Para un madridista pensar en un duelo contra el Atlético de Madrid en los últimos años lleva aparejado un sentimiento de ese tipo de felicidad que sucede a una buena dosis de sufrimiento. Es una felicidad, una euforia más bien, que se autoexplica por todo lo que costó lograrla y deja un poso de gratitud con la providencia. La mayoría de madridistas temimos que el sueño de la Décima se esfumara ante el vecino de la capital; también muchos imaginamos que el karma nos devolvería el golpe en Milán cuando el Atleti empató hacia el final del partido y el Madrid desfallecía físicamente. Los otros dos ententes europeos tampoco estuvieron exentos de emoción: el gol postrero de Chicharito y esa media hora previa a la genialidad de Benzema lo acreditan.
En liga la suerte ha sido más dispar. En general buenos resultados en territorio indio y malos en Chamartín. No deja de ser esta disparidad un buen resumen del desempeño del Madrid en la competición casera y en Europa en los últimos años. Dejando al margen el efecto corrector arbitral –sé que es mucho que dejar al margen-, es indudable que el Madrid se ha desenvuelto mejor en una competición a vida o muerte que en la esforzada carrera de fondo que supone la liga. Hace poco lo reconocía Marcelo haciendo gala de tanta sinceridad como cierta negligencia por parte de él mismo y unos cuantos compañeros que secundarían la afirmación. Pone mucho levantar la liga en mayo, pero hay que sufrirla desde agosto con el Arminiato, que parece sobrevivir al Villarato, que ya es sobrevivir.
El Madrid tiene una ocasión de oro para desterrar este pensamiento generalizado por parte de su vastísimo entorno. Llega al Metropolitano con un déficit de ocho puntos sobre el líder y en un momento complicado de juego. Una victoria del Barcelona en Leganés le dejaría, antes de empezar el partido, a once puntos. La tentación de no darlo todo por la victoria en un territorio hostil puede estar ahí latente. Como si un diablillo les susurrase a los blancos que ya han alcanzado la gloria por protagonizar un ciclo histórico y tener la posibilidad de ampliarlo a partir de marzo. Ese mal que afecta a los genios que deciden empezar a estudiar la noche previa al examen.
El problema es que éste es el equipo de las tres Champions en cuatro años, el que el año pasado protagonizó un doblete histórico y todos hemos tomado nota. No cabe exigir cada año un doblete pero sí que se opte al mismo con grandes posibilidades. Incluso en este inicio liguero salpicado de errores arbitrales que han perjudicado al Madrid en la misma medida que beneficiaban al Barcelona, resultaba procedente esperar una mejor actitud en ciertos partidos en los que el equipo se ha dejado puntos importantes. Todo madridista puede perdonar un mal resultado, pero no apatía o falta de concentración que no deja de ser falta de actitud.
En estos tiempos convulsos, nada vertebra España más que hablar del Madrid. Como dice Pepe Kollins, en todo futbolero convive algún tipo de sentimiento hacia el Madrid. Un buen resultado enviaría un mensaje claro de que el Madrid va a disputar la liga con todas las consecuencias y eso podría también afectar a un Barcelona con mejores resultados que sensaciones futbolísticas. Ya conocen la teoría de los vasos comunicantes. Urge traer Europa al Wanda; urge ver otra vez al Madrid.
Buenas tardes D. Ramón, me ha gustado su comentario breve y conciso, sólo una precisión
que no crítica, llamar al campo del chino, territorio indio me parece injusto, porque equivale a equiparar a las hordas de fanáticos españoles atléticos, (que hacen de la envidia su seña de identidad y de la amargura por
la hegemonía pasada y pérdida su divisa), con las naciones indias, una injusticia se mire por donde se mire
Saludos blancos, castellanos y comuneros