Durante años, el Atlético y Sra. Rushmore han ganado todas las Champions de la publicidad frente al Real Madrid. Es hora de un cambio.
No quiero escamotear méritos tampoco. Últimamente, los blancos hemos mejorado a la hora de exponer datos y triunfos. Hacemos las cosas bastante mejor que en épocas pasadas. Hoy dejamos claro a todo el que quiera escucharnos que no nacimos como el equipo del régimen, sino que Franco, además de un dictador canijo y con voz de pito, era un poco chaquetero. También le metemos la épica precisa a la sucesión mítica de triunfos que han adornado el siglo XXI. Una odisea del espacio blanco. Sin ir más lejos, el Libro Azul, un pack de bienvenida redactado a comienzos de siglo por Antonio Pacheco, y que recibían todos los nuevos fichajes del club, fue una iniciativa de Florentino y Jorge Valdano que se convirtió en uno de los pilares de la identidad blanca en este siglo.
Pero si tengo que pensar en anuncios publicitarios realmente míticos del Atleti, está claro que nos ganan por goleada. Desde el Mono Montoya saliendo de la alcantarilla hasta el mítico “Papá, ¿por qué somos del Atleti?”. Doña Rushmore pasó de señorita a señora a golpe de anuncio histórico. “Me mata, me da la vida”. “Un añito en el infierno”. Todos buenos.
Hoy dejamos claro a todo el que quiera escucharnos que no nacimos como el equipo del régimen, sino que Franco, además de un dictador canijo y con voz de pito, era un poco chaquetero
De anuncio en anuncio, el Atlético forjó una leyenda de equipo normal, equipo de la gente. El mismo club que fue robado a sus socios por la familia Gil y por Cerezo —no lo digo yo, lo dijo la Audiencia Nacional hace casi 30 años— lleva todo lo que llevamos de siglo utilizando la magia de la publicidad para erigirse en un icono del pueblo, mientras el Madrid se “limitaba” a empezar una era gloriosa de títulos y a engordar las vitrinas del club.
Para colmo, el último anuncio atlético no sólo es impecable, sino que lo es desde el respeto a don Alfredo Di Stéfano. La trama es sencilla. Un taxista del Atlético, que desde la bonhomía ayuda a un anciano sin memoria a llegar a su hogar, le sigue la corriente, esconde los colores de su club y utiliza el fútbol para establecer una conexión, la que sea, con alguien que se está quedando sin puentes. ¿Tiene que reconocer que Di Stéfano fue el mejor? Pues lo hace. El fútbol no es lo más importante. Las personas lo son.
Un señor anuncio. Incluso un anuncio señor. El Atlético no sabrá expulsar de sus gradas a los animales que cuelgan efigies de Vinicius de los puentes y son los jueces quienes tienen que prohibirles la entrada en el campo, pero sabe hacer publicidad. ¿Otro equipo que maneja la emocionalidad con solvencia? El Liverpool. Si no se te caen un par de lágrimas con el maravilloso gesto que tuvo Jurgen Klopp con Dáire, el niño de 12 años con el síndrome de Crommelin, no tienes corazón. “Nunca caminarás solo”, en este contexto, es maravilloso y poético.
Lo que no deja de hacerme pensar en por qué el Real Madrid no puede lanzar un anuncio mítico de vez en cuando. Y tengo muy clara la línea argumental que convendría seguir. El mensaje subyacente.
Caballero del honor
Recuerdo mucho los últimos días de mi hermano, que falleció hace ya algo más de un año, sin llegar a cumplir los 43 y con un hijo a medio hacer. Poco antes de morir, Carlos pudo ir a ver al equipo de su corazón a un palco del Bernabeu, y todavía recuerdo su sonrisa.
Él sabía que iba a morir. Aunque le dolía muchísimo dejar solo a su pequeño Diego, era plenamente consciente de que, como en el sketch del loro de Monty Python, iba a dejar de ser, a dejar de existir, a irse con su creador, a estirar la pata, a ser un difunto, a irse al otro barrio, a echar el telón, a pasar a mejor vida. Iba a ser un exhermano. Un expadre. Un exPapá Noel.
Pero Carlos era madridista. Y sabía que la música no se acaba hasta que no canta la gorda. Hasta el final, repartió una sonrisa y un abrazo a todo el que lo necesitaba. Y vaya si lo necesitábamos. Ocultó el dolor y la pena todo lo que pudo a pesar de que, en las últimas semanas, el glioblastoma le dejó casi sin poder expresarse, sin voz ni para quejarse de lo malos que eran mis chistes. Supe que de verdad se acercaba el final cuando empecé a ganarle al Fifa, y lamento mucho que fuese antes de que EA Sports pusiese un nombre más digno a sus juegos y sacase de la ecuación a Manolo Lama, para regocijo mío y del hijo de Rajoy. Y sin embargo, Carlos no soltó el mando mientras tuvo fuerzas para sujetarlo.
Sentir los colores del Real Madrid no quiere decir que vayas a ganar siempre. Ni mucho menos. Nos embargarán casas, quebraremos empresas, nos despedirán, perderemos gente amada. Y al final, nuestra última certeza es que todos pasaremos a ser exloros. Se nos llevará una muerte. Puede ser el Dios monoteísta a tu elección, la Muerte que habla en mayúsculas, la que juega al ajedrez en blanco y negro o la que lleva una máscara roja en pleno carnaval. Puede ser la Muerte que da de comer a las palomas con su hermano Morfeo; la Muerte a la que Thanos tira los trastos; la Muerte del Paraíso Perdido de Milton, o el Santo de los Asesinos.
Todos nosotros somos un minuto de silencio esperando a suceder. Pero lo que nos enseña el madridismo no es el camino de la victoria. Es el de cómo afrontar la vida sin bajar los brazos.
Cuando veías a mi hermano, con sus mejillas sonrosadas y su barba pelirroja, era imposible no pensar en él como en Papá Noel o como en un vikingo bonachón. Un Thor. Un Balder, como poco. Y el cáncer no fue su gran batalla. Lo fue la vida. Una vida plagada de dificultades, desde la dislexia hasta el bullying. Su gran guerra, la que ganó hasta el final, consistió en seguir siendo él mismo todo lo que pudo, más allá de lo razonable. Mucho más de lo que yo habría logrado. Logró ser extraordinario pese a que nadie daba un duro por él.
Todos nosotros somos un minuto de silencio esperando a suceder. Pero lo que nos enseña el madridismo no es el camino de la victoria. Es el de cómo afrontar la vida sin bajar los brazos
Para él la vida no consistió en ganar, y mucho menos en jugar bien. Consistió en llegar sin bajar los brazos hasta el último momento. Y todos sabemos que los vikingos honorables no van al cielo, van al Valhalla. Un lugar en el que seguir luchando una y otra vez.
El Madrid, como mi hermano, vive obligado a batallar como Sísifo para reverdecer una gloria que es tan eterna como volátil. “Gánatelo en el campo”, le dicen rivales menores. Como si no hubiesen perdido, una y otra vez, ante los blancos. Como si algunos no envidiaran su éxito o su tesón infinito.
No digo que los anuncios que ruede el Madrid tengan que ser sobre mi hermano, ni mucho menos. Pero me sirve para explicar cuál debe ser nuestra línea argumental. Nuestra ansia por plantar cara siempre hasta el último momento. Caballeros del honor. Cumplidores de los propios deberes respeto del prójimo y de nosotros mismos. Una y otra vez. Cuando todo parece perdido, cuando otros habrían bajado los brazos. Aunque la derrota sea una posibilidad como otra cualquiera.
El Madrid puede perder siempre, como podemos perder nosotros. Pero todo irá bien si seguimos luchando como Kipling. Forzando nuestro corazón, nuestros nervios y tendones, a cumplir con nuestros objetivos mucho después de que estén agotados, y así resistir cuando ya no nos queda nada salvo nuestra Voluntad, que les dice: "¡Resistid!".
Si perdemos después de haberlo dado todo, habremos hecho suficiente. Nuestro anuncio es la historia del atleta catalán Alex Roca. Un tipo extraordinario que, después de completar cinco triatlones, un aquatlón, cinco medios maratones, la Titan Desert y la Pilgrim Race en 2018, se convirtió en la primera persona con una discapacidad física del 76% en terminar una maratón. Pero es también la de cada madridista que afrontará la cuesta de enero, la de cada madridista que sufre racismo y homofobia, la de cada madridista que vive en un campo de refugiados, pasa hambre o vive con miedo al impacto de una bomba.
Cuanto todo parece perdido, cuando las circunstancias conspiran en nuestra contra, cuando no parece que haya ninguna solución, el Madrid nos recuerda la importancia de no bajar los brazos. De marcar goles en el minuto 66 o en el 93. De seguir adelante pese a todo.
Hasta el final.
Ése es nuestro anuncio.
Espectacular artículo.
Enhorabuena por tener un hermano así y dedicarle unas palabras que demuestran tanto amor y admiración, eso es el madridismo,respeto y pelea,pelea ante cualquier circunstancia.
Un recuerdo y mucho cariño para todos los que nos han dejado por el camino y a los que en un futuro nos uniremos.
De los mejores artículos del año justo antes de finalizarlo. Íntimo, reflexivo, y emocionante, detalla con mucho amor lo que es ser madridista. No es ganar siempre, sino que haciendo las cosas con tesón y pasión normalmente se obtienen grandes resultados. Un abrazo enorme para D. Miguel Ángel
De cuando lo sublime te anuda la garganta:
«Para él la vida no consistió en ganar, y mucho menos en jugar bien. Consistió en llegar sin bajar los brazos hasta el último momento. Y todos sabemos que los vikingos honorables no van al cielo, van al Valhalla. Un lugar en el que seguir luchando una y otra vez».
Estoy de pie..., aplaudo. ¡Hala Madrid!
Tú, Miguel Ángel, por la imagen que aparece en tu firma, no pareces tener edad para emitir una opinión subjetiva sobre Franco, ya que, cuando EL dirigía España, seguramente tú no estabas mi “pensado”. Es muy posible que la opinión que sostienes como tuya, de trate de la que te indujeron tus padres, y, como no los he conocido, igual que tú a quien denigras, no puedo ser objetivo calificándoles, aunque, viendo la imprudencia con la que habla su hijo, parece que te han educado en la envidia, el rencor y la falta de respeto a los fallecidos.
Creo que el Real Madrid, como institución modelo, nunca avalaría tus desafortunadas calificaciones de nadie que no las merece, ni puede defenderse.
Serás madridista, como afirmas, pero no tienes la categoría para firmar nada en su nombre. Sólo pareces “utilizar” tu plataforma para colocar una opinión política a un reportaje deportivo; y no creo que cobres por eso en una revista deportiva. Te daré un consejo como persona cercana a los 75 años, aunque no te lo merezcas, si tienes que introducir la política en tus reportajes, documéntate antes de citar y calificar a nadie.
De no encontrar, pronto, una rectificación a este pseudo reportaje, se que no volveré a leer La Galerna ni recomendar que se lea.
Un cordial saludo.
Tanta paz lleve como descanso deja.
Los fascistas, gracias a Dios o al diablo,lo que prefiera,hace mucho tiempo que sobran,no sólo en el Real Madrid sino en España.
Que usted sea un franquista fascista,no quiere decir que todos los seguidores del Madrid lo sean.
Personas como usted que sigue defendiendo aún dictador genocida reconocido por la ONU, dice mucho de lo que es .
Así que menos exigirles a los demás y más recapacitar sobre su ideología caduca.
No sé si él tendrá edad, yo sí viví parte de la dictadura, tengo hermanos mayores que usted, más mis padres y fíjese que vería mi madre durante y después de la guerra, que viniendo de una familia de derechas siempre vivió con un miedo que pudieran volver al poder bajo otro golpe de estado.
Por favor,cierre al salir.
Dos cosas, estoy emocionado con el articulo de Miguel Angel, enhorabuena. La siguiente es que sobra gente en el Real Madrid y en España como Agustin. No nos hacen ninguna falta.
A mi no me ha gustado el artículo, el Madrid no necesita anuncios, el Madrid trabaja y gana, punto.