El primer tiempo fue entretenido, con una formidable parada de Navas y juego brillante de casi todos los merengues, que pudieron marcar un par de veces y debieron tragarse la amargura del gol en propia meta. El ala de Marcelo llevaba tiempo siendo un coladero, quizá porque es demasiado pedir que cierre y construya al tiempo –sin el apoyo puntual de algún colega-, y también porque el contrario jugaba con dos puntas, sin permitir que Ramos le echase una mano. Tampoco a Isco le sienta bien ser considerado el indiscutible de una plantilla tan amplia, y Ronaldo vio premiado el tesón añadido a su clase infinita con un penalti de ejecución perfecta.
El segundo tiempo ofreció más de lo mismo, empezando con un aluvión de juego y oportunidades, mientras los locutores de Antena 3 empezaban a ver un partido distinto del que mi chico y yo contemplábamos, si bien poco después el Tottenham empezó a darles la razón, y a los dos goles parados por Lloris en los primeros diez minutos siguieron otros dos frenados por Navas. Entretanto, Cristiano había hecho una de las jugadas de su vida, que quizá no terminó en las mallas por tocarle a su izquierda, un cañón no tan imponente como la derecha.
A Isco no le sienta bien ser considerado indiscutible
En definitiva un encuentro amenísimo, con infinidad de lances encantadores para quien sabe disfrutar de este deporte, cuya secuencia se jugará en Londres. Zidane tiene razón diciendo que el resultado fue "lógico", y es de esperar que el Real vaya afinando puntería, porque tiene ya la coordinación y ese punto de calma reservado a los campeones. A mi entender, lo que demasiados espectadores pasan por alto es lo relativo del resultado, comparado con el valor siempre absoluto de la entrega y la calidad exhibidas.
Quien pretenda ganar aunque sea ayudado por el puño divino, a lo Maradona, ni sabe jugar ni respeta al prójimo, un conjunto donde caben tanto el adversario como quienes disfrutan del pacífico ballet escenificado en cada caso. Ya sé que esto es absurdo para el hincha, pero por eso hincha es quien siente "rechazo o disgusto" (RAE), proyectándolo sobre cualquiera distinto de "los nuestros". Más concretamente nació con Miguel Reyes –utilero del Nacional de Montevideo a principios del siglo XX- que a su función de hinchar balones añadió la de convertir cada encuentro en una pelea de barrio.
No se imaginan algunos cuán placentero resulta ver fútbol intentando ser ecuánime, como cuando vamos a un museo o al cine.
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Como siempre, el mejor resumen del partido. Gracias Antonio.
La verdad es que el partido estuvo divertidísimo, y además el empate del Borussia Dortmund minimizó daños. Basta con ganar al Borussia en casa (cuidado, el año pasado también empataron), y jugarnos la primera plaza en Wembley (tampoco se acaba el mundo si pasamos segundos, y a las pruebas del año pasado me remito)
Saludos