The Passenger

Sucedió ayer. A primera hora de la mañana, un usuario de Twitter colgaba, en su cuenta personal, una fotografía sacada con su móvil y que protagonizaba el expresidente del Barça, Joan Gaspart. Pero la circunstancia que provocó la viralidad del tuit no fue el sujeto sino el contraste de este con el escenario donde aparecía: un vagón del metro de Madrid. La huelga de taxis obligó a Gaspart a hacer uso del transporte público para dirigirse, como presidente del Consorcio de Turismo de Barcelona, a la feria internacional de dicho sector, que se celebra estos días en el IFEMA.

En la imagen aparece el hotelero sentado junto a una señora que lee sin prestarle atención. Gaspart sujeta, con la firmeza de quien es un veterano trasladando maletines, el asa doble de uno de color beig. Su mirada perdida, probablemente en el recuerdo de tiempos mejores, desprende un halo de tristeza, de quien vivió con la esperanza de convertirse en la peor pesadilla de muchos de los que allí le rodeaban y que, sin embargo, parecían relegarlo a la más absoluta indiferencia, a excepción del autor de la fotografía, catalán, para más agravio del mandatario, y ornitólogo, según reza en la descripción de su cuenta y, por tanto, acostumbrado al avistamiento de pájaros.

No obstante, horas después, Joan Gaspart declaraba, en un programa de SER Catalunya, que “tampoco ha sido tan trágico”. Declaraciones que nos confirman que, en ningún momento, el hotelero llegó a bajar la vista y a distinguir, en el gesto, los zapatos que calzaba la pasajera colindante. Posiblemente las palabras del dirigente tuvieran que ver con los prejuicios que pudiera tener una persona de su posición en un contexto social de menor rango o bien al temor, como ya hemos señalado del todo infundado, a la posible reacción de aficionados madridistas al reconocerlo. Quizás, más bien lo primero, en tanto que, en la mencionada entrevista, también había confesado que “por primera vez en mi vida he cogido el metro”.

Una circunstancia que nos retrotrae - por la paradoja con el título - al cameo que protagonizó el expresidente azulgrana en The Passenger (1975), película del prestigioso cineasta y ganador de un Oscar Honorífico, Michelangelo Antonioni. En el film, un treintañero Gaspart interpreta a un conserje de un hotel que le hace la cuenta a una cliente, protagonizada por María Schneider, quien encabezaba el reparto junto a Jack Nicholson. Como se puede distinguir en el fotograma que hemos conseguido de la escena, en ese momento, a Joan Gaspart parece incrustársele la palabra “Madrid” por el occipital, quien sabe si en un guiño del destino a lo que sucedería, años más tarde, con Luis Figo.

Pero volvamos al metro de Madrid y a las declaraciones del expresidente a la cadena SER:  “He disfrutado muchísimo”, enfatizó pese al semblante que muestra en la fotografía y pese a la presunción de un temor inicial. Pero cómo iba a vivir de otro modo una experiencia en el subsuelo, quien, a fin de cuentas, se ha manejado, durante muchísimos años y con suma maestría, en los trasfondos de la Real Federación Española de Fútbol; para quien ha controlado los resortes que se articulan en las profundidades del deporte, proclamando desde su poltrona y sin disimulo alguno, su antimadridismo.

Él ha sido el calamitoso presidente, pero el mejor “vicepresidente del mundo”, según le gustaba titularse, cuando era el segundo de Núñez y como luego demostró siéndolo de Ángel María Villar, sin reclamar jamás, pese a sus legítimos derechos, el nombre de una etapa de dominación y control del fútbol español, el Gasparato, que finalmente fue bautizada con el de un presidente que hizo menos méritos.

Reconozcámoslo, el mejor club del mundo, el Real Madrid, no podía tener un rival cualquiera y Juan Gaspart ha sido, como pocos, un villano a la altura de lo que se esperaba.  Quede como prueba, que todo gran malvado de película luce una fachada impecable. Véase en la imagen difundida ayer, como sus pantalones lucen impecables, pese al trasiego del traslado, los bolsos y los maletines que acumula en su regazo. Y es que cuenta la leyenda que el mismísimo John Lennon actúo con los pantalones de Joan Gaspart.

A principios de los años 60, el empresario trabajó en el Hotel Adelphi de Liverpool. Cuando terminaba la jornada frecuentaba el Cavern Club, donde conoció al mítico grupo, entre un público de apenas una docena de personas, y con cuyos integrantes llegó, incluso, a compartir cervezas algunas noches. Cuando, en 1965, los Beatles acudieron de gira a Barcelona, se hospedaron en la suite 111 del Hotel Avenida Palace, propiedad de los padres de Joan Gaspart. Allí volvió a coincidir con ellos. Fue instantes antes de partir para el concierto, cuando John Lennon le propuso al futuro presidente del Barcelona que le cambiase sus pantalones. Sin duda, supo apreciar en él la impronta del villano que siempre mantiene intacto su traje. Con Yoko Ono no estuvo tan atinado.