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Treinta horas en Estambul (para derrotar al Fenerbahçe)

Treinta horas en Estambul (para derrotar al Fenerbahçe)

Escrito por: José Luis Llorente Gento3 diciembre, 2022
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La llamada del almuédano a la oración interrumpió mi sueño de forma brusca. Eran las seis de la mañana en Estambul, las cuatro en España. Trece horas y media antes, este humilde cronista llegaba al aeropuerto de Madrid con precisión militar, impelido por el ánimo de puntualidad de Javier Artime, el organizador de las Leyendas del Real Madrid. Tuve que esperar casi una hora a que llegara el resto de la expedición, deseando que lo hicieran cuanto antes para recibir la bienvenida – yo soy el foráneo en esta ocasión –, y con el cosquilleo propio de salir de viaje fluyendo por mi sistema nervioso.

La espera se hizo corta, a pesar de sentir el pálpito de mi querencia por los desplazamientos en equipo. De forma automática, al verlos dibujé una sonrisa involuntaria, saludando a los muchos conocidos, reconociendo a los que nunca he encontrado personalmente.

Vuelo Madrid-Estambul

Tan diferentes son los viajes ahora, que la primera conversación la crucé sobre el asunto con el preparador físico, Juan Trapero, atleta insigne de la cuadrilla de Paco López, entrenador que tantos años hizo con nosotros lo que Juan hace ahora con los propios: reventarlos. Fuera de las finales europeas jamás viajamos en chárter, con los gigantes buscando las salidas de emergencia - cuando las había -y los demás acoplándonos como podíamos. ¡Juro sobre las reglas de Naismith que he visto a Romay viajar en clase turista!

Las líneas regulares y las escalas obligadas tenían, en cambio, algunas recompensas. Conocíamos los aeropuertos y dónde comprar, en unos años en los que muchas cosas eran muy caras en España o ni siquiera se podían obtener. Los alemanes nos gustaban por la cerveza y la salchicha que la acompañaba, el de Ámsterdan por su riqueza electrónica y los de la Unión Soviética por el caviar.

También aquellos viajes daban pie a largas conversaciones, interminables tertulias para capear el aburrimiento del paso de las horas. Al fin, llegábamos a destino aeroportuario, pero no al del final del viaje: siempre nos esperaba el pabellón rival para ir a entrenar, para estirar las piernas y sudar el viaje, acciones de difícil asimilación en un principio, pero de recompensa final extraordinaria. Después, la cervecita de turno entraba del tirón y dormíamos como un lirón. Bueno, disculpen el pareado que ha surgido de corrido.

Ulker Arena

Hoy, los viajes son más cómodos y tanto confort induce a la siesta, así que, apenas se oyó nada durante el vuelo. En cambio, el revuelo vino cuando desembarcamos en el autobús que llaman jardinera. Estaba claro que el equipo se había despertado de buen humor. En cambio, la ciudad nos recibía vestida de gris y lloviendo, como si quisiera cambiarnos el humor para el encuentro. Por supuesto, no lo consiguió a pesar de su insistencia.

La mañana del partido nació tan oscura como la noche precedente. No me pregunten por qué, pero uno sabe que la hora del desayuno es la de mayor tranquilidad del día del partido. Un buen momento para intercambiar opiniones con los miembros de la expedición, todos muy animados, irradiando espíritu madridista. Disculpen que mi inveterada discreción no satisfaga su curiosidad. Sí puedo comentarles como conclusión propia – ya, ya sé que no es demasiado - que la tranquilidad es la nota predominante, algo por otra parte natural tratándose de profesionales que conocen al milímetro el gremio y los momentos críticos del mercado propio. A su vez, de esta calma cabe inferir una confianza profunda en sus fuerzas, cada vez más alineadas, tanto en sí mismas como con su propósito.

Mezquita de Camlica

Tras mi labor de espía autónomo, en vista de que los entrenadores se iban a ver una serie (de vídeos) y los jugadores a descansar, me di una vuelta por la mezquita de Çamlica, la más grande de Asia Menor, de construcción reciente y clásica, inaugurada con cierta polémica por ostentosa e innecesaria en 2019. Me dirá que por qué no me acerqué a otros sitios emblemáticos que tiene usted en su cabeza, pero, con franqueza y aunque me pirran, he estado más veces en los bazares, mezquitas y cisternas que en la Puerta del Sol, y tampoco estaba el día para fiestas.

Así que sólo quedaba esperar al partido, del que me veo obligado a hablar por deseo ferviente de Koki Martí, el tótem de la Ciudad de la Raqueta. O me estoy haciendo viejo, o el pabellón fenerbahçí – ojo al neologismo - es de los más ruidosos que recuerdo, incluso con el encuentro en ciernes, con los jugadores haciendo las contorsiones propias de su deporte. Causeur y Hezonja lanzando como metralletas y Tavares ofreciendo una exhibición con la comba digna de Alí. “Fibra rápida en un dos veintiuno”, en palabras de Juan Trapero, que de fibras rápidas sabe algo, pues fue uno de los mejores velocistas españoles hace cierto tiempo, esto último sin ánimo de ofender.

Tavares Fenerbahce

Los jugadores madridistas bien pudieran ser admirados en Estambul, no obstante el abucheo constante mezclados con gritos de protesta proferidos. Y eso que no estaba Rudy, el favorito de la afición local, según me confesó Felipe Reyes, que me concedió el privilegio de ver el partido a su lado.

De forma paulatina y sin réplica, desactivamos la sonoridad con una actuación de corte tan coral como aguerrida. Nadie flaqueó en este ámbito, el de la presión defensiva, la captura de los rebotes largos, de los balones divididos. Tavares levantaba tras el base la muralla defensiva propia, y cuando se debilitaba ahí estaban sus compañeros para reconstruirla, así como Deck y Hezonja para capturar los rebotes cuando el gigante se alejaba para ofrecer su ayuda a los exteriores. Abalde presionaba sin dejar casi recibir un balón al asfixiado particular y Musa parece dispuesto a emular al gran Mirza Delibasic. El juego fluía, porque este equipo se ha subido a los raíles de sus pretensiones y porque tiene muchos jugadores que interpretan con maestría el baloncesto. Hasta Tavares se ha convertido en un pasador notable, calmado, en busca de la mejor opción. Un grande que reparte juego es una bendición para un equipo y una tradición en este club, cuyo escudo han representado Clifford Luyk y Arvidas Sabonis.

Musa Calathes

El primer tiempo fue excelente, con racha de Llull incluida. Un pequeño despiste final amortiguó la diferencia de clase exhibida en los primeros veinte minutos. El líder era sobrepasado sin que quepa ninguna controversia, si bien es justo señalar sus bajas.

El tercer cuarto aún fue mejor. El Chacho sacó el libro del base de su chistera para mostrar sucesivos capítulos. Ahora, el bote; después, la finta; más tarde, el cambio de ritmo; desde el principio, los pases. Cuando ya había mostrado parte de su repertorio, Chus Mateo le brindó un descanso. En este lapso, Musa encadenó tres triples y el Madrid acopió una ventaja de 23 puntos. 41-64. El partido estaba en el bote, por más que en un par de minutos se sumaran una pérdida del bosnio y una técnica a Tavares que desconcertaron al equipo.

Pero el despiste duró poco, como poco duró el griterío del graderío. Para cualquier espectador imparcial el duelo estaba resuelto, lo que no fue óbice para que los que estábamos a pie de pista sufriéramos cierta incertidumbre hasta un par de minutos del final.

Madrid Fenerbahce

La victoria fue una consecuencia del gran juego y la forma en la que se consiguió un refrendo para el camino emprendido. Aún estamos a principios de temporada, y ni siquiera los técnicos han dispuesto de la plantilla completa en ningún momento, por lo que el juicio de valor siempre es relativo. Sin perjuicio de lo expuesto, la coherencia global y el aprendizaje de los nuevos auguran un porvenir brillante.

Hasta aquí la opinión sobre el partido, no mis impresiones del viaje. Me he encontrado con un grupo de personas que trabajan a destajo con el respeto como lubricante de relaciones complejas y constantes. La tensión no tiene por qué alejar la alegría puntual y necesaria, casi constante cuando aparecen los escasos momentos de relax. Miman el detalle cada uno en su vertiente, que son muchas, pues un equipo de este calado precisa organización certera. Mientras escribo estas líneas, ocho horas después del aterrizaje, la plantilla está de nuevo sobre el parqué trabajando para el encuentro de mañana contra el Valencia. Esta secuencia tan precipitada exige planificación, dedicación y vocación, sin las cuales este viaje que no cesará hasta las puertas del verano no tendría sentido.

Sólo me queda darles mi enhorabuena por el trabajo impecable y agradecerles el afecto con el que me han acogido. Merced a él me he sentido como uno más del grupo, amén de ayudarme a reflotar sentimientos de hace muchos años, cuando quien esto escribe era jugador y las emociones personales y colectivas se acumulaban en el ánimo, mientras palpitaban el orgullo y la responsabilidad de vestir la camiseta del Real Madrid. Señoras y señores, muchas gracias.

 

Getty Images

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Escritor. Conferenciante. Columnista. Exjugador del Real Madrid y la Selección Española de Baloncesto. Se pasa la vida remontando.

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Lamine Yamal es muy joven.

Enormemente joven.

¿Y?

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En el hecho de que @AthosDumasE llame a la que muchos llaman "Selección Nacional" la "selección de la @rfef" encontraréis pistas de por qué no la apoya.

La explicación completa, aquí

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Tal día como hoy, pero de 1962, Amancio rubricaba su contrato como jugador del Real Madrid.

@albertocosin no estaba allí, pero te va a hacer sentir que tú sí estabas.

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