Lo bueno de la selección española de fútbol es que solo necesitas un hemisferio del cerebro para ver sus partidos mientras con el otro vas atendiendo a tus asuntos. Aunque no comparto el desapego imperante en La Galerna hacia el equipo nacional, y menos ahora que vuelve a estar dominado por jugadores del Real Madrid, mi atención no llega ni de lejos al apasionamiento desde que, hace un tiempo que parece ya inmemorial, la selección optó por el sexo tántrico. Nunca he visto un equipo al que le guste tanto sacar otra vez el balón del área una vez que lo tiene a huevo para romperlo contra la red. La palabra «gol» viene de «goal», que a su vez significa «objetivo», «meta». No obstante, el único objetivo de la selección española parece ser hoy por hoy mantener lo que los medios han bautizado como «el estilo». Así lo corroboraron las crónicas de los dos últimos encuentros: el estilo sigue ahí, todo en orden, y si no ganamos a Italia fue por culpa de Ramos. No sé, mis cuentas son otras: en dos partidos solo un gol por méritos propios, y prácticamente en jugada individual. Si no llega a ser por sendas gentilezas de los porteros rivales, nos vamos una vez más a casa con el estilo intacto, los objetivos sin cumplir y la bendición de la prensa.
La misma prensa que unos días antes, a la vista de la convocatoria de Lucas Vázquez, Nacho, Isco y Morata, señalaba con el dedo al Real Madrid por no dar la titularidad a unos jugadores cuyo derecho a alcanzarla quedaba palmariamente demostrado al ser convocados como internacionales. Resulta que luego los cuatro fueron suplentes en ambos partidos (a los que hay que sumar a Carvajal en el segundo), sin que nadie que yo sepa razonara a la inversa. Se conoce que ser el recambio de Benzema o Marcelo es un desdoro, mientras que serlo de Diego Costa o Alba es un privilegio. En el caso de Lucas Vázquez, parece que Lopetegui le hizo el favor de llevarle por si se lesionaba el suplente de algún suplente, lo cual vale más para la crítica que todos los minutos que le da Zidane.
El mismo Zidane al que esa crítica intentaba hace nada arrancarle un reconocimiento de la crisis que atravesaba su equipo por haber encadenado cuatro empates. En vista de que no se dejaba, en alguna tertulia radiofónica nocturna optaron por aplicar a sus declaraciones en rueda de prensa y a un diario francés el método interpretativo que tan buenos resultados dio en los juicios de Moscú: que todavía no hayas conspirado contra el camarada Stalin solo demuestra tu timidez, así que nos tomamos tus protestas de inocencia como una confesión de culpabilidad en toda regla. Qué sería de nosotros sin la sacrificada labor del periodismo de traducirnos las declaraciones que escuchamos.
El mismo periodismo que es capaz de traducir incluso una falta de declaraciones en un clamoroso pronunciamiento en contra de la paz y a favor de la codicia. Aquí el parangón con las purgas estalinistas se me queda un poco corto, para encontrar algo parecido tendríamos que remontarnos como mínimo a los tiempos de las ordalías.
Los mismos tiempos en los que se estilaba un concepto de las mujeres que dos jugadores del Eibar comparten con Donald Trump. Cuando los periódicos se hicieron eco del comunicado difundido por ambos gañanes a través de Twitter, los titulares presentaron el documento como una «petición de disculpas», pero uno se pone a leerlo y parece cualquier otra cosa. Hablan de la grabación de un acto «con pleno consentimiento por parte de todos», cuando se oye a la mujer implicada no consintiendo la grabación, como si la grabación no formara parte del acto. A continuación «lamentan» que la cosa pueda dañar, primero, ¡su propia imagen!, y después la del club en el que militan, así como ofender a sus aficionados y, en general, a todo el padrón municipal de Eibar. Luego se disculpan con los niños del mundo, de los que nunca conviene olvidarse y a los que se ve que imaginan consternados y llorosos. Con la conciencia al fin tranquila después de haber despachado lo fundamental, y por si algún malpensado dudara de su galantería, reservan un puñado de caracteres para pedir disculpas a «la tercera persona involucrada» (menos mal que no dicen «la señorita») por el daño que a su imagen «pueda suponer» la divulgación del vídeo. O sea, no tenemos claro si va a haber tal daño, quizá no pero, oye, las mujeres son muy raras, así que vayan por delante nuestras excusas por si tal. El comunicado se cerraba con una loa a la ejemplaridad del club, su afición y su ciudad (como si alguien la hubiera puesto en duda o la tuviera siquiera en mente), con una declaración de adhesión inquebrantable a los valores «que nos han sido transmitidos desde nuestra llegada a Eibar» (que no sabemos muy bien cuándo se produjo) y con la expresión de los mejores deseos para sus compañeros y la Sociedad Deportiva Eibar. No sé qué piensan ustedes, pero yo diría que en el Canto a mí mismo de Walt Whitman hay más contrición que en esta «petición de disculpas». En fin, si este periodismo tuviera que resumir en un titular el argumento de El Padrino, seguro que lo centraba en su exaltación de la familia y de la dieta mediterránea.
La verdadera información es un arte muy difícil, casi nada es lo que parece y hay que prestar atención. «En respuesta a las críticas recibidas, Piqué renueva sus votos con la selección española por dos años más». He aquí un ejemplo de lo que yo entiendo por un buen titular: hace que te fijes en la realidad de las cosas, no en la que al sujeto de la noticia le interesa que veas.
Número Dos
La Galerna trabaja por la higiene del foro de comentarios, pero no se hace responsable de los mismos
Hola Ángel
Estupendo editorial, si esto es posible en vuestra sección.
Felicidades