Todólogos

Las copas le hacían sentirse valiente, temerario. Se acercó sin temor a la vaquilla. La vaquilla lo miró como si supiera algo que él aún no sabía. De repente se arrancó. A él se le escapó la valentía por entre las piernas y, raudo, se dio la vuelta y emprendió, despavorido, la fuga.

Sin mirar atrás corrió y corrió hasta estamparse contra una madera que intentó saltar, cayendo de cabeza y dándose un costalazo espectacular. En el suelo, atribulado por la poco elegante caída que había sufrido en su escapada, comenzó a sentir un dolor insoportable, sin percatarse de que la vaquilla había perdido todo interés en él al poco de arrancarse, ya que el animal estaba a sus cosas: al ver que él empezó a correr estando a cincuenta metros de distancia, no vio necesario emprender una carrera que se antojaba poco productiva. Esto, al menos, le evitó un rubor aún mayor.

Prestos al rescate acudieron los amigos y conocidos que compartían diversión con él. En sus rostros se reflejaba una relajada y divertida preocupación ante el monumental estacazo que se había dado ya que, al fin y al cabo, se movía. Él los miraba desde abajo, entre desconcertado y abochornado.

-¿Estás bien?- le preguntó uno de ellos.

-Creo que no. Me duele mucho el hombro- dijo con un agonizante tono de voz el lívido aprendiz de recortador.

-Eso no es “ná”- se apresuró a decir el mozo más cercano.

-Hombre, el hueso este que sobresale tres o cuatro centímetros por aquí antes no estaba así-repuso, titubeante, nuestro pálido amigo.

En ese momento una catarata de voces cayó sobre él: “¡Eso con dos cubatas se te pasa!”; “No joder, mejor chupitos, que pegan más”; “Si te duele una aspirina y listo”; “El Espidifen va mejor, que es antiinflamatorio”; “Si me dejas yo te lo coloco”, llegó a decir uno de ellos con un rostro firme y serio, completamente convencido…

Él los miraba atónito, perplejo y muy blanco…

Tras escuchar el diagnóstico de quince de los más ilustres médicos y cirujanos del pueblo, nuestro dolorido amigo, todavía en el suelo, cobró fuerzas suficientes para acertar a decir con la voz llorosa y entrecortada: “Por favor, ¿podría… llevarme alguien… a urgencias?”

Aguantó lo que pudo, rezando porque alguno de aquellos expertos dijera algo con sentido, como ofrecerse a llevarle a un hospital, pero viendo que la ayuda no llegaba se vio obligado a rogarlo.

Sí, ahora todo el mundo sabe de todo, especialmente la sociedad española, muy dada a la prepotencia y a enmendar la plana al resto de la humanidad, recurriendo al humor para que no parezca todo muy chulesco.

Tras deleitarme con la verborrea de estos todologuistas de barra de bar, no compro en bolsa ni hago caso a un diagnóstico médico hasta que les pido a ellos una segunda opinión. Si tengo un conflicto laboral o dudas existenciales, lo que sea, consulto con ellos, porque siempre tienen una respuesta, siempre tienen una solución infalible… que casi siempre falla.

En el mundo del fútbol esto alcanza cotas sublimes. Todos nos creemos entrenadores, presidentes, directores deportivos, jugadores franquicia, y nos lo creemos sin atisbo de duda, sin que se nos pase por la cabeza poder equivocarnos, convencidos de poseer la verdad absoluta, aunque no lo reconozcamos siempre en alto. Antes estas cosas quedaban en la barra del bar, pero ahora puede verlas todo el mundo.

El auge de las redes sociales disimula ignorancias y matiza complejos, ya que con un solo click y en tiempo récord cualquiera puede responderte con Wikipedia en la mano a cualquier pregunta, feliz en su apariencia vacua de brillantez y conocimiento. Estos son los mismos que se ríen de Maldini por ser un recitador de datos aunque desconozca por completo los demás fundamentos futbolísticos.

A esto se le llama efecto Dunning-Kruger, consistente en que individuos de escasa o nula capacidad en una materia se crean superiores, más inteligentes, que otros, generalmente más preparados, de forma ilusoria, aunque muy gratificante para ellos, se entiende.

Quizá peque de cínico, quizá la sociedad española todo lo sabe, quizá tengamos a gente multidisciplinar por esos campos de Dios, sabedores de que son herederos del gran Quevedo, que nos dejó el imprescindible “Libro de todas las cosas y otras muchas más”, que, por supuesto, casi nadie se ha leído.

En la cúspide de la pirámide todologuista tenemos al periodismo deportivo. Me fascina ver a esta raza especial explicar leyes a los abogados, analizar el pensamiento de los psicólogos, ser condescendientes con la ignorancia de los economistas en relación a las cuentas de cualquier cosa, corregir los diagnósticos de los médicos y ofuscarse por las actuaciones de presidentes y entrenadores de los equipos de fútbol. Y es que no hay todologuista de mayor nivel que el periodista deportivo tertuliano.

Florentino Pérez, que es un prepotente, insiste en contar en su equipo con profesionales cualificados, ignorando los consejos de estos grupos de sabios multidisciplinares. Así tenemos que soportar que siga sin vender a Cristiano Ronaldo para conseguir buen dinero o que continúe desarrollando la política de marketing que nos ha llevado a ser el club más rico del mundo en lugar de hacer caso a todos estos consejos económicos, que Florentino necesita por su demostrada incompetencia.

Nuestro nuevo entrenador ya ha recibido las recomendaciones de todologuistas de bar y de tertulia, hasta el punto en que si hace lo que ellos dicen nuestro equipo ganará sí o sí, se siente quien se siente en el banquillo, por pura aplicación lógica.  ¡Qué daño ha hecho la Play Station! Bale en la izquierda, Cristiano “de nueve” y Kroos con llegada… Nada puede fallar porque ellos lo han dicho. Colocando a todos así, no hace falta día a día ni entrenador ni tácticas.

Benítez sólo puede tener un problema y es el conflicto todologuista:  como cada todólogo tiene su alineación, que irá cambiando si los resultados van regular, puede llevar a la duda. Pero fuera de esa minucia nada puede fallar. Benítez se la juega, porque el futuro del banquillo madridista pasa por una democrática asociación de todologuistas que alineen y cambien por consenso, lo que nos llevará, sin ningún género de dudas, a encadenar Champions y Ligas sin descanso durante décadas… Todo apunta a ese conciliábulo tuitero para pactar la mejor alineación posible y así poder prescindir de la figura del entrenador, que siempre es un incompetente para buena parte de la afición.

No debería Benítez obviar los consejos de los todólogos o expertos en todologuismo, porque a un todólogo no le hace falta experiencia ni haber dirigido a equipos importantes para tener razón en todo lo que dice.

Hay que congratularse porque a nuestro Real Madrid no lo controlen los sabios de Twitter o Facebook. Viendo las recetas que ofrecen en ocasiones, no sé que sería de nosotros.

Pues en este país de maestros liendres, que de todo saben pero de nada entienden, queda claro que nada cambia. Los clásicos ya nos tenían calados y definidos. Gracián gustaba de ridiculizar todos estos defectos, pero nada evitará nuestra egocéntrica autocomplacencia. Quizá deberíamos rebajar nuestra prepotencia, medir nuestro tono, adecuarlo a nuestros conocimientos;  o quizá no, quizá podamos mantener nuestro tono ególatra y grandilocuente, campechano, de barra de bar, demostrando que todo lo que sabemos y arreglando el mundo mientras despreciamos a todo aquel que tiene responsabilidad… Esto sólo lo planteo como posibilidad, porque jamás se me ocurriría contradecir a un todólogo.

Yo empezaré por llevar a mi amigo a urgencias, ya se tomará los cubatas o el Espidifen cuando se lo mande el médico. Por si acaso.