, dice una de ellas. Pasa que cuando uno siente la necesidad de expresar que no tiene miedo es que el miedo ya está dentro y no hay más remedio que decirle a los demás que no lo tiene como modo de exorcismo mientras le tiembla la voz al decirlo, mientras va a por otra tila, mientras la mano, insegura, desmiente lo que sale por la boca. Pide Koeman valentía a los suyos, que es el mejor modo de reconocer que les falta, la ocasión propicia para que los nuestros lean entre líneas y entre líneas baile Benzema como sólo él saber hacer, como lleva años haciendo sin que nadie pida para él el Balón de Oro de Pedri, de Ansu Fati y de Gavi.

Qué le vamos a hacer si preferimos un balón de cuero, de esos que decíamos de reglamento cuando de niños lo pedíamos como regalo de Reyes, cuando de adultos recordamos cada mañana de Clásico lo aún niños que, por ventura y por madridismo, seguimos siendo.