El Evangelio de ayer, sábado, nos alertaba de lo peor. Nos ponía en guardia ante lo que iba a suceder en el minuto cuadragésimo quinto de la hora vigésima: el horror. Dice el Evangelio de Marcos, en su Capítulo 12 (repito, Evangelio del día, Divina Providencia):
“Cuídense de los escribas, a quienes les gusta pasearse con largas vestiduras, ser saludados en las plazas y ocupar los primeros asientos en las sinagogas y los banquetes; que devoran los bienes de las viudas y fingen hacer largas oraciones”.
El de ayer fue un día de falsedad y fariseísmo. Una jornada feliz para quienes alardean de lo pasajero. Una hora aciaga para el madridista que construye su castillo sobre cimientos profundos. El F.C. Barcelona se impuso a la Juventus de Turín en la final de la Copa de Europa (llamarla Champions es una modernidad a desterrar, como las ovaciones tras las homilías, un abuso litúrgico).
Al finalizar el encuentro tuve la tentación de volverme al televisor para decirle: “De nuevo el vacío. De nuevo la nada. De nuevo la gente mirando hacia el cielo. De nuevo, nada” como la preciosa canción de Gen Verde. La pesadumbre me llevó y me costó algunos minutos recordar cómo continuaba el relato evangélico San Marcos.
“Éstos serán juzgados con más severidad”.
El F.C. Barcelona no tiene la última palabra. Como tampoco la tiene Sepp Blatter, Ángel María Villar o ese hijo que le ha salido, una suerte de Jaba el Hutt con rizos. La última palabra no está del lado de Messi, Piqué o quienquiera que juegue en las filas blaugranas.
La última palabra está del lado de la Luz.
“Llegó una viuda de condición humilde y colocó dos pequeñas monedas de cobre. Entonces Él llamó a sus discípulos y les dijo: Les aseguro que esta pobre viuda ha puesto más que cualquiera de los otros".
Es tiempo de abundancia culé y pobreza merengue. Sin aliados mediáticos, con ataques constantes a nuestro Presidente y con una afición dividida entre Joselianos, Carlettistas, Florentinistas y, seguro que también los hay, Spasicistas. La humildad, ese concepto robado por el fariseísmo, así como la unidad, deben retornar a nuestras filas.
No una falsa humildad basada en aparentar. Una humildad transparente, sincera y auténtica. Las lágrimas que brotaron del orondo rostro de DRBM son el alma que nos ha podido faltar (un poco de contrición, hermanos) en determinados momentos de nuestra historia reciente. Este Club necesita recordar para qué ha venido al mundo: para ganar ligas y orejonas como si fuera un castigo. El triunfo es nuestra Cruz, hermanos.
La Unidad, en el madridismo y en la Iglesia, tiene su doble cara. No podemos esperar que todos pensemos y sintamos de la misma manera. Pero es deseable que encontremos aquello que nos une por encima de lo que nos separa. A usted, señora, le puede gustar más cómo predica este o aquel sacerdote. Es muy respetable. Pero no olvidemos que cuando recibe la Santa Eucaristía, queda saciada. Y queda saciada con independencia de quién se la administre o de “quién” la transubstancie.
El Real Madrid es exactamente lo mismo. No importa quién mande hoy o mañana. No importan nuestras preferencias. No busquemos ni la fama ni el favor personal. Somos seguidores, casi soldados, de nuestro Club. Proclamamos que esa blanca camiseta, ese escudo redondito y ese montón de Copas de Europa es lo que somos, como diría Van Palomaain.
No estamos para guerras internas. Anoche vimos al Enemigo alzarse con un nuevo título. Humildad y Unidad para este nuevo período. Hemos de recuperar el liderazgo moral y espiritual que este Club ejerce desde hace años. El Real Madrid es, junto a El Corte Inglés, lo único que aún vertebra este país. Las praderas de Valdebebas son la nueva tierra prometida.
Pregunta para la reflexión: ¿Lloraste con Rafa? Si la respuesta no es afirmativa, ¿a qué esperas para hacerlo?
Es verdad, somos soldados . Ahora en la derrota. Pero lucharemos como siempre.
Nuestro primer enemigo es la prensa deportiva española. Pues a por ellos. Y luego a por los otros.
Historia que tú hiciste,
historia por hacer
porque nadie resiste
tus ganas de vencer.
¡Hala Madrid y nada más!
Amén!!