—Buenos días, Trevor.
—Qué hay, Lou.
—Vuelves al bar después del parón de selecciones.
—He pasado unos días seleccionando qué tomar primero.
—Al menos no te habrás aburrido, Trevor, el guionista de telenovelas que preside la Federación asegura continuos giros de guion.
—Desde luego tiene mérito, Lou. Hay pocas caras que definan tan bien a un tipo y su comportamiento como la de este señor. Hay quien afirma que de niño sirvió como inspiración a Cipolla para formular su famosa teoría.
—A ti seguro que te gustaban más las costumbres del anterior presidente, Trevor. Por cierto, mañana vuelve la Liga, la de verdad, y jugamos contra la Real.
— Sí, Lou, hay partido, un rato de vida en el que no hay que pensar. Y regresa Ødegaard, cuyo nombre se escribe con el símbolo de diámetro al principio porque une los extremos de una circunferencia, pero no por dentro, sino por fuera, concretamente el extremo de la semicircunferencia del mediocampo con el del área rival.
—Pero Trevor, si aún no has bebido nada, ¿qué dices?
—Pues que Ødegaard es un estupendo delineante que podría llevar el compás de nuestro equipo junto al arquitecto Kroos. El alemán realizaría más trabajo de despacho y el joven con aspecto de dios nórdico más labores de campo, dada su potencia y fogosidad.
—No sé, Trevor, tengo mis dudas. No estoy seguro de que termine de cuajar. Y Kroos no sé si estaría pensando en el decanato del Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid para cuando llegase Ødegaard.
—No esperaba menos de ti, Lou.
—No empieces.
—Un futbolista como Ødegaard puede venirle muy bien al equipo para reventar al contrario. El Madrid mete los goles a pases, antes incluso de tirar a puerta. Y el chaval puede aportar opciones más directas.
—En fin, Trevor, sabes que no comparto tu optimismo, no veo juego por ningún lado.
—El Madrid es como la felicidad, nadie reconoce que juega bien hasta que deja de hacerlo.
—Y al chaval lo veo aún verde, Trevor.
—Claro, Lou, es que lo dañino, si es antiguo, tiene mejor prensa, ¿verdad? Rancio.
—¿Y lo dices tú, con esa cara adusta?
—Lou, hay personas que son insufribles cuando están contentas, sin la equidad que aporta el freno del pudor.
—Lo de la equidad no lo dirás por ti, Trevor.
—Lou, cuando se está mal se toman decisiones equivocadas.
—¿Y cuándo se empieza a acertar?
—Nunca.
—¿Eso incluye a Charlotte, Trevor? No me has contado nada desde que volvió.
—Calla, Lou, se ha vuelto a ir, no tengo remedio.
—Está bien, dejémonos de estupideces, ¿has seleccionado ya qué vas a tomar primero? ¿Martini, gin tonic, whisky, aguardiente?
—Sí y en ese orden.
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