Van a tener que perdonarme. Les ruego que me disculpen desde ahora mismo. A duras penas he podido comenzar a escribir. He sentido como un temblor al despertar y entonces he caído. He caído de verdad en la cuenta de lo que ese temblor significaba. Era Mascherano traspasando victorioso las puertas de Babilonia. Era Mascherano regresando triunfal a Roma aclamado por sus conciudadanos. Era Napoléon Mascherano siendo coronado emperador del penalti, del penalti presunto, del penalti fantasma, del penalti no señalado.
Perdónenme. Lo siento. He de hacer un receso. Las lágrimas me nublan la vista. Los sollozos me incapacitan. Ya voy. Cinco años se cumplen hoy del último penalti pitado al jefecito. Si yo me siento así de compungido, ¿cómo debe de sentirse Javier, defensa central, después de un lustro sin cometer ni siquiera un lindo penal? Cuánta grandeza. Yo erigiría un monumento en su honor, un monumento discreto y solemne, quizá con una llama que nunca se apague y que reze: "Al penalti desconocido", donde cada año se celebre un homenaje de esos por los que el barcelonismo catalán es tan sentido en los últimos tiempos.
Claro que yo estoy suponiendo que Mascherano sabe lo que es un penalti. De ahí mi enternecimiento. ¿Cómo es posible que un defensa central no cometa ni un solo penalti en cinco años? Qué proeza inigualable. Inigualable y fantástica como si en esos cinco años hubieran pasado delante de nuestros ojos, en lugar de penaltis, unicornios blancos y duendes y princesas. Yo he de confesar, con lágrimas en la lluvia, que en todo ese tiempo he visto cosas que no creerían. Atacar naves en llamas más allá de Orión, y también Rayos C brillar en la oscuridad cerca de la puerta de Tannhäuser.
Pero, ¿y si Mascherano no sabe lo que es un penalti? Entonces no habría razón para mi desasosiego ni para la emoción. Mascherano en ese caso viviría como el príncipe Siddharta dentro de los límites de su palacio sin conocer los males del mundo. En Barcelonia es así. Y desde luego cabe esa posibilidad. En Barcelonia no conocen la enfermedad ni la vejez ni el penalti. Bueno, el penalti sí lo conocen pero sólo el penalti a favor. Ese lo conocen mejor que nadie porque lo han visto más que nadie en el mundo. Cualquier barcelonista puede dar clases magistrales de penalti a favor. Es algo inherente, consustancial.
Cómo debe ser asistir a una conferencia de Suárez, por ejemplo, sobre el penalti a favor. Escalofríos de regusto me vienen. O de Jordi Alba... mejor voy a parar que hasta me viene la calentura. El penalba debería estar escrito en el Kamasutra. El penalti a favor del Barsa es una cosa ligera, suelta, promiscua, multiforme y definitivamente erótica. Lo malo es que cuando no aparece es como el otoño; es como si faltase esa pastillita de vitalidad arbitral, tan conocida, sobre todo, por aquella sobredosis (al final inocua) en los octavos contra el PSG, quienes, por cierto, al final le devolvieron la jugada con pornografía.
Pero no quiero desviarme de la pasmosa efemérides. Decía que Mascherano es posible que desconozca qué es un penalti en contra después de tantos años de domicilio en Barcelonia. Aunque también puede ser que lo haya olvidado. Yo lo comprendería después de tanto tiempo. Debe de ser científicamente comprobable que un defensa central pierda ese conocimiento tras ¡cinco años! sin contacto, ni físico ni psíquico. Puede ser como un recuerdo infantil ignoto en la memoria del argentino. O como la amnesia parpadeante de Jason Bourne. Veo a Mascherano despertándose por la noche presa de recurrentes y misteriosas visiones: un pitido ensordecedor, una tarjeta roja... Lo cual no le resta mérito a una de las más grandes hazañas de la historia del deporte que hoy celebramos aquí, en La Galerna, como si fuera nuestra. Ya suenan las campanas. Enhorabuena, campeón.
Gran artículo y muy acertado en el momento actual. Enhorabuena!!!
Me ha recordado la frase de Alberto Vázquez Montalban:
"La impunidad vuelve valientes a los cobardes y osados a los pusilánimes, y el día en que cobardes y pusilánimes alcanzan el poder sus sucias babas lo aniquilan todo."
Perdón! De Alberto Vázquez Figueroa, no Montalban.